sábado, 5 de diciembre de 2015

¿Conocemos realmente a la gente que nos rodea?

"No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados." Lucas 6, 37.

A lo largo de nuestra miserable, insignificante e infame vida debemos tratar con todo tipo de personas, tantos como adjetivos existen en la lengua castellana. Existen y cohabitan con nosotros: son nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros padres, nuestros compañeros de trabajo, el frutero pakistaní, el carnicero del mercado, el banquero, el presentador de nuestro programa favorito, el Ministro de Economía o el hijo de puta que conduce bebido un 4x4 y atropella a nuestro hijo en un paso de cebra a la salida del colegio. Y cada una de estas personas vive infinidad de situaciones que pueden afectarte directa o indirectamente. Para algunos seres humanos estas situaciones son las que son y nada más. Para otros, para mí por ejemplo, estas situaciones les/nos hacen reflexionar sobre los comportamientos de la gente y por ende de los tuyos propios. ¿Por qué nos afectan tanto las decisiones de terceros? ¿Por qué hay gente que actúa como actúa? ¿Qué nos mueve a actuar o no actuar de ciertas maneras? ¿Es por educación? ¿Es por cobardía? ¿Es por osadía? ¿Cómo es posible que un acto de otro ser humano pueda influir en tu vida? ¿Te cambian esas vivencias? ¿Pueden afectarte de tal manera que pases de ser una buena persona a una mala o al revés? Puede que sí, o no. El tiempo, tu estado emocional, el sueño acumulado, la interminable caravana, la discusión con tu pareja nada más levantarte, el onanismo obligado, la pérdida de un partido de tu equipo de fútbol, etc..., tienen el poder de cambiar tu manera de ser. Pero, ¿debería ser así? ¿Debemos dejar que un gilipollas que se salta un semáforo en ámbar nos haga gritarle a nuestra secretaria? ¿Por qué ese gilipollas ha puesto su vida y la nuestra en peligro? ¿Por qué actuamos como actuamos? ¿Es posible ver la maldad y cambiarla?

Sueño que me compro un piso con mi pareja. Somos felices, estamos ilusionados, ¡nuestro primer piso! Como suele ser lógico, la compra de cualquier cosa que nos haga estar juntos de por vida debe alegrarnos pero...., aquí viene el pero de Murphy, el propietario del piso que vamos a comprar se propone amargarnos nuestra feliz y soñada situación. ¿Por qué? No lo sé. Es cierto, todo hay que decirlo, que los propietarios, un matrimonio sesentón de ama de casa con el síndrome del nido vacío y él un jefe de planta déspota, no querían vender lo que ha sido su hogar durante más de veinte años, pero las circunstancias personales (una enorme barriga y algunas escaleras que subir a pie) les obligan a ello, aunque el precio a ganar sea unos cien mil euros menos de lo que tenían pensado sacar por el piso antes de que EEUU destapase las hipotecas subprime. Es decir, la quiebra de Lehman Brothers y su dejadez física hace que el "señor" se enfade y decida que su frustración la paguemos mi pareja y yo. Primero dice que sí vende, luego que no y por fin sí porque la comunidad se niega a gastarse noventa mil euros para que un elevador lleve a Moby Dick a su catre. Una vez aprobada la moción, decide ser buena persona y promete dejar todo el mobiliario, después se arrepiente e intenta vendernos muebles para paliar un poco la pérdida de valor de su amado piso, pero se cabrea aún más consigo mismo y dice que nanai, que se lleva hasta los armarios empotrados, y se queda tan ancho, satisfecho con su gestión. Y en todo ello ni mi pareja ni yo hemos abierto boca. Pero no queda ahí la cosa. Como si le debiésemos un favor, nos dice que necesita quince días para hacer la mudanza. Nosotros le damos un mes, porque sí, porque tenemos prisa pero sabemos que las prisas son malas consejeras. Pero no, el caballero no está contento y nos obliga a buscar un notario que abra en puente festivo porque esa fue la fecha límite que pusimos para la firma hace ya cuatro meses. Y ahora viene mi reflexión:  ¿por qué tenemos que pagar nosotros, y seguro que todos los que le rodean,  su humor de perros (con todos mis respetos al noble animal)?
No me explico qué puede llevar a una persona a amargar la vida a terceros por su frustración. Estas personas usan todo lo que tienen a su alcance para superar su enfado haciendo infelices a aquellos que creen responsables de sus desgracias. Creen vengarse, pero no saben de quien se vengan. Mienten descaradamente para hacer ver a otros que aquellos que son responsables de su desgracia son peores que ellos. Supongo que su propia conciencia les obliga a ello. ¿Puede ser una persona tan idiota para no ver sus errores y creerse sus propias mentiras? La experiencia me dice que sí. Viven en un universo paralelo, un mundo irreal que sólo ven ellos y aquellos ingenuos a los que han engañado. Porque sí, también hay idiotas que se creen a pies juntillas todo lo que estas personas les cuentan, asintiendo y consolando a los susodichos sin plantearse si lo que dice es verdad o mentira. Hay un dicho que dice que si quieres acabar con un grupo de música debes acabar primero con sus fans, sin fans no hay discos que vender. La gente no pregunta, cree los chismes porque les interesa creerlos. Me es muy difícil escribir sobre ello, porque no hay excusa posible para que una persona se lleve un armario empotrado a otro lugar, por poner un ejemplo. Yo pregunto, no creo una versión hasta no saber la otra, soy incrédula y me lo espero todo. Sabiendo ya que una parte de culpa la tienen los fans, debemos concentrarnos en lo que les mueve a estos mentirosos a joder a terceros.
Estas personas no están bien de la cabeza. Una persona racional se enfrenta a sus miedos, se analiza y asume sus errores aprendiendo de ellos. Una persona racional asume las consecuencias de sus actos, por lo tanto estas personas no son racionales. Son personas enfermas de la cabeza, personas que deciden que sean otros los que paguen sus errores, que no quieren ser los únicos amargados e intentan apagar el fuego echando más leña. Y los que lo sufrimos no entendemos qué hemos hecho para merecernos tal cosa. Son personas que se creen por encima del resto de personas, ellas nunca se equivocan, son los mejores, seres perfectos que creen que es el resto del mundo el que va en contra dirección. Una persona así es una persona insegura, con complejo de inferioridad, no entienden y menos admiten que alguien con dos dedos de frente les desprecien. ¡No se puede despreciar a Dios! Y si les desprecias, su inseguridad y complejo de inferioridad empieza a maquinar la manera de joderte. Se creen jueces divinos, infalibles, portadores de la verdad absoluta, seres supremos. Y en mi opinión sólo hay dos maneras para acabar con ellas y que recapaciten: la primera ya lo hemos dicho, que la gente que les rodea los deje solos, que se vean solos en su miseria, sin ayuda, sin seguidores sin gente que les baile el agua; la segunda implica ayuda profesional, aunque esta es más difícil que la practiquen ya que estas personas enfermas no aceptan un consejo de nadie que crean inferior a ellos (es decir, todo el mundo).
Hablemos de la primera solución. ¿Cómo provocar la soledad del Dios? Es fácil, cuestionándoles todo, preguntando y pidiéndoles pruebas de lo que dicen. Dicen que es más fácil pillar a un mentiroso que a un cojo. Es cierto, inténtenlo. Si alguien les llora diciendo que un conocido le acosa pídanle pruebas, que lo demuestre, no le crean hasta que ustedes mismos no vean con sus propios ojos lo que dicen. Estas personas se rodean de gente inculta, crédula, inocentes sin opinión ni carácter. Son los bizcos en el reino de los ciegos, no sea usted uno de esos ciegos. Cuestionen y verán que en pocos días esa persona deja de hablarles, ya no les interesa hablar con usted porque le ha pillado y se harán mejores amigos de otros pobres desgraciados. Si lo desean pueden hacerles entender al resto de su círculo que esa persona miente más que habla. Verán como poco a poco se van quedando solos, porque los que les rodean han sido más listos que ellos y han visto que la gente no es tonta, que ya no les creen. Y es cierto, cuando una persona miente, desprecia o amarga la vida a sus amigos, a su familia o a sus compañeros de trabajo se van quedando solos, rodeados únicamente de gente como ellos. Y si es usted uno de los pocos amigos que tiene esa persona pregúntese por qué, o mejor pregúntele a él por qué tiene pocos amigos, y si le contestan que porque los demás son unos idiotas (o algo semejante) huya, porque entonces el idiota es usted. Desconfíen de aquellos que se hacen pasar por víctimas, desconfíen de las parejas de calendario Kodak o de anuncio de Ikea, siempre felices, sonriendo. Desconfíen de los hombres demasiado atentos, de las mujeres demasiado sumisas, de las madres perfectas, de los amigos que prometen ayuda. Desconfíen de las vanas promesas, de las palabras sin actos, de los lloriqueos sin motivo, de las buenas intenciones que no se llevan a cabo, del abogado del diablo y de quien les dice lo que quieren escuchar. Desconfíen del bizco que todo lo ve o del tonto que todo lo sabe. Desconfíen de la perfección, porque la perfección no existe y el movimiento se demuestra andando. Sé que es duro decirle a alguien cercano que no está actuando bien, pero si esa persona de veras le aprecia le escuchará. Si no le escucha, si le recrimina su amistad ciega, su querer saber, su ayuda es que simplemente usted era un peón más en su tablero de ajedrez. ¡Qué grandes actores se ha perdido Hollywood con semejantes personajes!
La segunda solución es más difícil de llevar a cabo, ya que el loco cree que los locos son los otros. Siempre he creído que uno debe tener a su lado a una pareja en la que confiar, una familia honrada, amigos de malos momentos, un asesor financiero y un psicólogo. Pon en tu vida a todas estas personas y serás el hombre/mujer más afortunado de la Tierra. Pero primero se debe dar cuenta el personaje que tiene un problema y segundo debe querer solucionarlo. Pero yo les digo aquí el problema que tienen: no son personas normales. Las personas sanas de mente y alma no van jodiendo por ahí a todo aquel con el que se cruzan. Las personas normales no mienten, no se comportan en público de una manera y en casa de otra, no simulan ser felices cuando no lo son o infelices cuando les importa un carajo lo sucedido. Las personas normales no viven otra realidad, no juegan con los sentimientos de otras personas, no actúan por egoísmo, se dejan ayudar, admiten sus errores e intentan no volver a cometerlos. Buscar consejo profesional puede ayudar a ser una persona normal, algo que influirá en la vida del sujeto de forma positiva y a los que le rodean.

A lo largo de la historia han existido hombres buenos que intentaron dar ejemplo a sus semejantes y hombres que los condenaron por envidia. Sócrates fue condenado a muerte por poner en duda la divinidad de los dioses griegos; las humildes enseñanzas del filósofo Epícuro (quien no conoce la frase de "no es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita") quedaron olvidadas y lo poco que sabemos de él es por otros filósofos; Jesucristo murió  crucificado por intentar que el hombre pusiese la otra mejilla, y como él muchos mártires (religiosos y laicos) murieron por enseñar la bondad e ir así contra el poder. Poder, ahí creo yo está la cuestión, el poder. La maldad no acepta la sumisión, ni el perdón. La maldad no erra, no valora, no discute, no discurre. La maldad no admite la derrota, no practica el altruismo ni la compasión. Pero si alguien malo lee estas humildes palabras no se dará por aludido, es más, seguro que asentirá mientras las lee, dándome la razón. El malo no sabe que lo es, como el ladrón que cree todos somos de su condición. Y ahora viene mi reflexión. ¿Por qué tiene que pagar la gente de bien los actos de los malos? Yo ya he decidido mi actitud al respecto, aunque no sea fácil de llevar a cabo. Haré caso al consejo de Mar, compañera de trabajo, amiga y vecina de vestuario: "que no te afecte su actitud, vive feliz porque lo que importa es el fin y el fin es que se cumple tu sueño, eso es lo que quieres, ser feliz a su lado, y el resto a olvidarlo". Mi sueño está a punto de hacerse realidad y nadie me va a amargar mi momento. Como dice la Pantoja, dientes, que es lo que les jode. De un modo u otro todos llevamos en nuestro interior todos los adjetivos posibles, el por qué permitimos vivir a unos y ahogamos a los demás es aún un misterio sin resolver. Mi pareja me dijo ayer una cosa que les traslado a ustedes y que creo que tiene mucha razón. Me preguntó: ¿estaría tu padre orgulloso de lo que estás haciendo? Yo quiero que mi respuesta sea siempre SÍ.

Nota: dado que juzgo, pueden juzgarme, dado que perdono, pueden perdonarme.
Escrito por Teresa Fernández

2 comentarios:

  1. Desde mi punto de vista, la existencia de éste tipo de personajes que hacen la vida imposible a su semejante es casi inevitable, ya que el ser humano dispone de varios tipos de inteligencia bien diferenciada y cada una se ve dicidida por grados de evolución. Además, constatando que este mundo esencialmente es dual, resulta inevitable que aparezcan personas de esta calaña en contraposición de personas más honestas. Y añado, las personas proyectamos sobre los demás y creamos nuestra realidad según la receta que llevamos dentro, sea un cocido, sea una tortilla hechada a perder. Y por último, me gusta peeguntarme por el "para qué" de las cosas mas que el "por qué". Hay un "para qué" muy subjetivo para ese casero y su señora, y de buen seguro para la comunidad de vecinos que los ve marchar. Y sin duda lo hay para vosotros; tal vez las cosas se podrían haber hecho de otra forma, yal vez la lucha en común por conseguir vuestra cueva ha afianzado aún más vuestro propósito en común, tal vez... tantas cosas... Ahora a disfrutar y a vivir. Mis mejores deseos.

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  2. Desde mi punto de vista, la existencia de éste tipo de personajes que hacen la vida imposible a su semejante es casi inevitable, ya que el ser humano dispone de varios tipos de inteligencia bien diferenciada y cada una se ve dicidida por grados de evolución. Además, constatando que este mundo esencialmente es dual, resulta inevitable que aparezcan personas de esta calaña en contraposición de personas más honestas. Y añado, las personas proyectamos sobre los demás y creamos nuestra realidad según la receta que llevamos dentro, sea un cocido, sea una tortilla hechada a perder. Y por último, me gusta peeguntarme por el "para qué" de las cosas mas que el "por qué". Hay un "para qué" muy subjetivo para ese casero y su señora, y de buen seguro para la comunidad de vecinos que los ve marchar. Y sin duda lo hay para vosotros; tal vez las cosas se podrían haber hecho de otra forma, yal vez la lucha en común por conseguir vuestra cueva ha afianzado aún más vuestro propósito en común, tal vez... tantas cosas... Ahora a disfrutar y a vivir. Mis mejores deseos.

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