domingo, 5 de enero de 2025

El suicidio: desde Durkheim hasta hoy

Perseguir un fin inaccesible por definición es condenarse a un perpetuo estado de descontento. Émile Durkheim 


Hablaremos hoy del suicidio basándonos en el libro El suicidio del sociólogo Emile Durkheim. Escrito en 1897,  "El Suicidio" es un estudio sociológico que examina dicho fenómeno desde una perspectiva científica, buscando identificar las causas sociales que influyen en este acto.

La palabra suicidio viene del latín. Etimológicamente significa matarse (cidio), uno mismo (sui). Según el Observatorio de Biopolítica (O.B.P.), el suicidio es una respuesta errónea, o no adecuada, a un profundo sufrimiento de la persona que puede ser físico o psíquico. El acto de suicidarse supone dar una respuesta irreversible a un problema que paradójicamente puede ser temporal, reversible o que puede mitigarse para que afecte menos a la víctima. Según dicho estamento, la persona que expresa ideas o conductas suicidas desea ayuda para dejar de sufrir, aunque en muchos casos esta ayuda no sea comprendida o llegue a tiempo. Pero en este artículo compararemos el magnífico trabajo sobre el suicidio que realizó en el siglo XIX uno de los padres de la sociología, con datos actuales, intentando así descubrir las causas de una de las principales enfermedades que matan anualmente a casi 1 millón de personas en todo el mundo y que tanto sufrimiento causa a los que se quedan. 

Durkheim, nuestro protagonista, nació en Francia en 1858 y murió en París en 1917. Creó el primer departamento de Sociología en la Universidad de Burdeos en 1895. Ese mismo año publicó Las reglas del método sociológico, donde establece la sociología como ciencia social positivista. En 1986 creó la primera revista dedicada a la sociología y en 1987 publica el libro protagonista de este artículo, donde intenta descubrir las causas de este macabro fenómeno utilizando estadísticas. Esta obra fue pionera en la investigación social y sirvió para distinguir la sociología de la psicología y de la filosofía política. 

Para Durkheim la definición de suicidio es “todo caso de muerte que resulte, directa o indirectamente, de un acto, positivo o negativo, realizado por la víctima misma, a sabiendas del resultado”. La tentativa, aclara Durkheim, sería el mismo acto cuando no llega a término y no arroja como resultado la muerte. En esta definición puede extrañarnos el acto positivo del suicida (que Durkheim propone para los mártires). Un ejemplo serían los kamikazes japoneses que cuando se quedaban sin munición en sus aviones se lanzaban contra los barcos enemigos para causar los máximos daños posibles en favor de su país. A pesar de que sabían que morirían, y por tanto era un suicidio, su acto era positivo para sus compatriotas nipones. Así pues, al contrario de lo que pudiéramos pensar, el suicidio puede tener también su parte positiva. Por esto, diferentes estudiosos del tema han propuesto distintos tipos de suicidios. Durkheim nombra la clasificación de Jousset y Moreau de Tours, que distinguen cuatro tipos:

  • Suicidio maniático, que se da por alucinaciones o delirios

  • Suicidio melancólico, expresado por extrema depresión y exagerada tristeza

  • Suicidio obsesivo, cuya característica es la obsesión por morir sin motivo aparente y parece su necesidad ser instintiva. 

  • Suicidio impulsivo o automático, dado por un impulso brusco, inmediato e irresistible. Es decir, no racional. 

Contrario a Jousset y Moreau, Durkheim cataloga el suicidio en tres tipos:

  • El egoísta (aquel donde la víctima está, o se siente, muy aislada de la sociedad. Este podría ser el caso de todos aquellos que son, o se sienten, marginados o viven en soledad aun no queriendo vivir en ella. Aquí el yo individual prevalece sobre el yo social). 

  • El altruista (aquel donde el bien social importa más que el yo individual, por ejemplo los kamikazes)

  • Y el anómico (que es parecido al egoísta, pero lo impulsa la sociedad en la que vivimos). 

En palabras de Durkheim "El suicidio egoísta se comete porque los hombres no ven la razón de vivir; el suicidio altruista, porque ven la razón de vivir fuera de la vida misma; la tercera clase de suicidio [...], surge porque la actividad social está desorganizada, lo que genera mucho sufrimiento". Tanto el suicidio egoísta como el anómico se cometen por la poca influencia que tiene la sociedad en el individuo. Por poner un ejemplo, imaginemos que un joven se gradúa con matrícula de honor de la carrera de medicina. El hecho de comprobar que hijos de médicos, enchufados, obtienen plaza en hospitales importantes con notas más bajas que él y que se tenga que ganar la vida repartiendo pizzas le provoca ese estado anómico que puede llevarle al suicidio. Este caso es extremo pero sirve para comprender la anomia y entender que la anomia puede ser de tipo profesional, económico, familiar, político, etc. Todo esfuerzo que hagamos por conseguir una meta y veamos que es en vano porque la sociedad así lo impone puede producirnos anomia. Ver como el rico se hace más rico sin trabajar y que el pobre sigue siendo pobre por mucho que trabaje, como el político corrupto no entra en prisión por robar millones mientras que nosotros estamos en la cárcel por robar una manzana, o como la chica que nos gusta sale con el tonto y feo de clase porque simplemente su papá le ha comprado una moto, nos vuelve anómicos, y dependiendo de nuestra capacidad de sufrimiento ese estado puede llevarnos al suicidio. Pero también el rico sufre de anomia. Durkheim comenta que la anomia se da por igual en aquellos que no tienen nada como en los que lo tienen todo. Esto es así porque el que consigue las cosas sin esfuerzo no sabe valorarlas y por tanto siempre quiere más. Esta insatisfacción de querer poseer siempre algo más de lo que se tiene le sume en un estado anómico que también puede llevarle al suicidio, como por ejemplo ha pasado ya en el mundo artístico (Aviici, Jim Morrison, Robin Williams, Kurt Cobain, Virginia Woolf, etc). O también el perder todo lo que se tiene puede convertirnos en suicidas (es común el suicidio en agentes de bolsa o grandes empresarios venidos a menos). Por esto mismo, se entiende que haya más suicidios en las ciudades que en el campo y en los países desarrollados más que en los tercermundistas. 

Fuente: Fundación Española para la Prevención del Suicidio 


Comparar cifras absolutas entre la época actual y la de Durkheim en Europa es complicado, ya que el mapa geopolítico ha cambiado bastante en un siglo y medio. Durkheim recoge datos absolutos de Francia,  Prusia, Inglaterra, Sajonia, Baviera y Dinamarca, pero durante su estudio se centra sobretodo en su país natal, Francia, en Inglaterra y Prusia. Salvando las diferencias, podríamos decir que Prusia comprende hoy los países de Polonia y Rusia, y Sajonia y Baviera podemos compararla con la actual Alemania. Dado que Durkheim no contemplaba Europa como la entendemos hoy día, compararemos los datos de países cuyas fronteras hayan permanecido más o menos igual hasta la actualidad. Recordemos que la población europea aproximada en el año 1870 superaba ligeramente los 300 millones de personas. Hoy día los europeos sumamos 447 millones. En 1869, los datos de Durkheim dan 5.114 suicidios en Francia, 3.544 en Prusia y 1.588 en Inglaterra. En 2021 hubieron 9.002 suicidios en Francia, 17.192 en Rusia y 5.524 en Inglaterra. Mientras la población europea ha aumentado un tercio, los suicidios se han duplicado en 150 años. Si bien es cierto que hoy día la gente se apila en ciudades de países desarrollados, tenemos más información sobre lo que nos rodea y vivimos en familias reducidas, también es verdad que la esperanza de vida ha aumentado, también nuestro nivel económico y vivimos con muchas más comodidades que hace un siglo. Es más, según la OMS las muertes por suicidio en el mundo superan los 700.000 muertos, por encima incluso del cáncer de mama. El sector que más ha aumentado su mortalidad es el de los jóvenes de 15 a 29 años, algo muy preocupante al estar en la flor de la vida. En España el suicidio se mantuvo como la primera causa de muerte externa, con 4.003 fallecimientos en 2021, un 1,6% más que en 2020. Al igual que en el resto del mundo, en España los hombres se suicidan casi el doble que las mujeres (2.982 fallecidos en 2021 de hombres mientras que de mujeres se suicidaron 1.709). Las caídas accidentales, el ahogamiento, la sumersión y la sofocación son los métodos más escogidos por los suicidas para abandonar este planeta. Por grupos de edad, los menores de 15 años solo en un 3% de los suicidios eligen la exposición a un tóxico como método lesivo, ya que tienen restringidos el acceso a fármacos. Los métodos de suicidio por agentes violentos no tóxicos fueron los más frecuentemente empleados para suicidarse, representando el 90,2% del total de los suicidios cometidos. Las mayores tasas de suicidio por envenenamiento se dieron en Almería (con 25,2 suicidios por millón de habitantes) y Tenerife (con 20,6 suicidios por millón de habitantes), y las tasas mínimas se registraron en tres provincias, donde la mediana en el periodo fue de 0 suicidios por millón de habitantes, que fueron Palencia, Segovia y Soria. Es decir, en España la mayor parte de las muertes por suicidio son por agentes violentos no tóxicos y los suicidios por envenenamiento tienen mayor representatividad en las mujeres que en los varones. Los agentes tóxicos no son la elección principal a la hora de suicidarse, ya que no son infalibles. Una llamada a tiempo puede salvar la vida del intoxicado por medio de los sanitarios de urgencia y por lo tanto son poco fiables para aquel desdichado que verdaderamente desea suicidarse. Lanzarse al vacío desde un octavo piso o ahorcarse en un lugar remoto son métodos más eficaces, aunque más violentos.

Fuente: Fundación Española para la Prevención del Suicidio


Al igual que en España, el método más usado en el mundo para suicidarse es el ahorcamiento. Los métodos de suicidio más utilizados en el mundo según la OMS son, por este orden, el ahorcamiento, la intoxicación voluntaria por plaguicidas y las armas de fuego. En España en el segundo lugar se coloca precipitarse al vacío y el tercero es la ingesta de fármacos. 


Pero, ¿por qué se suicidan las personas? 

Para encontrar la causa general del suicidio, Durkheim decidió ir eliminando una por una hasta encontrar la verdadera causa. En su libro, Durkheim decide enfrentar las teorías de distintos colegas suyos con las estadísticas y corroborar o desmentir dichas causas. En la actualidad, la teoría predominante es la llamada Teoría Interpersonal del Suicidio, según la cual deben alinearse tres componentes para que se produzca ese deseo de morir:

  • Sentimiento de no pertenencia. Sería un estado de insatisfacción, de frustración derivado de la falta de vinculación social.

  • Percepción de ser una carga para los demás. Se basa en la creencia de que la muerte del sujeto vale más que su vida. Aquí entraría lo que Durkheim llama el suicidio altruista. 

  • La capacidad para realizarse lesiones mortales. Es necesario que una persona adquiera esa capacidad a través de experiencias vitales de dolor físico, de violencia, de traumas, que le habitúen al dolor o disponer de medios letales. Tener accesible un medio para suicidarse puede desequilibrar la balanza entre morir o seguir vivo.

Pero según Durkheim hay dos clases de causas extrasociales a las que se puede atribuir, a priori, una influencia sobre la tasa de suicidios: 

  • Las disposiciones orgánico-psicológicas (predispuesto al suicidio genéticamente) 

  • La naturaleza del medio físico (el clima, la temperatura, desastres naturales,  etc.)

Empezaremos pues por las disposiciones orgánico-psicológicas del suicidio egoísta.


La locura. 

Durkheim argumenta que la locura no puede ser una causa única ya que esta altera la raíz de la vida psíquica, y las ideas o tendencias solo manifiestan el estado general de los centros conscientes de los que derivan. Argumenta también que no todos los suicidas están locos y que la mayoría tiene motivos reales para quitarse la vida. “La locura, aunque puede ser un factor, no es una condición necesaria para el suicidio”. Además, el autor distingue entre los suicidios vesánicos (aquellos sin motivo real o con motivos imaginarios) y los suicidios que tienen causas objetivas, como la desesperación o la depresión. Contemporáneos psicólogos de Durkheim creían que el suicida presentaba siempre un trastorno mental. Según Esquirol, nombrado por Durkheim en su libro, «el suicidio tiene todas los características de la enajenación mental». «El hombre sólo atenta contra su vida cuando padece delirios y los suicidas están enajenados». Falret y Moreau de Tours se expresan en términos casi idénticos. Esta teoría se ha defendido de dos maneras distintas. O bien se dice que el suicidio constituye una patología sui generis, una forma de locura, o bien se lo considera un mero episodio de una o varias clases de locura, que no se manifiesta en los sujetos sanos de espíritu. Es decir, el suicida o bien está loco o se suicida en un arrebato de locura. Para definir esta teoría se recurrió a la monomanía. En Psicología la monomanía es la obsesión por una idea determinada recurrente. Es, en el orden de las tendencias, una pasión exagerada, y en el orden de las representaciones, una idea falsa, pero de tal intensidad que obsesiona al individuo quitándole toda libertad. La ambición, por ejemplo, se vuelve enfermiza, y se convierte en monomanía de grandeza cuando adopta proporciones tales que todas las demás funciones cerebrales se paralizan. De ahí que los suicidas parezcan estar bajo la influencia de alguna pasión anormal que agota su energía de golpe y sólo les permite pensar a largo plazo. Así, el suicidio adquirió rango de locura y se lo calificó de «monomanía». Durkheim rechaza esta teoría. Para él, la monomanía no se puede demostrar de forma directa, a través de la observación, y tampoco se pueden citar ejemplos que no dén lugar a discusión. En el siglo XIX no tenían escáneres ni la tecnología que poseemos hoy día para ver cómo funciona el cerebro y, por lo tanto, Durkheim argumenta que al no poder comprobar si el loco sufre o no realmente una enfermedad mental no puede hallarse sin riesgo a equivocarse una monomanía, y si no hay monomanía, tampoco puede haber monomanía suicida. "Para saber si el suicidio es un acto propio de enajenados, conviene determinar en qué medida afecta a la enajenación mental y si sólo se da en ese estado", comenta Durkheim. Y para comprobar esto, el sociólogo francés examinó estadísticamente los manicomios, hallando que la población femenina en ellos es superior a la masculina, siendo así contraria a la población suicida, en la que el hombre se suicidaba más que la mujer, concluyendo que si el suicida estuviera enajenado, se suicidarian más mujeres que hombres. En la época de  Durkheim, por cada mujer que se suicidaba habían cuatro suicidios masculinos. Dice Durkheim: "Entre la enajenación mental propiamente dicha y el perfecto equilibrio de la inteligencia existen toda una serie de estados intermedios: las diversas anomalías que se conocen vulgarmente como neurastenias". La neurastenia se define como una neurosis que provoca depresión, tristeza e inestabilidad emotiva. Si han escuchado mis podcast o leído mis artículos sobre los trastornos de personalidad sabrán que la mayoría de trastornos provocan depresión o ansiedad sin que el paciente sea catalogado como loco. La diferencia jurídica, a groso modo, entre un loco de verdad y un trastornado es que este último distingue el bien del mal. Así pues, se comprende que la neurastenia pueda predisponer al suicidio, pues el temperamento neurasténico tiende a considerarse predestinado al sufrimiento, pero no se puede tachar al neurasténico de enajenado mental, ya que si esto fuera así habrían en el mundo más manicomios que bares. Si bien es cierto que en los países donde había más locos también había más suicidios, Durkheim concluye que son dos fenómenos independientes y que se dan simplemente por tener mayor población que otros. Es sólo una cuestión de probabilidad. 

En España actualmente las comunidades autónomas con peor salud mental son País Vasco, Aragón, Galicia y Castilla La Mancha. En cambio, el número de casos relacionados con suicidios en 2019 según CCAA, hallamos que donde hay más suicidios es en Andalucía, seguida de la Comunidad Valenciana y Galicia, siendo Aragón y País Vasco, junto a Murcia, las CCAA con menos suicidios registrados. No confundir número de suicidios con tasas de suicidios. En Europa los países con más enfermos por depresión, ansiedad, bipolaridad y otros son los nórdicos, con Noruega, Finlandia y Holanda a la cabeza. En cambio en 2015 los países europeos con más suicidios fueron los del este (Lituania, Eslovenia, Hungría y Croacia). Los países nórdicos están en los últimos lugares de la tabla. Así pues, la conclusión es que los locos no están tan locos como para suicidarse, que bastante tienen ya con lo suyo. Teoría rechazada.



Alcoholismo 

Otra teoría propuesta por los contemporáneos de Durkheim fue la de que los suicidas suelen ser alcohólicos. Con razón o sin ella, el alcoholismo se asociaba hace dos siglos a la locura, al pauperismo y a la delincuencia. Pero, ¿tiene el alcoholismo influencia sobre los suicidios? A priori a Durkheim esta teoría le parece poco verosímil, ya que es entre las clases más cultivadas y más ricas donde el suicidio se cobra más víctimas, y el alcoholismo no es en la clase alta donde tiene más clientes. Si se compara el mapa francés de suicidios que expone Durkheim en su libro con el de las actuaciones por abuso de la bebida, apenas se ve entre ellos relación alguna. Se llega a las mismas conclusiones comparando el suicidio no ya con los delitos de embriaguez, sino con las enfermedades nerviosas o mentales causadas por el alcoholismo. Mientras que en la Francia de 1873 la cifra media del consumo de alcohol era de 2,84 litros por habitante, en Bélgica se elevaba a 8,56 litros en 1870; en Inglaterra, a 9,07 litros (1870-1871); y en Rusia, a 10,69 litros (1866), llegando a alcanzar los 20 litros en San Petersburgo (1855). Y, sin embargo, mientras que en los mismos años hubo en Francia 150 suicidios por cada millón de habitantes, en Bélgica sólo hubo 68, en Gran Bretaña 70 y en Rusia muy pocos. En San Petersburgo, la cifra media anual fue de 68,8 suicidios entre 1868 y 1874. Tampoco en Alemania se dio coincidencia alguna. Sentencia Durkheim: "Aunque las diferentes formas de degeneración constituyan un terreno psicológico abonado para muchas de las causas que pueden llevar a un hombre a matarse, no es, en sí, una de estas causas", refiriéndose al alcoholismo. 

En 2019, las CCAA en España donde se consumía más alcohol fueron La Rioja, Navarra e Islas Baleares. Ninguna de ellas coincide con las CCAA que tienen más suicidios y que hemos nombrado anteriormente (recuerden, Andalucía, Comunidad Valenciana y Galicia). Mundialmente los países donde se consume más alcohol, que no significa que haya más alcohólicos pero sí más probabilidades de tenerlos, están en Europa. Salvo en España, Italia, los balcanes, Grecia y los países nórdicos, el resto de países consumen alrededor de 13 litros por persona al año. En este sentido son las repúblicas ex soviéticas las únicas que coincide el alcoholismo con el suicidio. El resto de países donde en 2021 hubo más suicidios fueron Kazajstán, Mongolia, India, Japón y Angola. Así pues, otra teoría a la basura. Supongo que a los alcohólicos les gusta demasiado beber como para suicidarse. 

Fuente: ICSCYL


Raza/herencia

Una raza se define y diferencia de las demás por caracteres orgánico-psíquicos. Si el suicidio realmente varía entre razas, tendremos que reconocer que existe alguna disposición orgánica con la que está estrechamente relacionado. En primer lugar, se trata de un grupo de individuos de una misma profesión o confesión que presentan semejanzas entre sí. Lo que les caracteriza es que estas semejanzas son hereditarias. Independientemente de cómo se formaran en origen, actualmente se transmiten por la herencia. Entre naciones de una misma raza, existen las más extremas divergencias. En la época de Durkheim, mientras que los eslavos se inclinaban poco al suicidio, Bohemia y Moravia constituían una excepción. Bohemia arrojaba 158 almas al purgatorio por cada millón de habitantes y Moravia 136. “Para poder atribuir a la raza la tendencia de los alemanes al suicidio no basta con probar que el suicidio esté generalizado en Alemania, lo que podría deberse a la naturaleza propia de la civilización del país” dice Durkheim. “Habría que demostrar que dicha tendencia está ligada a un factor hereditario del organismo alemán, que es un rasgo permanente del tipo y subsiste aunque cambie el medio social. Sólo así podríamos pensar que la tendencia al suicidio es producto de la raza”. 

Para corroborar la afirmación de la raza, Durkheim investigó si el alemán conservaba su instinto suicida fuera de su país, “asociado a la vida de otros pueblos y aclimatado en civilizaciones diferentes”. En una tabla, que tomó de Morselli, no se apreciaba el menor rasgo de la influencia alemana. Bohemia, Moravia y Bucovina, que sólo acogían entre un 37 y un 9 por ciento de alemanes, tenía una media de suicidios (140) superior a la de Estiria, Carintia y Silesia (125), donde los alemanes eran la gran mayoría.

Pero la verdadera causa de esta cifra tan elevada fue relacionada por Durkheim a vivir en una gran ciudad como era Viena donde, como en todas las capitales, había un enorme número de suicidios. “Debemos procurar no atribuir a la raza lo que causa la gran ciudad” dijo Durkheim. Cuando el alemán y el eslavos (original de la actual Europa del este) viven en el mismo medio social, su tendencia al suicidio es la misma. De ahí que la diferencia entre ellos, cuando las circunstancias varían, no tenga nada que ver con la raza. En Suiza convivían ambas razas y su media de suicidios era de 255. Donde menos suicidios se cometían era en Valais (10 por millón) que era justamente donde más alemanes había (319 por cada mil habitantes). En cambio Neufchâtel, Ginebra y Vaud, donde la población era casi enteramente latina, registraban, respectivamente, 486, 321 y 371 suicidios. Además, recuerda Durkheim que el suicidio era frecuente entre los antiguos celtas, mientras que en su época era raro en poblaciones que se suponían de origen celta. Por otro lado, la distribución geográfica de los suicidios en Francia en el siglo XIX, puede explicarse sin recurrir a los oscuros poderes de la raza. Se sabe que el país estaba dividido, tanto moral como étnicamente, en dos partes que no se acaban de fundir. Las poblaciones del centro y del mediodía conservaron su idiosincrasia y su modo de vida, resistiéndose a adoptar las ideas y costumbres del norte. Y es que el norte era la cuna de la civilización francesa y donde más causas de suicidio había. Durkheim dice que si “se demuestra que la tendencia al suicidio se transmite por vía hereditaria, habrá que reconocer que depende íntimamente de un estado orgánico determinado”. Lo que se hereda, según el sociólogono no es la tendencia al suicidio, sino “un cierto temperamento general que puede, llegado el caso, predisponer a los sujetos al suicidio pero, como no lo hace necesariamente, no explica suficientemente su determinación”. Es cierto que a veces se ve reproducirse el suicidio en una misma familia, con una deplorable regularidad. En su libro cuenta el ejemplo que da un colega suyo, Gall: «Un señor, G., propietario, deja siete hijos, con una fortuna de dos millones; seis de ellos habitan en París o en sus alrededores y conservan su porción de la fortuna paterna, algunos hasta la aumentan, ninguno sufre desgracias, todos gozan de buena salud… En el transcurso de cuarenta años, los siete hermanos se han suicidado». Esquirol conoció un comerciante, padre de seis hijos, de los que cuatro se mataron y el quinto realizó repetidas tentativas. Por lo demás, se ha visto sucesivamente a padres, hijos y nietos sucumbir al mismo impulso. Así, son numerosos los casos en los que alguna enfermedad azota a generaciones sucesivas y, sin embargo, los médicos todavía dudan si admitir que sea hereditaria. Como dice Durkheim, “de todas las enfermedades, la que se transmite más frecuentemente es la enajenación mental. Podemos preguntarnos si la tendencia al suicidio es hereditaria o si lo que se hereda sólo es la enajenación mental, de la que el suicidio sería un síntoma frecuente, aunque accidental”. Pero también el suicidio es contagioso. “Esta tendencia al contagio se hace sentir, sobre todo, entre aquellos individuos cuya constitución les predispone a todas las sugestiones en general y a las ideas suicidas en particular. Por eso no es de extrañar que el recuerdo o el espectáculo del fin trágico de sus parientes se convierta para ellos en la base de una obsesión o un impulso irresistibles”. Ocurre con frecuencia que, en aquellas familias en las que se observan repetidos casos de suicidios, estos se reproducen de forma casi idéntica. Y no sólo a la misma edad, sino incluso por los mismos medios. En época de Durkheim, todo el mundo conocía la historia de quince inválidos que, en 1772, se ahorcaron sucesivamente y en poco tiempo de una misma percha situada en un pasillo oscuro de su local. Suprimida la percha finalizó la epidemia suicida. En el campo de Boulogne, un soldado se disparó un tiro en la cabeza en una garita. En pocos días hubo varios imitadores en el mismo sitio. Cuando se quemó la garita, el contagio se detuvo. Relatado por Falret: «Una joven de diecinueve años se enteró de que un tío suyo por línea paterna se había dado muerte voluntariamente. Esta noticia la afligió mucho. Ella había oído decir que la locura era hereditaria y le obsesionaba la idea de que un día podía caer en ese triste estado. Cuando se hallaba en esta penosa situación, su padre puso voluntariamente término a su vida. Desde entonces se creyó predestinada a una muerte violenta. No se ocupaba más que de su fin próximo y repetía a menudo: “Debo perecer como mi padre y como mi tío, ¡mi sangre está corrompida!”. Cometió una tentativa de suicidio. Pero el hombre que ella creía que era su padre no lo era en realidad. Para desembarazarla de sus temores, su madre le confesó la verdad y le concertó una entrevista con su verdadero padre. La semejanza física era tan grande que la enferma vio desaparecer en un instante todas sus dudas. Desde entonces renunció a la idea del suicidio, recobró su alegría progresivamente y se restableció su salud». 

“Si existiera un determinismo orgánico/psíquico de origen hereditario que predispusiera a los seres humanos a matarse, debería influir aproximadamente igual en ambos sexos”, y no es así. 

Alega Durkheim que “si fuera un mecanismo hereditario definido y funcional debería activarse desde los primeros años” y el suicidio es extremadamente raro en los niños. ¿Cómo se podría atribuir a la herencia una tendencia que no aparece más que en los adultos y cobra fuerza conforme el hombre avanza en la vida? “La herencia no evoluciona, se activa en el momento de la fecundación. ¿Puede decirse que la tendencia al suicidio existe en estado latente desde el nacimiento aunque no se active más que bajo la acción de otra fuerza de aparición tardía y de evolución progresiva? Eso sería reconocer que la influencia hereditaria es, todo lo más, una predisposición general e indeterminada, pues si precisa del concurso de otro factor y sólo se manifiesta cuando aquel existe y en la medida que existe, ese factor será su verdadera causa”. 

En este caso se hace difícil saber el número de españoles que se suicidan viviendo en el extranjero, pero sinceramente, no creo que el español que decide vivir en el caribe se suicide por ser español mientras toma mojitos en la playa (aunque teniendo como presidente a Pedro Sánchez la idea no es tan descabellada). 

Fuente: Researchgate

El clima

Morselli afirmaba que, en el espacio comprendido entre los 47 y 57 grados de latitud y los 20 y 40 grados de longitud (centro y este de Europa), es donde se registraban más suicidios. Durkheim opina que en su época había relativamente pocos suicidios en Italia, pero hubo muchos en tiempos del Imperio, cuando Roma era la capital de la Europa civilizada. “No es en invierno ni en otoño cuando el suicidio alcanza su máximo, sino en estaciones bellas, cuando la naturaleza es más risueña y la temperatura más dulce. De 1000 suicidios anuales, entre 590 y 600 se cometen con buen tiempo, y sólo 400 el resto del año”. Las estaciones “suicidas” de Durkheim eran por número de suicidios verano, primavera, otoño, invierno. Esta relación se comprueba, sin excepción alguna, en Dinamarca, Bélgica, Francia, Prusia, Sajonia, Baviera, Wurtemberg, Austria, Suiza, Italia y España. Ferri intentó explicar cómo se puede producir este efecto. Por una parte el calor aumenta la excitabilidad del sistema nervioso; por otra, como en la estación cálida no hay necesidad de consumir tantos alimentos para mantener la temperatura corporal, se acumula energía que tiende, por naturaleza, a buscar su utilidad en forma de actos violentos. El suicidio es una de estas manifestaciones y el homicidio otra, y de ahí que las muertes voluntarias se multipliquen en verano a la par que los delitos de sangre. Esta teoría seduce por su sencillez y, a primera vista, parece casar tan bien con los hechos que aparenta ser su expresión más inmediata. Pero en realidad, dista mucho de explicarlos, según Durkheim. Ferri “supone que su antecedente psicológico es un estado de sobreexcitación, que consiste en un acto violento y que sólo es posible con un gran despliegue de fuerza. En cambio, el suicidio resulta frecuentemente de una extrema depresión. Es imposible que el calor obre de la misma manera sobre uno y otro; si estimula el suicidio exaltado rara vez producirá un suicidio melancólico. Sin embargo, el fenómeno no depende sólo del calor; el frío violento obra de la misma manera. De ahí que, durante la retirada de Moscú, el ejército francés se viera diezmado por numerosos suicidios”. En Italia la temperatura en invierno es mucho más baja que en otoño (2,3° C en lugar de 13,1° C) y la mortalidad voluntaria es aproximadamente la misma en ambas estaciones (196 casos en la una y 194 en la otra), dice Durkheim. En todos los países de Europa: a partir del mes de enero inclusive, la evolución del suicidio suele ser ascendente de un mes para otro hasta más o menos junio y descendente a partir de ese momento hasta fin de año. Cuando los días se alargan más, los suicidios aumentan mucho (de enero a abril) y ambas se detienen a la par (entre abril y junio). Hallamos idéntica correspondencia en el periodo de decrecimiento. Aunque se trate de meses diferentes, si el día tiene más o menos la misma duración, existe aproximadamente el mismo número de suicidios (julio y mayo, agosto y abril). En toda estación, la mayor parte de los suicidios se cometen durante el día.

Brierre de Boismont consultó los expedientes de 4595 suicidios cometidos en París entre 1834 y 1843. En los 3518 casos en los que se ha podido establecer el momento de cometerse el hecho, 2094 habían sido cometidos por la mañana, 766 por la tarde y 658 por la noche. Es así también en Prusia que tiene un clima muy distinto al de Francia. “Descontada esta explicación, sólo queda que el día favorezca el suicidio porque es cuando se hacen negocios, las relaciones humanas se cruzan y entrecruzan y la vida social resulta más intensa”. Guerry, por otra parte, determinó en 6587 casos de suicidio el día de la semana y dedujo que el suicidio disminuye a finales de semana, a partir del viernes. También se aprecia que en las grandes ciudades, al contrario de lo que ocurre en el resto de la sociedad, se suele registrar el máximo de suicidios en primavera. Si las muertes voluntarias son más numerosas de enero a julio, no es porque el calor ejerza una influencia perturbadora sobre el organismo, sino que es porque la vida social resulta más intensa, concluye Durkheim. En la actualidad, en España no hay un mes que sobrepase al resto significativamente. Sí es cierto que Julio fue el mes con más suicidios en 2021, pero seguido de cerca por mayo, junio y diciembre. En el mundo tampoco hay una diferencia significativa entre los distintos climas. En 2023 Rusia era el país con la tasa porcentual más alta de suicidios, seguida de Albania, Sudáfrica y Maldivas. Como puede verse, el clima tampoco influye, ya que países como República Dominicana o Austria tienen una tasa muy baja de suicidios. 


La imitación 

Los seres humanos cuando nos reunimos influencia os los unos en los otros. Seguimos las modas, los usos y  también solemos actuar así en el orden moral. Puede ocurrir que reproduzcamos un acto que vemos o reconocemos únicamente porque ha ocurrido en nuestra presencia o porque hemos oído hablar de él. Así, bailamos, reímos o lloramos cuando vemos a otro bailar, reír o llorar. Así es también como la idea homicida pasa de una conciencia a otra. Es la imitación por la imitación misma. Sabemos que la influencia mutua puede transformar a un burgueses inofensivos individualmente en un monstruo terrible si se juntan, véase la Revolución Francesa. Pero obrar por respeto o por temor a la opinión ajena no es obrar por imitación. “Hay imitación cuando un acto tiene como antecedente inmediato la representación de otro acto semejante, anteriormente realizado por otro, sin que entre esta representación y la ejecución se intercale operación intelectual alguna, explícita o implícita, que se relacione con los caracteres intrínsecos de los actos reproducidos”.  La epidemia es un hecho social producido por causas sociales; el contagio no es más que un encadenamiento más o menos repetido de hechos individuales. Del hecho de que el suicidio se contagie de un individuo a otro no se desprende a priori que este contagio produzca efectos sociales, es decir, influya sobre la tasa de suicidios. Según Guerry, si se parte de un punto cualquiera de la periferia de la nación y se avanza en dirección a la capital, se multiplicarán los suicidios a medida que nos acerquemos a ella. En definitiva, lo que demuestran todos los mapas en la época de Durkheim es que el suicidio, lejos de distribuirse más o menos concéntricamente en torno a ciertos focos de irradiación y disminuir progresivamente a partir de ellos, aparece de forma relativamente homogénea y al margen de todo foco. Podemos explicarlo con facilidad si concluimos que el suicidio depende absolutamente del medio social. Existe una razón más general que explica por qué no apreciamos los efectos de la imitación en las estadísticas. Y es que, en sí misma, la imitación no influye sobre el suicidio. En adultos, salvo en los raros casos de monoideísmo (preferencia sobre una sola idea) más o menos absoluto, el registro de un suicidio no basta para engendrar un acto similar, a no ser que afecte a un sujeto especialmente inclinado a él ya de por sí. En realidad, lo que puede contribuir a una progresión del suicidio y del homicidio no es el hecho de hablar de él, sino la forma en que se habla de él. En España, dado que los datos sobre suicidios no reflejan el parentesco o la cercanía de unos casos con otros, es imposible argumentar en favor o en contra de la imitación. Lo que sí podemos añadir es que si la imitación fuera el verdadero motivo del suicidio no estaríamos hablando de 4100 personas fallecidas sino de 4100 familias desaparecidas. 


La religión 

Durkheim comenta que si echásemos un vistazo al mapa europeo de suicidios, reconoceríamos a primera vista que en los países católicos, como España, Portugal e Italia, el suicidio está muy poco extendido, mientras que alcanza su máximo en los países protestantes: Prusia, Sajonia y Dinamarca. En los estados alemanes, esta afirmación no cuadra, ya que Sajonia, católica, es donde se suicidaba más gente. Al comparar las distintas provincias francesas, Durkheim halló que los suicidios estaban en relación directa con el número de protestantes y en relación inversa con el de católicos. Suiza resulta muy interesante desde este mismo punto de vista, pues como comparte población francesa y alemana, se puede observar por separado una influencia similar del culto sobre ambas razas. En los cantones católicos se producen cuatro o cinco veces menos suicidios que en los cantones protestantes, sea cual fuere la nacionalidad de sus habitantes.

Por lo que respecta a los judíos, dice Durkheim, su tendencia al suicidio siempre es menor que la de los protestantes y generalmente también es inferior, aunque en una menor medida, a la de los católicos. Durkheim cree que las confesiones menos numerosas, al tener que luchar contra la hostilidad de las poblaciones que las rodean, se ven obligadas a ejercer sobre sí mismas una mayor vigilancia y a suscribir una disciplina particularmente rigurosa moralmente hablando. En regiones como el Alto Palatinado o la Alta Baviera, donde la población es casi por entero católica (92 y 96 por cien respectivamente), hay 300 y 432 suicidios de protestantes por cada 100 de católicos (ambas prohíben el suicidio con el mismo rigor). No solamente lo castigan con penas morales de una extrema severidad, sino que uno y otro enseñan igualmente que más allá de la tumba comienza una nueva vida, en la que se castigará a los hombres por sus malas acciones, entre las que, tanto el protestantismo como el catolicismo, incluyen el suicidio. Si el protestantismo favorece la tendencia al suicidio no es porque trate el tema de forma diferente al catolicismo. La única diferencia esencial entre el catolicismo y el protestantismo consiste en que el segundo admite el libre albedrío con mayor extensión que el primero. Mientras que entre los pueblos protestantes durkheimianos (Sajonia, Noruega, Suecia, Baden, Dinamarca y Prusia) de cada 1000 niños en edad escolar (es decir, entre seis y doce años), una media de 957 frecuentaban la escuela durante los años 1877-1878, en las poblaciones católicas (Francia, Austria-Hungría, España e Italia) sólo eran 667, o sea, un 30 por cien menos. El país protestante donde esta cifra era menor era Prusia, que estaba muy por encima de Francia y que figuraba a la cabeza de los países católicos en niños escolarizados. Durkheim se pregunta si la enseñanza disminuye la fe y la falta de esta, inclina al suicidio. Cogiendo los datos del sociólogo francés, los protestantes son más instruidos que los católicos y se suicidan más. Pero no sólo podemos probar la teoría comparando ambos cultos. Se cumple igualmente en el seno de cada confesión religiosa.

Italia es totalmente católica. La instrucción popular y el suicidio se distribuía exactamente de la misma forma. En cambio en Francia, los departamentos donde había más cónyuges analfabetos (Corrèze, Córcega, las costas del Norte, Dordogne, Finisterre, Las Landas, Morbihan y el Alto Vienne) estaban relativamente libres de suicidios. Había más suicidios en Sajonia que en Prusia, y Prusia tenía más analfabetos que Sajonia (5,62 por cien, en lugar de 1,3, en 1865). Finalmente, de todos los países protestantes, era en Inglaterra donde había menos suicidios y también donde la instrucción era más similar a la de los países católicos. Algunos estudios de la época demostraron que los suicidios dependían más de la vida cotidiana que de la fe que se promulgase, aunque sí se corroboró que la práctica religiosa protege algo contra los suicidios. De todas las confesiones religiosas, el judaísmo era la que registra menos suicidios, y no hay otra religión en que la instrucción esté más extendida. Además, es una ley general que las minorías religiosas, para defenderse mejor del odio del que son objeto o sencillamente por una especie de emulación, se esfuerzan por ser superiores en saber a las poblaciones que las rodean. Esto, para Durkheim es una forma de compensar la situación de desventaja en la que se coloca la opinión pública y, a veces, la ley frente a éstas minorías (en la actualidad es lo contrario, cuanto más minoritario y desvalido eres más ayudas públicas obtienes). 

El protestante no cree menos que el católico en Dios y en la inmortalidad del alma. Es más, la religión que menos tendencia muestra al suicidio, el judaísmo, es precisamente la única que no lo proscribe formalmente y es también aquella en la que la idea de la inmortalidad desempeña un papel menor. Si protege al hombre contra el deseo de destruirse no es porque le prescriba, con argumentos sui generis, el respeto a su persona; es porque constituye una comunidad con cierto número de creencias y prácticas tradicionales comunes a todos los fieles y, por consiguiente, obligatorias. Cuanto más numerosos y fuertes son estos estados colectivos, más fuertemente integrada está la comunidad religiosa y mayor virtud preventiva tiene. Como la Iglesia protestante no tiene el mismo grado de cohesión que las otras, no ejerce sobre el suicidio la misma acción moderadora.

Viendo el mapa mundial de suicidios, Rusia (el país con más suicidios) tiene como religión oficial la cristiana ortodoxa. El segundo país con más suicidios, Albania, su religión es la musulmana sunní y en Sudáfrica (tercer país según datosmacro.com) la religión mayoritaria es el protestantismo. En el puesto noveno aparece Singapur, que es budista. Así pues los creyentes de una religión no se suicidan más que otros creyentes. 

Fuente: Gobierno de Canarias 


Clase social

Dice Durkheim que la tasa de suicidios es excepcionalmente baja entre las capas superiores de la sociedad y es en cambio la clase media la que sufre dicho síntoma. En Francia, entre 1826 y 1880, las profesiones liberales ocupaban el primer lugar en la escala, arrojando 550 suicidios por cada millón de habitantes del mismo grupo profesional, mientras que las labores domésticas, que ocupan el lugar inmediatamente posterior, no arrojan más que 290. En Prusia (años 1883-1890) el cuerpo de funcionarios públicos, que se recluta con gran esmero y constituye una aristocracia intelectual, está por encima de todas las demás profesiones, con 832 suicidios. En Baviera si se deja a un lado al Ejército, cuya situación desde el punto de vista del suicidio es excepcional, los funcionarios públicos ocupan el segundo lugar, con 454 suicidios, cifra que roza la del ejército. El comercio sólo les supera levemente, con 465; las artes, la literatura y la prensa les siguen de cerca con 416. 

En la actualidad, en España, las profesiones con más suicidios son las que están relacionadas con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y según el informe de Milner en 2013 se concluyó que las profesiones menos cualificadas (limpieza, construcción, agricultura, etc.) tenían una mayor tasa de suicidios. También hay más suicidios en el ramo de la medicina (médicos, veterinarios, enfermeros/as y dentistas). Según la web SOM360, de prevención del suicidio, las principales razones para el suicidio de según qué profesiones son la accesibilidad y conocimiento del uso de medios letales, las reticencias a pedir ayuda, determinadas situaciones a las que se expone la persona en su ámbito laboral y la exposición frecuente a situaciones traumáticas. Siguiendo la misma web, sufren más aquellos que tienen baja capacidad de control sobre la propia tarea, baja consideración social y económica y altas exigencias laborales. 

Con estos datos podemos afirmar que son las clases media y baja las que sufren una mayor tasa de suicidios, pero en este caso podemos atribuir a este hecho la alta influencia que tiene la anomia en estas clases y no a su estatus social. 

En tiempos de crisis, Durkheim nos pone como ejemplo Viena, que en 1873 sufrió una crisis financiera que alcanzó su cénit el año siguiente. En estos años la tasa de suicidios se elevó rápidamente. De 141 en 1872 subió a 153 en 1873 y a 216 en 1874, con un aumento de un 51 por cien en relación a 1872 y de un 41 por cien en relación a 1873. Lo que demuestran estas estadísticas según Durkheim es que la crisis fue la única causa de este crecimiento y que este se manifiesta cuando la crisis se agudiza, es decir, durante los cuatro primeros meses de 1874. Entre el 1 de enero y el 30 de abril, se habían contabilizado 48 suicidios en 1871, 44 en 1872, 43 en 1873 y 73 en 1874. El aumento es de un 70 por cien. La misma crisis, que estalló en la misma época en Fráncfort del Meno, generó los mismos efectos. En los años que precedieron a 1874 se producían una media de 22 suicidios al año, en 1874 hubo 32, o sea un 45 por cien más. En efecto, si las muertes voluntarias aumentasen al hacerse más cruda la vida, deberían disminuir sensiblemente cuando el bienestar aumenta. Si bien es cierto que cuando el precio de los alimentos de primera necesidad se eleva en exceso ocurre lo mismo con los suicidios, no se comprueba que desciendan por debajo de la media en caso contrario, comenta Durkheim. En Prusia, en 1850, el trigo alcanzó el precio más bajo de todo el periodo de 1848-1881; estaba a 6,91 marcos los 50 kilos. Sin embargo, en este mismo momento, los 1527 suicidios de 1849, pasaron a ser 1736 en 1850, lo que supone un aumento del 13 por cien. La cifra continúa creciendo durante los años 1851, 1852 y 1853, aunque los precios del trigo se mantuvieran bajos. En 1858-1859 volvieron a bajar; sin embargo, los suicidios se elevaron de 2038 en 1857, a 2126 en 1858 y 2146 en 1859. El dato es curioso, los suicidios aumentan en tiempos de crisis y en tiempos de bonanza. Pero lo que demuestra mejor aún que el desastre económico no tiene la influencia agravante que se le suele atribuir es que produce más bien el efecto contrario. En Irlanda, donde el aldeano llevaba una vida muy penosa en el siglo XIX, había muy pocos suicidios. En la mísera Calabria casi no había suicidios; en España había 10 veces menos suicidios que en Francia. Hasta se puede decir, comenta Durkheim, que la miseria protege en algunos países. “Así pues, si las crisis industriales o financieras aumentan el número de suicidios no es por lo que empobrecen, puesto que las crisis de prosperidad tienen el mismo resultado; es porque son crisis, es decir, perturbaciones del orden colectivo. Toda ruptura de equilibrio incentiva la muerte voluntaria, aun cuando de ella resulte un bienestar mayor y un incremento de la vitalidad general. Siempre que se producen en el cuerpo social serias reorganizaciones, ya sea por un súbito crecimiento o por un cataclismo inesperado, el hombre se mata más fácilmente”. Durkheim explica que el hecho de que haya más suicidios en épocas de bonanza refiere a que cuanto más se tiene, más se desea “puesto que las satisfacciones recibidas estimulan las necesidades, en lugar de calmarlas”. “Para que esto no suceda, las pasiones deben dejar de ser ilimitadas. Sólo entonces podremos armonizarlas con nuestras facultades y satisfacerlas”. Las necesidades cambian con los ciclos económicos y los inconformista también cambian. El inconformista aguerrido matará para obtener pan en tiempos de crisis o para obtener más dinero en tiempos satisfactorios. En cambio, el inconformista débil se suicidará. “El resultado es que no están adaptados a la condición que se les crea y que, desde su perspectiva, es intolerable”. La codicia se mezcla con la desesperanza para los débiles de mente. En cambio, la pobreza extrema protege contra el suicidio. 


Observen este mapa y compárenlo con el de suicidios. Salvo el oriente africano, en dicho continente coincide la pobreza con las bajas tasas de suicidios. Y al revés sucede en Europa, Rusia, Japón y Estados Unidos. Es cierto, la pobreza, junto con la religión protegen del hecho de matarse uno mismo. “Por mucho que se quiera, para satisfacer los deseos hay que contar con medios; lo que se tiene, determina lo que se quiere tener. Por consiguiente, cuanto menos posea uno, menos intenta ampliar el círculo de sus necesidades. En cambio la riqueza, por los poderes que confiere, crea la ilusión de que nos engrandecemos por nosotros mismos”. “De ahí que tantas religiones hayan celebrado, no sin razón, los beneficios y el valor moral de la pobreza. Porque es, en efecto, la mejor de las escuelas para enseñar al hombre a contenerse”. Por ello mismo, tanto la vagancia como la avaricia son pecados capitales. “El prudente, que sabe gozar de los resultados sin experimentar perpetuamente la necesidad de reemplazarlos por otros, se aferra a la vida, gracias a ello, cuando llega la hora de las contrariedades”. “En las sociedades donde está sometido a una sana disciplina, el hombre soporta también más fácilmente los golpes de la desgracia. Habituado a contrariarse y a contenerse, el esfuerzo necesario para imponerse un poco más de pesar le cuesta relativamente poco”.

Fuente: Datosmacro.com


En España la crisis de 2007 y 2008 no trajo un aumento significativo de suicidios. Como se puede ver en la tabla, 2007 tuvo menos suicidios que 2012 y 2005. Es más, de 2005 a 2011 los suicidios totales bajaron respecto años anteriores y posteriores donde se suponía que la economía iba bien. Así, podemos asegurar que el pobre, por necesidad, se mata menos que el medio rico y el rico, que lo hace por codicia. El pobre carece de ella. 

Según la ocupación que se tenga el riesgo de suicidio es mayor y depende también de la renta. En el primer puesto están los Cuerpos de Seguridad del Estado (policías y militares). En este sentido Durkheim trata en un solo apartado el suicidio en el ejército. Es un hecho constatado en todos los países de Europa que la tendencia de los militares al suicidio es muy superior a la de la población civil de la misma edad. La diferencia oscila entre un 25 y un 900 por cien. 

En España desde 2001 hasta 2019 el número de suicidios arrojan un dato dramático: 404 hombres o mujeres pertenecientes a estos cuerpos se han quitado la vida. De ellos 235 pertenecían a la Benemérita, 160 a la Policía Nacional y nueve a las Fuerzas Armadas. Al menos 30.177 soldados estadounidenses se habrían suicidado desde 2001 hasta 2021, según un estudio de la Universidad de Brown. Entre 1870 y 1884 los militares estadounidenses suicidados según Durkheim fue de 680 por millón de soldados. A primera vista sorprende este hecho ya que parece que deberían ser muchas las causas que preservaran al ejército del suicidio. En primer lugar, los individuos que lo componen son, desde el punto de vista físico, la flor y nata del país. Escogidos con cuidado, no tienen defectos orgánicos graves. Además, el espíritu de cuerpo y la vida en común deberían ejercer aquí la misma influencia profiláctica que en otras partes. ¿De dónde procede, pues, tan considerable agravamiento? ¿A qué podemos atribuirlo?

Se ha pensado en el alcoholismo que, al parecer, se ensaña con más violencia en el ejército que en la población civil. Pero si, como se ha demostrado, el alcoholismo no influye sobre la tasa de suicidios general, tampoco debería influir sobre la tasa de los suicidios militares en particular. La causa que se ha invocado más frecuentemente es el disgusto con el servicio. Esta explicación concuerda con la hipótesis común que atribuye el suicidio a las dificultades de la existencia, porque los rigores de la disciplina, la ausencia de libertad, la privación de toda comodidad, hacen que se tienda a considerar la vida de cuartel particularmente intolerable. A decir verdad, parece que hay muchas otras profesiones más rudas que, sin embargo, no refuerzan la inclinación al suicidio. Al menos, el soldado siempre está seguro de tener albergue y comida suficiente. “De todos los grupos que componen nuestras sociedades modernas, el ejército es el que más recuerda a la estructura de las sociedades inferiores. También es un grupo bien trabado y compacto que constriñe fuertemente al individuo y le impide actuar según su criterio. Puesto que esta constitución moral es el terreno natural del suicidio altruista, tenemos muchas razones para suponer que el suicidio militar tiene el mismo carácter y proviene del mismo origen. Así se explica por qué el coeficiente de agravación aumenta con la duración del servicio; la tendencia a la renuncia, ese gusto por la impersonalidad, se desarrolla como consecuencia de un adiestramiento más prolongado”, dice Durkheim.

Otro sector muy perjudicado es el sanitario, siendo los médicos los que más sufren el suicidio. Después estarían los trabajadores de la construcción (carpinteros, electricistas y mineros), artistas y deportistas profesionales y mecánicos. Es curioso ver como los profesionales que tratan con la muerte en su día a día son los más suicidas. Y este hecho corrobora lo expuesto anteriormente, son profesiones con un nivel de ingresos medio-alto. 


La familia, estado civil y sociedad política.

Si sólo consultamos las cifras absolutas, dice Durkheim, parece que los solteros se matan menos que los casados. Un gran número de solteros tienen menos de dieciséis años, mientras que todos los casados son de más edad (recordemos que estamos a finales del siglo XIX). Hasta los dieciséis años, la tendencia al suicidio es muy débil en esa época. En Francia sólo se producían en este periodo de la vida, uno o dos suicidios por cada millón de habitantes. La presencia de un gran número de muchachos por debajo de los dieciséis años entre los solteros hace descender indudablemente la tendencia media, pero este descenso se debe a la edad y no al celibato. Durkheim halló que, entre 1863 y 1868, hubo una media de 173 suicidios por millón de solteros mayores de dieciséis años y de 154,5 por millón de casados. Ambas cifras están en una relación de 112 a 100. En Francia, la mayoría de los solteros, exactamente un 58 por cien, tenía entre quince y veinte años; la mayoría de las solteras, exactamente un 57 por cien, tenían menos de veinticinco años. La edad media de los primeros era de 26,8; la de las segundas, de 28,4. En cambio, la edad media de los casados estaba entre cuarenta y cuarenta y cinco años. 

“Si la comunidad familiar no hiciese sentir su influencia, por su edad los casados deberían matarse una mitad más que los solteros y se suicidan menos. Podemos afirmar, por consiguiente, que el matrimonio reduce aproximadamente a la mitad el peligro de suicidio o, más exactamente, el celibato agrava la tendencia al suicidio”, concluyó Durkheim. En todas partes la tasa de suicidio de los casados era, más o menos, inferior a la de los solteros cuando, por razón de edad, debería ser más elevada. Así, un millón de viudos arrojó, entre 1863 y 1868, 628 suicidios, mientras que entre un millón de hombres de sesenta y cinco años de los demás estados civiles hubo alrededor de 461.

Los matrimonios muy precoces ejercían una influencia agravante en la tendencia al suicidio, sobre todo en los hombres. A partir de los veinte años, los casados de ambos sexos se beneficiaban de un coeficiente de preservación en relación a los solteros. El coeficiente de preservación de los casados en relación a los solteros variaba según los sexos. En cambio la viudez disminuye el coeficiente de preservación de los esposos de ambos sexos, pero no lo suele suprimir por completo. Los viudos se mataban más que los casados pero, por lo general, menos que los solteros. La inmunidad de la que gozaban los casados sólo puede atribuirse a una de las dos causas siguientes según Durkheim:

  • o se debe a la influencia del entorno doméstico, y entonces sería la familia la que, con su acción, neutralizaría la tendencia al suicidio o impediría que estallara 

  • o se debe a lo que se denomina la selección matrimonial. No se casa el que quiere; hay pocas probabilidades de fundar una familia cuando no se reúnen determinadas cualidades de salud, fortuna y moralidad. Los que no las tienen acaban siendo, a menos que se dé el concurso excepcional de circunstancias favorables, el tipo de solterones que forman parte de los desechos humanos del país como los enfermos, los incurables, la gente demasiado pobre o con taras notorias. 

Según esta hipótesis, el privilegio de los casados procedería, simplemente, de que sólo tienen vida de familia los que ofrecen serias garantías de salud física y moral. 

Pero hay otra variedad del suicidio anómico en la que nos vamos a detener, porque es más crónica y porque nos permitirá poner en claro la naturaleza y las funciones del matrimonio.

En los Annales de demographie internationale (septiembre de 1882), el señor Bertillon publicó un notable trabajo sobre el divorcio en el que estableció la siguiente proporción: en toda Europa, la tasa de suicidios variaba con la de los divorcios y las separaciones. Según este autor, el número de los suicidios y el de los divorcios variaban paralelamente porque uno y otro dependían de un mismo factor: la frecuencia mayor o menor de individuos desequilibrados. 

“En este punto puede formularse una primera hipótesis: en todos los países donde existen los informes necesarios, los suicidios de divorciados son incomparablemente superiores en número a los de otros grupos de población. Así, los divorciados de ambos sexos se suicidan entre tres y cuatro veces más que los casados, aunque sean más jóvenes (cuarenta años en Francia, en lugar de cuarenta y seis) y sensiblemente más que los viudos, a pesar de la agravación que resulta para estos últimos, de su edad avanzada”. ¿Por qué ocurre esto? En efecto, la viudez es una perturbación de la existencia; suele tener, en general, consecuencias mucho más dolorosas, puesto que no es deseada por los esposos, mientras que el divorcio a menudo es una liberación en palabras de Durkheim. Y, sin embargo, los divorciados que a causa de su edad deberían matarse dos veces menos que los viudos, se suicidan más en todas partes, hasta dos veces más en algunos países. “La correspondencia entre divorcios y suicidios es en efecto, en los pueblos donde el divorcio es frecuente, esta constitución sui generis del matrimonio, de la que depende, debe estar necesariamente muy extendida, porque no se da sólo en las uniones predestinadas a una disolución legal”. En cambio el coeficiente de preservación de las mujeres casadas se eleva a medida que los divorcios son más frecuentes, y viceversa. Es decir, cuanto más fácil es divorciarse menos suicidios de mujeres casadas hay, o había. En los países donde el divorcio no existe, la mujer está menos inmunizada que el marido, aunque el número de suicidios sigue siendo mayor en los hombres, y la tasa de suicidio de casadas supera a la de las solteras. Durkheim concluye: “Se puede considerar probada la ley siguiente: Tanto más favorece el matrimonio a la mujer desde el punto de vista del suicidio, cuanto más se practica el divorcio y viceversa. Un debilitamiento del espíritu familiar no puede producir efectos tan opuestos sobre ambos sexos: no puede favorecer a la madre y afectar tan gravemente al padre. Por consiguiente, es en el matrimonio y no en la constitución de la familia donde se halla la causa del fenómeno que estudiamos”. La vida en familia afecta entonces de manera distinta a ambos sexos. Entre 1821 y 1870 la media de matrimonios anuales por cada 1000 habitantes fue de 7,9, mientras que en ese mismo periodo la tasa de suicidios por millón de habitantes se elevó de 54 a 180. Entre 1880 y 1888, la nupcialidad descendió ligeramente a 7,4 mientras los suicidios aumentaron un 16%. Durante los años 1887-1891, un millón de esposos sin hijos cometió por año 644 suicidios, mientras que los solteros 975 suicidios, concluyendo que los casados estériles se suicida un tercio menos que los solteros de igual edad. Cosa muy distinta sucede cuando se tienen hijos. Un millón de casados con hijos cometía anualmente, durante ese mismo periodo, sólo 336 suicidios. Los viudos con hijos se suicidan menos que los casados con hijos. “En cierto sentido, los hijos atan el viudo a la vida, pero también agudizan la crisis por la que atraviesa”. Un millón de casadas sin hijos cometían 221 suicidios; un millón de solteras de la misma edad (entre los cuarenta y dos y cuarenta y tres años) sólo 150. Así, en Francia, las mujeres casadas sin hijos se suicidaban el doble que las solteras del mismo sexo y edad. La presencia de los hijos corrige y atenúa el mal efecto del matrimonio en la mayoría de los casos, por eso un millón de mujeres con hijos arrojaban solamente 79 suicidios. Las viudas sin hijos se suicidaban casi el doble que las solteras de su edad. “Es una idea muy extendida, en efecto, que la viuda se encuentra en una situación más crítica que el viudo. La mujer pone tanta frialdad en reincidir en las segundas nupcias como ardor pone el hombre”. “La familia preserva muy bien de la tendencia al suicidio, tanto mejor cuanto mejor constituida esté”, concluye Durkheim. 

 

Fuente: INE (2001) (en marrón hombres, azul mujeres) 


Cómo se ve en esta gráfica, si sumamos los suicidios de personas solas la cifra supera por poco a la de los casados. Aún siendo la soledad un factor de riesgo, son las personas casadas las que más se suicidan, aunque deberíamos conocer su opinión sobre la felicidad en su matrimonio para eliminar otros factores como puede ser el socioeconómico. La diferencia entre los datos que manejaba Durkheim y los actuales es significativa. En tiempos de Durkheim la mujer generalmente se ocupaba de la casa y el hombre llevaba dinero a casa. Si el hombre faltaba, la mujer debía trabajar, dejando a las personas a su cargo desatendidas. Y por supuesto el divorcio aún no estaba muy bien visto, sobre todo si era la mujer quien lo pedía. Además, como la mujer se encargaba de criar a los hijos, no le era posible escoger la opción suicida, ya que sabía que el padre se desentendería de ellos. Según Durkheim, el hombre casado se suicida más porque pierde la oportunidad de preñar a más mujeres, que es su sino genético, pero reconoce que las costumbres le conceden ciertos privilegios que le permiten atenuar el rigor del régimen matrimonial. La mujer, en cambio, no obtiene ninguna compensación en el matrimonio. Para ella la monogamia es una obligación estricta, sin atenuantes de ninguna especie. Sólo donde existe el divorcio puede haber una verdadera inestabilidad matrimonial porque rompe completamente el matrimonio, mientras que la separación sólo suspende parcialmente ciertos defectos sin devolver a los esposos su libertad. Según un cálculo de Legoyt, en Sajonia, durante el periodo 1847-1856, un millón de divorciados habían arrojado un promedio anual de 1400 suicidios y un millón de separados sólo 176. Este último porcentaje es incluso inferior al de los esposos (318). La esperanza de volver con su mujer parece que les inmuniza. 

En el caso de los solteros Durkheim añade que la fuerte tendencia al suicidio de estos proviene, en parte, de la anomia sexual crónica, la agravación es más significativa cuando el instinto sexual está en su máxima efervescencia. En su estudio, entre los veinte y los cuarenta y cinco años, el porcentaje de suicidios de los solteros crece mucho más deprisa que después; en el transcurso de este periodo se cuadruplica, mientras que entre los cuarenta y cinco años y la edad máxima (después de los ochenta años), sólo se duplica. Esta tendencia hoy día se ha revertido y son los casados aquellos que echan de menos el sexo. Las redes sociales, las aplicaciones de ligoteo y la liberación sexual de la mujer han revertido la situación, aunque el casado/a tiene también la oportunidad de echar una cana al aire si se le antoja. Con todo, podemos excluir la carencia de sexo como motivo principal de suicidio entre los singles. En este sentido concluye Durkheim “Si, como hemos señalado, los esposos demasiado jóvenes se suicidan mucho más que los solteros de la misma edad es, sin duda, porque sus pasiones son excesivamente tumultuosas y arrogantes como para poder someterlas a una regla tan severa. De ahí que sea probable que el matrimonio no produzca sus efectos bienhechores sino cuando la edad ha calmado un poco al hombre y le hace sentir la necesidad de disciplina. Se dice que la monogamia supone un sacrificio de los instintos polígamos del hombre para realzar y mejorar la condición de la mujer en el matrimonio. En realidad, y al margen de las causas históricas que han motivado esta restricción, es a él a quien más favorece. La libertad a la que el hombre renuncia sólo es para él una fuente de tormentos. La mujer no tenía los mismos motivos para perder su libertad y de ahí que podamos decir que, al someterse a la misma regla, es ella la que se ha sacrificado”. 

Otro caso relevante es el aumento de los suicidios en la adolescencia y la juventud. En época de Durkheim los adolescentes trabajaban para ayudar a la economía familiar y por lo tanto su muerte significaba más pobreza en la familia. Hoy día el adolescente estudia y el joven estudia o trabaja y por lo tanto su vida es más sencilla que sus homónimos de hace dos siglos. Aún así en 2024 los suicidios de 15 a 29 años fueron 174, cifra muy significativa. Según Iván Pérez, de la Universidad Complutense de Madrid, el suicidio es la primera causa de mortandad entre jóvenes entre 24 y 29 años. Desde 2018 hasta la actualidad ha habido un incremento del 5,5% en el número de suicidios en la franja de edad entre 15 y 29 años. Cabe mencionar que el 81,5% fueron hombres (en la franja entre 12 y 18 años la proporción de sexos se iguala) y el 41% vivían en capitales de provincia. El número de suicidios aumenta en los meses anteriores y posteriores a verano en adolescentes y verano y posteriores en jóvenes. Según Save The Children, las niñas menores tienen más pensamientos suicidas que los niños, pero son éstos los que terminan por cometer el acto (las mujeres buscan ayuda, a los hombres les cuesta más). En familias de renta baja la intención de suicidio se triplica respecto a las familias con rentas altas, algo que coincide con menores recursos para su ayuda. Otro factor de riesgo es el estrés y las emociones intensas para las cuales los jóvenes no han podido desarrollar recursos de enfrentamiento que aparecen en conflictos familiares graves, separaciones conflictivas, humillaciones, malos tratos, soledad, desengaños amorosos, muertes de seres queridos, pérdida de amigos, fracaso escolar, bullying o conflictos de discriminación de género. Todo esto ayudado por las redes sociales, cuyo mal uso puede aumentar su vulnerabilidad e influir negativamente en ellos. 


Fuente: Statistics


Otros estudios actuales

El informe del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF) sobre la epidemiología y toxicología de las muertes por suicidio en España en 2019 dio como resultado las distintas cifras:

  • Los suicidios son la principal causa de muerte violenta en España, con 3.671 fallecimientos en 2019, tres veces más que las muertes por accidentes de tráfico. 

  • Las CC. AA. de Andalucía, Valencia, Canarias, Galicia, Madrid, Castilla-La Mancha y Castilla y León, representan el 81,6% de todos los suicidios en España en 2019.

  • Los mecanismos más utilizados fueron la ahorcadura (40,9%), la intoxicación (22,4%), y la precipitación (18,9%). Los mecanismos menos frecuentes incluyen el uso de armas de fuego, armas blancas, sumersión y otros.

  • La media de edad en todos los mecanismos de suicidio se encuentra en el rango de los 50-59 años, excepto en la sumersión (60-69 años).

  • De los 1.715 casos de suicidio analizados, el 77,8% dieron positivo en sustancias tóxicas, mientras que el 22,2% dieron negativo. Esto indica que un porcentaje significativo de personas que se suicidan habían consumido sustancias, lo que sugiere una alta prevalencia del policonsumo de medicamentos.

  • Las sustancias detectadas se clasificaron en grupos como alcohol etílico (EtOH), antidepresivos (AD), antiepilépticos (AE), drogas de abuso, hipnóticos (HIP), opioides de tratamiento (Opi Tto) y otros. 

  • Un 31,3% de los casos habían consumido antidepresivos.

  • En el caso de los hipnóticos, se encontró el mayor porcentaje en Madrid (9,9%), seguido de Castilla y León (9,0%), Valencia (8,2%) y Canarias (7,6%).

  • Un 35,8% de los casos positivos a opioides de tratamiento se encontraron en Andalucía.

El informe "Análisis de las estadísticas oficiales del suicidio en España (1910-2011)" es un estudio que examina la evolución histórica de las tasas de suicidio en España durante el siglo XX y principios del XXI con datos del INE. Este estudio confirma muchas de las hipótesis de Durkheim, especialmente las relacionadas con el nivel de fecundidad y nupcialidad, la edad, el sexo y el índice de envejecimiento, aunque se queja de la deficiente calidad de los datos de suicidios reportados por el INE en algunos años anteriores. En el sexo el estudio confirma que las tasas de suicidio son más elevadas en hombres que en mujeres, manteniendo una proporción aproximada de 3.5 a 1. También  respalda la idea de que la tendencia al suicidio aumenta con la edad, siendo más frecuente en personas ancianas. Subraya, al igual que Durkheim que los altos niveles de fecundidad y nupcialidad tienen un efecto protector contra el suicidio, en especial la presencia de hijos. La investigación señala que en lugares donde hay un gran número de ancianos, se genera un ambiente pesimista que puede fomentar el suicidio y que los bajos niveles de alfabetismo pueden tener un efecto protector del nivel de suicidio, lo que coincide con la idea de Durkheim de que la secularización de la educación y el aumento del nivel educativo contribuían al individualismo. El estudio también contradice a Durkheim en lo referente al impacto del proceso de urbanización y la pobreza sobre el suicidio. En este sentido el estudio concluye que la mortalidad por suicidio oscila procíclicamente, incrementándose en tiempos económicamente buenos y reduciéndose en los malos. A pesar de que las estadísticas de la OMS indican que en España las tasas de suicidio se incrementaron un 75% entre 1974 y 1988 (tiempos económicos buenos con la transición y la llegada de la democracia a este país), esta tendencia se frenó y se ha mantenido estable desde entonces. También se señala los países del sur de Europa han mantenido tasas de suicidio notablemente más bajas que el resto y que las tasas españolas anuales siguen siendo de las más bajas del mundo occidental.

El estudio "Variables socioeconómicas asociadas al suicidio" examina la relación entre factores socioeconómicos y el suicidio, con un enfoque particular en la crisis económica actual en Europa y España. Esta investigación destaca por ser uno de los primeros trabajos que analizaron la relación entre factores socioeconómicos y las tasas de suicidio en Europa entre 2007 y 2011. El objetivo principal es identificar las variables más estudiadas en relación con la conducta suicida y compararlas con los datos disponibles de España y Europa. Algunos puntos clave son:

  • no existe una correlación clara entre la tasa de suicidio y la actual crisis económica en España ni en Europa

  • España muestra una tasa de suicidio inferior a la media europea entre 2007 y 2010. Aunque hubo un incremento en 2008, el suicidio disminuyó en España a partir de ese año, a pesar del empeoramiento de la situación económica.

  • Mientras que las tasas de suicidio en España disminuyeron, países como Alemania y Portugal, que tenían tasas similares o superiores a la media europea, experimentaron un aumento continuo durante el mismo período.

  • Los resultados indican que no hay una relación directa entre la tasa de suicidio y el paro, la carencia material grave, el salario mínimo o el presupuesto destinado a la sanidad. 

  • El estudio también observa que las muertes por drogadicción y alcoholismo varían levemente y de manera diferente en cada país, mientras que los accidentes de transporte y la mortalidad total disminuyen progresivamente.

Otro estudio es el de "Conducta suicida y salud mental, en la Infancia y la Adolescencia en España (2012-2022), según su propio testimonio" de la Fundación ANAR. El estudio se basa en los datos de las llamadas a las Líneas de Ayuda ANAR, incluyendo tanto a menores como a adultos de su entorno, con un total de 9.637 casos entre 2012 y 2022, y 6.137 casos entre 2019 y 2022. También se incluyó un grupo de control de 4.721 casos sin conducta suicida. Los principales hallazgos son:

  • Un aumento alarmante de la conducta suicida en la infancia y adolescencia, especialmente durante la pandemia de COVID-19. Los mayores incrementos en ideaciones suicidas se produjeron entre 2020 y 2021 (112,5%).

  • La mayoría de los casos se dan en adolescentes de 13 a 17 años, con un aumento significativo en este grupo desde 2019. En 2022, este grupo constituyó el 85,8% de las llamadas.

  • Las mujeres adolescentes son el grupo más afectado, especialmente en los casos de intento de suicidio. 

  • La edad media de los menores con conducta suicida es de 15 años, siendo 14 años en los casos de ideación suicida.

  • Los menores con conducta suicida tienen, en su mayoría, un rendimiento escolar "bajo" y baja satisfacción escolar, especialmente en 2022.

  • Se observa un alto porcentaje de familias reagrupadas, migrantes, y con nivel socioeconómico y cultural bajo entre los menores con conducta suicida.

  • Los factores de riesgo en adolescentes son:

    • Problemas de salud mental, como la depresión y la ansiedad.

    • Autolesiones, importante predictor de la conducta suicida.

    • Acoso escolar y ciberacoso.

    • Violencia contra el menor.

    • Consumo de alcohol.

    • Bajo rendimiento y satisfacción escolar.

    • Pertenecer a colectivos vulnerables, como menores de 10 años, personas con discapacidad, migrantes y LGTBI.

    • El uso problemático de las tecnologías se asocia al ciberbullying y a un mayor riesgo de ideaciones suicidas.

  • Factores de protección son:

    • Un buen funcionamiento familiar y relaciones basadas en la confianza actúan como factores de protección.

    • La resiliencia y la capacidad de afrontamiento son factores internos importantes que protegen del suicidio.


Conclusiones 

Como conclusión podemos decir que los tiempos han cambiado, sobre todo en lo que se refiere a la vida conyugal y en concreto a la libertad sexual de la mujer. Es cierto que las estadísticas actuales dan la razón a Durkheim en el hecho de que las causas del suicidio no se deben a factores como la locura, el alcohol, el clima, la religión, la clase social, la imitación, la raza y/o herencia, el sexo, la familia, etc., sino que la causa real podríamos decir que es sociológica (el resto de causas pueden ser detonante pero no la causa en sí). Para Durkheim estos motivos serían simplemente las "repercusiones individuales de un estado general" y actuarían como puntos débiles del individuo, impidiendo que se defienda de las corrientes suicidógenas. Durkheim advierte que las mismas causas aparentes se encuentran en distintas profesiones, como la agricultura y las profesiones liberales, lo que indica que no son las causas determinantes del suicidio. Observa que las tasas de suicidio varían significativamente entre diferentes grupos sociales y países, pero se mantienen relativamente constantes dentro de un mismo grupo social. Esto sugiere que las causas del suicidio no son factores individuales, sino algo que está relacionado con la sociedad.

Las tasas de suicidio son un indicador del estado de salud de una sociedad. Un número elevado de suicidios puede reflejar un estado de perturbación profunda de la comunidad. Y esto nos lleva a admitir la anomia como un factor clave para el suicidio en tiempos de Durkheim y en la actualidad. La anomia (recordemos que se puede definir brevemente como un sentimiento de frustración impuesto por la sociedad en la que vivimos) aparece cuando nuestros deseos no se hacen realidad y hoy día el ser humano tiene tantos deseos irrealistas que cuando vemos la cruda realidad no parece que haya una solución viable para no abandonar este mundo. Los jóvenes desean poseer riqueza sin que haya habido un esfuerzo por su parte para conseguirla. Los adultos anhelan lo mismo. El sufrimiento, el esfuerzo, la perseverancia o la resignación han desaparecido de nuestro vocabulario. Antiguamente el campesino ansiaba ser terrateniente, el terrateniente cortesano, el cortesano rey, el rey emperador y el emperador ansiaba poner el mundo a sus pies. Hoy día esto podríamos simplificarlo diciendo que el pobre ansía ser rico, el rico más rico y el más rico ansía poder. Todos queremos ser guapos, altos y tener mucho dinero para gastar. Pero en vez de cuidarnos y trabajar duramente preferimos tirar de bisturí y echar la primitiva. La tecnología y Netflix nos han convencido para ansiar la vida que nuestros ídolos llevan pero, eso sí, obviando los pasos anteriores. Por poner un ejemplo, los niños quieren ser Cristiano Ronaldo, pero sin pasarse el día entrenando, que la Play Station 5 espera. Las niñas quieren ser Georgina, pero sin moverse del sofá, que el gimnasio cansa y quita horas de Tik Tok. El ser humano siempre ha querido tener más trabajando menos, pero esto no funciona así. Quien algo quiere algo le cuesta. Esta no conformidad con lo que se posee y la vagancia provocan al año más de 700.000 muertes en el mundo. La psique humana no ha evolucionado, vivimos mentalmente en la época neandertal y mientras soñemos con ser quienes no somos y no seamos conscientes de nuestras carencias, la anomia provocará más muertes por suicidio año tras año. El materialismo que nos han infundado las grandes empresas para ganar más dinero año tras año nos ha vuelto imbéciles, si no lo éramos ya. Aunque muchos de nosotros tenemos estudios universitarios y vivimos cómodamente gracias a la avanzada tecnología seguimos siendo unos seres inseguros, egoístas y codiciosos. Y esta desmesurada codicia nos lleva directos a la extinción. Ese es nuestro karma como especie. Dicho esto les animo a seguir siendo inseguros, envidiosos y codiciosos para que este maravilloso planeta pueda albergar una especie inteligente que realmente se lo merezca.