sábado, 12 de marzo de 2016

Perfiles Criminales de Vicente Garrido

Vicente Garrido es un respetado criminólogo y psicólogo valenciano. En 1980 se graduó en criminología por el Instituto de Criminología de la Universidad Complutense de Madrid y en 1984 se doctoró en Psicología por la Universidad de Valencia, de la cual es profesor asociado en psicología penal y de educación correccional. Completó sus estudios con un postgrado en la Universidad de Ottawa (Canadà) en 1986. También es profesor visitante desde 1991 de la Sociedad Británica de Psicología en la Universidad de Salford (Reino Unido). Fue asesor de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias de España, así como del Servicio de Rehabilitación del Departament de Justícia de Catalunya. Entre 1997 y 1999 ejerció de consultor de Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia juvenil en América Latina, supervisando programas en Argentina, Chile, Costa Rica y Uruguay. Es autor de libros especializados y de referencia para expertos, así como de numerosos artículos en revistas de España, Inglaterra y Estados Unidos. Destacan sus estudios sobre la figura del delincuente sexual, el delincuente psicópata y el delincuente drogadicto desde el punto de vista psicológico. El Ministerio de Justicia español le concedió en 1999 la Cruz de San Ramón de Penyafort. Aparece con frecuencia en programas televisivos que tratan asesinatos como invitado (Informe Semanal, Enfoque, Milenium, Espejo público o Cuarto Milenio). También ha colaborado en prensa (La Vanguardia, El Mundo, El País, La Razón, El Correo, Tiempo) y radio.

El perfilador o profiler
El perfilador es el profesional encargado de hacer un perfil físico y psíquico del asesino. Dependiendo del tipo de crimen y de las pruebas extraídas del lugar del crimen, el perfilador podrá ser psicólogo, médico, sociólogo, etc. Tampoco tiene que ser uno solo. Para investigar uno de los casos narrados en el libro, la policía optó por crear un equipo de perfiladores compuesto por un psiquiatra, un ginecólogo, un antropólogo y otros profesionales de la medicina como un osteópata y un pediatra.
Las características que debe tener un perfilador según Vicente Garrido son: experiencia en la investigación criminal, comprensión suficiente de la conducta y de la motivación humanas, capacidad para el razonamiento objetivo y amplitud perceptiva o intuición.
«¿Por qué se ha cometido este crimen, en este lugar y momento, y con esta víctima?». Ésta es la pregunta que da inicio a todo, y mientras el forense se apresta a analizar a la víctima y la policía científica a rastrear las evidencias orgánicas e inorgánicas, los perfiladores, buscarán entender por qué —o para qué— el autor de esa acción violenta hizo lo que hizo, y para ello valoran las decisiones que tomó. Para responder a estas preguntas hay que apoyarse en la victimología. La victimología es muy importante para el analista porque les enseña lo que busca el asesino, es decir, el para qué o el porqué de sus acciones homicidas. Por ello han de analizarlas a fondo: su estilo de vida, sus relaciones, su salud mental y física, sus actividades rutinarias… Han de poder preguntarse: ¿qué significa esta víctima para el asesino?

Victimología:
-Elementos del perfil de la víctima (rasgos físicos).
-Relaciones afectivas (estado marital)
-Estilo de vida
-Profesión
-Educación
-Datos del vecindario
-Historia psiquiátrica y en el sistema de justicia
-Historia sexual y social
-Historia médica
-Últimas actividades

Elementos a considerar en la elección de la víctima:
-Disponibilidad
-Producto de la oportunidad (determinar sus rutinas diarias).
-Es elegida (conductas de vigilancia realizadas dada la actividad y hábitos de la víctima).
-Situación (relacionado con las actividades y rutinas del delincuente y la víctima).
-Vulnerabilidad.
-Relaciones (víctima-delincuente)
-Criterio simbólico (las necesidades que satisface para el delincuente).

Un perfil criminológico puede versar sobre estas tareas:
-Una descripción de la personalidad y características descriptivas del autor desconocido de un crimen o una serie de crímenes.
-Un estudio sobre dónde puede tener su residencia y/o su base de operaciones para cometer sus delitos.
-Una valoración sobre la probabilidad de que cometa futuros delitos y su ubicación.
-Una valoración del caso para proveer al equipo de investigación de nuevas vías de trabajo, por ejemplo, vinculando crímenes diversos en un mismo autor (o diferenciándolos).
-Consejo especializado acerca de cómo gestionar la relación con los medios en un caso de asesinato o violación serial o de un delito particularmente perverso o violento.
-Apoyo en la dirección de las entrevistas (interrogatorios) con el (los) posible sospechoso.

El proceso concreto que sigue el analista es el siguiente:
-Reconstrucción del delito (análisis de cómo se realizó el delito, tomando en cuenta los aspectos situacionales del mismo).
-Evaluación de las características comportamentales del delincuente (descripción de la conducta delictiva como ha sido reconstruida (modus operandi) y evaluación de los aspectos de la conducta no inherentes al delito (firma) ).
-Caracterización de las acciones del delincuente (grado de estructura, eficiencia de su conducta delictiva con respecto a sus fines).
-Evaluación del motivo (evaluación de un hipotético motivo inicial en comparación con el motivo hipotético del crimen analizado).
-Caracterización del delito actual (por ejemplo, determinar si el delito es espontáneo o planificado).
-Perfil del delincuente (edad del autor desconocido, antecedentes penales y perfil geográfico).
-Elaboración de nuevos caminos de investigación (pistas nuevas).

El perfilador debe también hacer un perfil criminológico. Para ello debe tener en cuenta la edad, sexo, formación escolar, historia de delitos o arrestos previos, historial laboral, características de la familia, hábitos, intereses, aficiones, modo de transporte en el suceso, datos geográficos de la zona en la que vive o trabaja y características de personalidad. Pero ante todo el perfilador ha de ser capaz de adoptar la perspectiva intelectual de «ingenuidad» ante el hecho que se presenta en la escena del crimen. Esa ingenuidad significa, por encima de todo, que está el perfilador abierto a todas las posibilidades y que está dispuesto a acudir a donde las evidencias le lleven.
Se debe tener también en cuenta una regla. Si el patrón de conducta X (modus operandi y firma) se ha observado en el crimen actual (resultado), y muchos asesinos conocidos con el perfil psico-sociológico "A" han mostrado este patrón de conducta "X" en el pasado (regla), entonces es posible que un asesino desconocido con el mismo perfil psico-sociológico "A" de los asesinos conocidos haya cometido el crimen actual (lo que se llama inferencia abductiva aplicada al caso de la investigación). Esto es así porque según el caso podemos encontrar patrones parecidos entre distintos asesinos si el modus operandi también es parecido (sadismo infantil, familia desestructurada, víctima de malos tratos, etc). Y lo normal es que cuando una investigación está en marcha, los delincuentes que figuran en los primeros puestos de esa «lista de probabilidad» se conviertan en posibles sospechosos.
Por último, el perfilador debe también contar con una autopsia psicológica. La autopsia psicológica busca esclarecer el relato auténtico de los hechos en casos de muertes de origen dudoso, distinguiendo si éstas fueron producto de fenómenos naturales (un fallo cardíaco, por ejemplo) o bien producto de un accidente, de un suicidio o de un homicidio. Dicho en pocas palabras, la autopsia psicológica intenta recrear la personalidad y el estilo de vida de la persona fallecida, así como las circunstancias que rodearon su muerte. El procedimiento consiste en entrevistar a amigos, familiares y compañeros del fallecido, analizar todo tipo de registros y documentos, y cruzar la información resultante para tratar de obtener la información más fidedigna.
Con todos estos datos, el profiler debe tener suficiente para dar con el criminal.


Terminología a considerar.

Antes de seguir me veo en la obligación de aclarar algunos términos para la mejor comprensión del texto.

Actos de precaución:
Conductas realizadas por un delincuente antes, durante o después de un delito que pretenden de modo consciente confundir una investigación.

Asesinato serial:
El homicidio de tres o más personas a lo largo del tiempo.

Ciencias del comportamiento: Consisten en recoger aspectos psicosociales del escenario del crimen.

GRIC:
Grupo de Respuesta del Incidente Crítico. Es la unidad especializada del FBI que investiga los casos de secuestro, o bien que da apoyo para la investigación a las policías estatales que lo solicitan.

Elementos de oportunidad: Víctima, arma o lugar no planificado de la escena del crimen y aprovechado en la comisión del delito.

Escena del crimen:
Área donde ha tenido lugar un acto criminal.

Firma:
Nos informa sobre el motivo de la comisión del delito y se dirige a satisfacer las necesidades psicológicas y emocionales del delincuente.
La posición de Robert Keppel sobre lo que constituye la firma del delincuente es una de las más aceptadas en la comunidad científica, y se concreta en lo siguiente: la firma es la parte de la escena del crimen que recoge la expresión de las fantasías del autor, es «el conjunto de acciones no necesarias para cometer el delito».

Hipótesis del círculo de Canter:
Si ponemos en un mapa todos los delitos que, se supone, son obra de un mismo delincuente, e identificamos las dos zonas más alejadas entre sí de ese mapa, utilizando esa distancia como el diámetro, trazando a continuación un círculo que cubra todos los delitos, la hipótesis es que el criminal vivirá dentro de ese círculo, posiblemente cerca del punto central.

Investigación criminal:
Consiste en recoger hechos mediante entrevistas e interrogatorios.

Investigación forense:
Consiste en la recogida de evidencias físicas.

Método de ataque:
El control inicial empleado hacia la víctima.

Métodos de control:
Medios empleados para manipular, contener y dominar la conducta de la víctima durante el ataque.

Modus operandi:
Nos informa sobre el modo en que se ha llevado a cabo un delito y tiene una clara naturaleza funcional.
En la escena del crimen hemos de prestar atención al modus operandi y a la firma del delincuente, es decir, a la evidencia conductual. Una definición genérica del modus operandi es señalar que la manera de comportarse de un criminal lo constituyen sus elecciones y conductas por las que pretende consumar un delito. El modus operandi se refiere al «cómo» del delito. Esto es diferente del «por qué» del delito o motivación del delincuente, lo que se conoce como «firma» del delincuente. En el modus operandi buscamos conductas como método de aproximación a la víctima (por engaño o sorpresa), momento del día elegido para actuar, zonas seleccionadas para abordar y atacar a la víctima, arma utilizada y fuerza necesaria para controlar a la víctima. También cómo accede el sujeto a la escena del crimen y cómo la abandona. Forman parte también del modus operandi las llamadas conductas de precaución, que son los actos que realiza el sujeto para evitar que la víctima se oponga a sus deseos y para que no sea reconocido o capturado por la policía (llevar una máscara, tapar los ojos a la víctima, amenazarla para que no lo denuncie a la policía, etc.). La firma del delincuente constituye los rituales o conductas que revelan las fantasías del delincuente. Cuando analizamos esa conducta de firma, conjuntamente con el modus operandi, podemos llegar a concluir qué es lo que motivó al delincuente a cometer el crimen: venganza, ira, sadismo, sexo, lucro o mostrar lealtad a alguien (en el caso de cómplices, generalmente mujeres de asesinos). Y como gran categoría emocional central, que puede existir como móvil preferente pero que se encuentra en todos los asesinos en serie (y otros criminales como violadores) está el control, la necesidad de dominar, de ser alguien diferente mucho más poderoso, de querer trascender la vida convencional que se lleva y aspirar a ser algo más que un ser humano sometido a la moral y a las leyes.

Motivo:
Conjunto de necesidades emocionales, psicológicas y materiales que impelen a una conducta a realizarse con objeto de satisfacer tales necesidades.

Perfil geográfico:
Es la aplicación de técnicas de análisis de la actividad espacial (o geográfica) de los delincuentes a la investigación criminal.

Alevosía:
Emplear medios, modos o formas para asegurarse la comisión del delito, sin riesgo para quien lo ejecuta y sin posibilidad de defensa para la víctima.

Parafilíaco:
Desviado sexual.

Violencia instrumental:
Se refiere a la que se emplea como medio para conseguir otra meta, como venganza, dinero o control de la víctima para abusar de ella (por ejemplo, en términos sexuales).

Violencia reactiva:
La violencia reactiva se ejerce como respuesta a una amenaza percibida o una provocación (en inglés se denomina hot violence , mientras que la violencia proactiva se designa como cool violence).

El psicópata asesino en serie

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, el psicópata es el que padece psicopatía, y la psicopatía es una enfermedad mental. Su definición es: anomalía psíquica por obra de la cual, a pesar de la integridad de las funciones perceptivas y mentales, se halla patológicamente alterada la conducta social del individuo que la padece.
Hay que aclarar también que hay dos tipos de asesinos en serie: organizados y desorganizados. La diferencia consiste en que los primeros, a grandes rasgos, se corresponderían con los psicópatas, mientras que los segundos serían los psicóticos. Estos últimos los define el DRAE como enfermos mentales que se caracterizan por tener delirios o alucinaciones, como la esquizofrenia o la paranoia.
El psicópata es un asesino en serie en potencia. Las características de las personas psicópatas en el ámbito interpersonal son: poseer encanto superficial, narcisismo o grandioso sentido de la autoestima, mentir de manera patológica y emplear con maestría la manipulación y el engaño. Por lo que respecta a la faceta afectiva, destaca la falta de sentimientos de culpa, la ausencia de empatía y las emociones superficiales, junto con la incapacidad de responsabilizarse de los actos cometidos. En la faceta de la conducta o del estilo de vida predomina la irresponsabilidad en el cumplimiento de las obligaciones, la búsqueda de excitación, la impulsividad, la falta de metas realistas y un ánimo de vivir a costa de los demás (vida parásita). Finalmente, en la faceta antisocial, los psicópatas muestran una notable falta de autocontrol, problemas precoces de conducta, delincuencia juvenil, una amplia versatilidad delictiva y el quebrantamiento frecuente de las condiciones de la libertad vigilada o condicional.
Los psicópatas «integrados» (aquellos que son vistos como personas normales por sus vecinos) son otra cosa. Estos individuos tienen un mejor control de los impulsos, planifican más, y cuando al fin deciden delinquir tienen muy claro que merece la pena correr los riesgos con tal de lograr sus propósitos. Pueden delinquir por dinero, propiedades, librarse de alguien incómodo, vengarse de un agravio… Nadie se espera esa violencia porque no tienen antecedentes penales (o al menos éstos no son por delitos graves), trabajan y muchas veces tienen una familia. Muchos psicópatas integrados —la mayoría— no son delincuentes, por más que su compañía sea fuente de dolor para quienes les rodean. Los psicópatas integrados son los más difíciles de apresar, ya que como se ha dicho son personas que hacen vida normal y pueden, durante cierto tiempo, controlar sus ansias de matar. En el libro se expone el caso de Dennis Rader, un asesino en serie con mujer e hijos que tuvo en jaque a la policía y FBI durante más de treinta años en los que asesinó a diez personas, aunque no se descartó más víctimas. Dennis Rader es un ejemplo claro de asesino en serie perfectamente integrado. Era diácono en la iglesia de su pueblo y trabajaba colocando alarmas. Ni siquiera la policía sospechó jamás de él y sólo lo cogieron porque se autoinculpó al buscar fama.
El asesino en serie anhela el poder, la excitación que nutre sus venas, fantaseando, planificando, ejecutando y luego recordando los crímenes. Sea cual sea la motivación específica que lo impulse (el sadismo, el sexo, la venganza, la ira, el lucro o una combinación de éstos), el control es el común denominador, formando parte indisoluble de cualesquiera de las motivaciones anteriores, o bien como motivo principal autónomo.
El asesino en serie comienza a matar en la mitad o a finales del decenio de los veinte años y con mucha frecuencia ya ha presentado delitos menores o actos aberrantes en la adolescencia. Ese punto de su vida en el que cambia la violencia menor por el asesinato lo llaman los profilers punto de «ebullición». En dicho punto violan y matan una vez que han probado que una violencia menor no les satisface.
«Soy alguien único, hago cosas que nadie más hace, todos esos crímenes fueron hechos únicos», es un pensamiento muy característico del psicópata. Este narcisismo característico de los psicópatas criminales les induce a considerarse legitimados para tomar la vida y las propiedades de quienes se les antoje. Se creen dioses o alegan actuar por orden divina.
Deseo hacer aquí un inciso sobre los violadores y su reinserción en la sociedad mediante la solución de la castración química. ¿Qué es la —mal llamada— castración química?, (mucho mejor la expresión "tratamiento farmacológico"). En esencia, se trata de administrar sustancias por vía oral o intramuscular que influyen en la producción y los efectos de los andrógenos (testosterona), que son esenciales para la conducta sexual del varón, y reducen la testosterona mediante diferentes mecanismos. La consecuencia de ello es la disminución del deseo sexual. Los fármacos habituales son el acetato de medroxiprogesterona, el acetato de ciproterona y otros, entre los que destacan los inhibidores de la recaptación de la serotonina (los delincuentes sexuales tienden a preferir éstos a los antiandrógenos por sus menores efectos secundarios). La castración química es efectiva en un alto porcentaje de los casos pero su no aplicación deriva de los principios morales de una sociedad avanzada como la nuestra. Actualmente se prefiere tratar al violador mediante técnicas psicológicas para que así pueda hacer vida normal una vez vuelva a la calle. Recordemos que sobretodo en Europa la justicia está encaminada a la prevención y ayuda al reo antes que al castigo. Supongo que todo el mundo merece una segunda oportunidad, pero ¿y una tercera?

Dónde actúan los asesinos en serie
Los agresores sexuales y asesinos en serie, cuyos delitos son claramente premeditados y planificados, muestran una tendencia a actuar dentro de un radio de en torno a los dos kilómetros de su lugar de residencia, que generalmente es su base para cometer los crímenes. Esto sorprende a mucha gente, pero la razón es que no quieren actuar muy lejos de sus casas porque se alejarían en exceso de su base de operaciones, donde se encuentran seguros; pero tampoco quieren delinquir muy cerca de ella por temor a ser reconocidos por gente que luego pudiera dar información valiosa a la policía. El lugar preferente para cometer los crímenes se denomina "zona de confort", y la distancia que dejan desde su casa hasta el comienzo de esa área de confort se llama "zona de seguridad". Estos ámbitos hemos de entenderlos como segmentos de una circunferencia en cuyo centro se halla la residencia del criminal. Es alguien que sale a cazar y luego vuelve a la madriguera. David Canter (psicólogo inglés) llamó a este tipo de delincuentes «merodeadores»: buscan cometer sus delitos «merodeando» (acechando) en su zona de confort, actuando en diferentes lugares a lo largo de una circunferencia imaginaria que deja en su interior su zona de seguridad. Ahora bien, determinados criminales prefieren marcharse lejos del lugar en donde viven a cometer sus crímenes. Se trata de los «viajeros»: consideran a otra población como su base de operaciones, se familiarizan con ella, localizan lugares donde sentirse seguros (en su vehículo o en un hotel, o en una calle determinada donde pasan desapercibidos) y empiezan a seleccionar a las víctimas y a atacarlas. Estos asesinos "viajeros" suelen darse en zonas rurales, ya que un asesino que viva en una zona rural puede viajar más que otro que viva en una ciudad para seleccionar a sus víctimas. En todo caso, la idea general es que un violador o asesino en serie actúa en lugares en los que se siente cómodo, que le ofrecen seguridad. Influye también su estado mental, y el hecho de que abuse del alcohol o de las drogas, factores que también deben tenerse en cuenta. Por ello el investigador ha de ver en el mapa dónde aparecen los crímenes y tratar de entender cuál es la relación entre la psicología del personaje y la distribución geográfica que tiene delante de sus ojos. Otra manera de contemplar la relación existente entre la distancia recorrida desde casa y la probabilidad de cometer el delito es el fenómeno conocido como «función de decaimiento de la distancia», a partir del cual se establece que cuanto más se aleja uno de su hogar menos probable es que cometa el delito.

Modus operandi
Métodos de aproximación:
-Sorpresa.
-Engaño.
-Aproximación «relámpago» o súbita.
Métodos de ataque:
-Amenazas verbales de empleo de fuerza letal.
-Órdenes verbales y amenazas de empleo de un arma.
-Ataque relámpago o súbito desde detrás, con empleo de un arma.
Métodos de control:
-Fuerza orientada al control.
-Amenaza verbal de emplear fuerza de control, castigo, muerte o agresión sexual.
-Presencia del método físico de agresión.
Resistencia de la víctima:
-Verbal (desafía, insulta, negocia, ruega, etc.).
-Pasiva (se niega a obedecer).
-Física (golpea, huye, etc.).
-No muestra resistencia.

Otros tipos de asesinos

Asesino con trastorno de personalidad:
También  existen los asesinos con trastorno de personalidad, diferentes al psicópata y al psicótico. El trastorno de personalidad es un patrón permanente de experiencia interna (percepción de la realidad, creencias) y de conducta que se separa de las expectativas de la cultura en la que se comporta el individuo, y que produce desajuste en la vida ordinaria.

Asesino con incapacidad mental:
Incluimos aquí la incapacidad mental de todo tipo, ya sea de origen físico (una lesión) o neurológico. Por lo general, esta clase de personas se ven asociadas con la piromanía o actos vándalicos y menos con asesinatos. No se trata de que estas personas tengan un riesgo más elevado de causar incendios, sino que, como resultado de las limitaciones de las funciones cognitivas, tienen una menor capacidad de atender a las consecuencias de sus actos, o actúan de modo más impulsivo, o son más sugestionables.

Asesino con trastornos del ánimo:
En menor medida existen los criminales con trastornos del ánimo, que incluyen graves enfermedades mentales como el trastorno bipolar (en el que se alternan episodios de manía o euforia y de depresión) y la depresión. Debido a que cursan con graves alteraciones del pensamiento y, por supuesto, del equilibrio emocional, algunos autores señalan que estas personas tienen una mayor propensión a cometer suicidio, generalmente prendiendo fuego a su casa.

Asesino esquizofrénico:
La esquizofrenia presenta síntomas que desconectan a un sujeto de la realidad, como delirios (creencias irreales que el sujeto no puede dejar de creer) y alucinaciones (percepción de estímulos inexistentes). Muchas veces el diagnóstico es de «esquizofrenia paranoide», porque cuando el enfermo tiene ideas de que está siendo perseguido o vigilado para ser dañado se incrementan las opciones para realizar actos de «autodefensa» violentos, como prender fuego.

El asesino con síndrome de Munchhausen:
Por último los psiquiatras han acuñado la etiqueta diagnóstica de «síndrome de Munchhausen por proximidad» para describir a los padres (típicamente la madre) que hieren o enferman a sus hijos a propósito porque tienen la necesidad inconsciente de ser atendidos y considerados padres competentes y abnegados. Aunque este tipo de personas no tienen por qué ser asesinos, sí es cierto que la víctima puede morir por una prolongación en el tiempo de la enfermedad provocada o por numerosas enfermedades diferentes provocadas en poco tiempo.

Asesino múltiple:
Utilizamos la expresión «asesino múltiple» para referirnos al asesino múltiple en un solo acto. El concepto estándar exige que se mate a más de tres personas en una única acción. Y como asesino múltiple, su gran problema tiene que ver con el control: su comportamiento homicida es un intento desesperado por recuperar ese control. Esto implica que previamente ha ocurrido una situación que le ha desestabilizado profundamente: la pérdida de empleo, el divorcio, la bancarrota o un agravio que le ha supuesto sentirse intensamente humillado o ridiculizado.

 Escena del crimen

La escena del crimen es muy importante para un perfilador. Hay varios tipos de escenas del crimen dependiendo de donde se cometa:
-Escenas del crimen interior (en el interior de una estructura).
-Vehículos (escenas de crimen móviles).
-Escena del crimen exterior.
-Escenas del crimen debajo del agua.
Dentro de estas escenas generales, tenemos otras escenas más específicas según el lugar de comisión del delito:
-Escena primaria (lugar donde se realiza la mayor parte del asalto sobre la víctima).
-Escena secundaria (cualquier lugar donde pueda hallarse evidencia de actividad del criminal fuera de la escena primaria).
-Escena intermedia (es un tipo de escena secundaria, entre la escena primaria y el sitio de abandono del cadáver).
-Lugar de abandono del cuerpo.
Dentro de este apartado existen los aspectos del lugar de abandono de un cadáver:
*Aspecto de conveniencia (resulta más accesible para el agresor). Puede ocurrir por problemas con el tiempo, por la dificultad en transportarlo, o bien para evitar que sea observado o detectado.
*Aspectos de remordimiento
Hay evidencia de que el asesino sintió un cierto pesar por el destino de su víctima: limpiar la sangre de la víctima, ponerla en una posición natural como si durmiera, etc.
*Aspectos de preselección
El lugar de abandono es elegido antes de cometer el crimen en virtud de ser idóneo para lo que allí quiere hacer.
*Aspectos de precaución
Se ha esforzado por destruir la evidencia que le pudiera incriminar: quemar el cadáver, enterrarlo en un lugar remoto, trocearlo para evitar su identificación, etc.
*Aspectos de simulación
Intenta desviar la investigación mediante el amaño de la escena del crimen.
*Aspecto de escenificación
Escenifica el cuerpo y ciertos elementos de la escena para evocar sus fantasías.
También el perfilador debe analizar los elementos tomados de la escena del crimen como:
-Evidencias (elementos que el delincuente cree que le vinculan con la víctima o con el crimen).
-Objetos valiosos (objetos que cubren un beneficio económico). - -Objetos personales.
*Trofeos (son símbolos de victoria o logro; por ejemplo, fotos tomadas durante el ataque). *Souvenirs (recordatorios de una experiencia placentera; por ejemplo, foto tomada de un álbum).
Una vez analizada la escena del crimen debe tenerse en cuenta los elementos del perfil geográfico como:
-Tipo de lugar del crimen.
-Sitio del encuentro víctima-agresor.
-Lugar del ataque.
-Lugar donde se consuma la agresión.
-Lugar donde se abandona a la víctima.
-Caminos y autovías existentes.
-Límites físicos y psicológicos existentes.
-Uso del terreno.
-Demografía del vecindario.
-Actividades rutinarias de las víctimas.
-Fenómeno del desplazamiento (si el asesino se aleja mucho o poco de su base para atacar, y las posibles variaciones que se puedan producir en el tiempo).
Una vez que se han recogido todos los datos de la escena del crimen, el perfilador los contrasta con su experiencia y lo que conoce de otras escenas del crimen similares y llega así a un perfil del autor. Por ejemplo, comprueba que en la escena del crimen hay diferentes indicios que podrían arrojar información relevante sobre el asesino, que el arma empleada ha sido de oportunidad, y que el cadáver presenta signos de una agresión y mutilación descontrolada, y a partir de ahí concluye que se trata de una escena del crimen «desorganizada», porque el autor no se preocupó de borrar toda huella en la escena, y tampoco había planificado la agresión: parece que súbitamente se dejó llevar por un desequilibrio psíquico que de modo habitual influye sobre sus actos. Todo esto revela falta de cuidado y de gestión segura del riesgo del crimen. Entonces, a la hora de realizar el perfil, el investigador buscará las características del asesino «desorganizado», si bien su experiencia en la investigación puede aconsejarle introducir ciertas matizaciones o valoraciones adaptadas a los elementos específicos del caso en cuestión. La experiencia y la intuición (considerada ésta como una apertura perceptiva hacia claves subliminales o no plenamente conscientes) son requisitos claves de toda buena investigación, sin olvidar los conocimientos en psicología y en el pensamiento lógico. Algo más difíciles de analizar son los crímenes "organizados" , ya que el asesino ha planeado el crimen con antelación y es poco probable que cometa algún error.
Hay una máxima (llamada de Williams) del perfil geográfico que se cumple en la mayoría de casos. Esta máxima asegura que la mayoría de los asesinos en serie matan de acuerdo con las rutas que han desarrollado en su «mapa mental», constituido por los lugares en los que llevan a cabo sus actividades rutinarias. En tales mapas existen zonas de confort, lugares donde se sienten particularmente confiados cometiendo los crímenes, fuera de un perímetro de seguridad donde no matan por hallarse muy cerca de su casa. Esta máxima ayuda en numerosas ocasiones a situar en un radio aproximado la vivienda del criminal.
Analizada la escena del crimen y gracias a ésta, el perfilador debe preguntarse, proyectando hacia atrás desde la escena del crimen: «¿qué tipo de persona ha hecho esto?».
Otra pregunta que debe hacerse, proyectando hacia el futuro a partir de la escena, será: «¿cómo influirá esto que ha hecho en su psicología y en su estilo de vida?». También debe analizar otras cuestiones como: ¿implicaba ese crimen conocer bien el lugar?, ¿las horas y los sitios de los crímenes impiden pensar que tiene un trabajo estable o bien que goza de gran autonomía? o ¿hay lugares específicos que se repiten? Todas éstas son preguntas relevantes que el investigador se hace mientras examina los lugares de los delitos.
Pero también deberá respetar el perfilador la regla de Brent Turvey en su método «deductivo»: la regla es que tenemos que centrarnos en los datos que aparecen en la escena del crimen, sin forzar ningún elemento del perfil simplemente porque se hayan hecho anteriormente determinadas generalizaciones de tipo estadístico o en base sólo a lo que opinan perfiladores que tienen mucha experiencia. Cada caso es tratado como único, y los datos de la escena en particular han de pesar más que cualquier otra consideración. Es decir, el perfilador no puede descartar a un sospechoso solo porque no haya "firmado" el crimen, por ejemplo, o porque la escena del crimen esté fuera de la zona de confort. Así mismo, tampoco puede dar por hecho que el primer sospechoso sea el causante de un segundo asesinato aunque el modus operandi sea el mismo, ya que puede haber un asesino copión que desee "cargarle el muerto" al primero para salir impune de su crimen. No debe rechazarse la base empírica de un crimen, pero tampoco darla por auténtica. Por eso cada caso debe tratarse como único e individual, como dice Turvey. A partir de ahí, si todo lo analizado coincide con un asesino en serie que ya ha actuado otra vez podemos basar ese análisis en evitar que haya un tercer asesinato.
Para acabar este apartado sobre la escena del crimen, debemos recordar el principio del intercambio de Locard, que dice que cualquier persona o cosa que entre en una escena del crimen deja algo en ella, y también se lleva algo cuando sale.


Suicidios
Otro tipo de crimen que debe dilucidar el perfilador es el suicidio, ya que éste  puede parecer a simple vista un asesinato o al revés.
Los factores a determinar en los suicidios son:
-Historia de consumo de alcohol e historial de consumo de drogas.
-Notas de suicidio u otros textos escritos por la persona fallecida.
-Libros de su propiedad y que hubiera leído.
-Relaciones interpersonales con amigos, conocidos, familiares, médicos, profesores, etc. (de acuerdo con la edad y las circunstancias de la víctima).
-Relaciones maritales / de pareja.
-Estado de ánimo.
-Estresores psicosociales (empleo, cambio de residencia, divorcio, etc.).
-Conducta previa a la muerte indicadora de suicidio.
-Lenguaje de contenido mórbido presente en vídeos, cintas de audio, recuerdos de conversaciones…
-Historia médica y psiquiátrica, incluyendo también el nivel intelectual de la persona fallecida, su forma de encarar los problemas y otros aspectos de su psicología.
-Informe forense (autopsia) y de la policía científica.
-Evaluación de los posibles motivos que pudieran existir para que se suicidara o fuera objeto de un homicidio.
-Reconstrucción de los acontecimientos producidos el día anterior a la muerte.
-Historia de defunciones en la familia.
-Historia laboral, militar y educacional del sujeto.
-Familiaridad con diversos métodos capaces de dar muerte.
-Informes de la policía de investigación de la escena de la muerte y de otras circunstancias que puedan constar.
Recogida toda la información el perfilador debe señalar si ha habido suicidio u homicidio. Esto es de suma importancia cuando la víctima es o bien rica (casos de herencias sustanciales) o bien pobre (estafas a aseguradoras).

Secuestros

Los secuestros son en la actualidad un modo rápido para que los criminales obtengan cualquier propósito. Los móviles para secuestrar a alguien pueden ir desde el intento de intercambiar la víctima por dinero o por alguna acción concreta que beneficia al delincuente (por ejemplo, que se le permita escapar), al deseo de dañar a la víctima o matarla, o deseo de quedarse indefinidamente con la víctima (lo que se aplica generalmente, pero no siempre, al secuestro de niños).
Veamos ahora algunos ejemplos.
-Secuestro doméstico.
Como es lógico, todos los secuestradores tenían una relación previa con la víctima.
En el 27% de los casos existió un cómplice. Mayoritariamente se trataba de hombres que retenían ilegalmente a sus ex parejas (67%), seguidas por los niños (33%). El lugar del secuestro comúnmente esla casa, ya sea de la víctima, de su pareja actual o de otra persona. La mayoría empleó el uso de la fuerza (60%) o las amenazas verbales (40%) para lograr su propósito. El 33% empleó además el uso de engaños para poder realizarlo.
Casi el 90% llevaron a la víctima a otro lugar de donde se encontraba. El 50% de las víctimas fueron retenidas más de 24 horas. El 33% de las víctimas fueron asaltadas sexualmente (mujeres adultas). Los niños generalmente no recibieron lesiones físicas. El resultado es que en un tercio de los casos, la víctima fue asesinada. El 7% de las víctimas fueron liberadas por el secuestrador; el resto de las víctimas vivas fueron liberadas por la policía.

Precursores del secuestro y huida a otro país. El agresor ya había detenido ilegalmente al niño en otra ocasión (quizás por unas horas o un día o dos) o había amenazado con hacerlo. El agresor tiene otra nacionalidad a la del país de residencia o fuertes relaciones con ese otro país. El agresor no tiene muchos vínculos culturales con el país de residencia, ni un arraigo laboral o financiero relevante (empleo importante, negocios, etc.). El agresor ha realizado actividades que podrían significar la finalización de la estancia en el país de residencia, como abandonar el trabajo, vender la casa, cancelar las cuentas en el banco, etc. El agresor presenta una historia de desequilibrio emocional, violencia doméstica, maltrato a los niños, o bien reaccionar con acoso o celos poderosos ante la nueva relación romántica de su ex pareja. El agresor presenta un historial delictivo.

Secuestro de una víctima adulta. La víctima es casi siempre una mujer, mayor de dieciocho años, y casi siempre se trata de un secuestrador varón (el 94% de los casos). En la mitad de los casos no había una relación previa entre ambos. Mayoritariamente se trataba de hombres que tenían una visión distorsionada de la relación y que interpretaban contactos irrelevantes o neutros como significando «algo más». El 67% de las ocasiones el secuestro tuvo lugar en un espacio público, como la calle, un aparcamiento, una tienda, etc. La casa de la víctima supuso el 33%. La mayoría de los secuestradores empleó el uso de la fuerza (56%). El 39% hizo uso de engaños para poder realizarlo. Casi nunca se contó con la ayuda de un cómplice. El 78% de los secuestradores llevó a la víctima a otro lugar de donde se encontraba cuando la capturó. Casi todas las víctimas fueron asaltadas sexualmente. El 83% de las víctimas fue retenida menos de 24 horas. El 94% de los secuestros ocurrieron durante la noche o la madrugada. Los agresores no presentaban enfermedad mental, ni signos de psicosis como delirios o alucinaciones. La conducta fue organizada, aunque el secuestro fuera oportunista. El agresor utilizó la violencia física durante el secuestro, además de la sexual, en el 56% de los casos. El resultado es que la mayoría de las víctimas sobrevivió al secuestro (83%). El 56% de las víctimas fueron liberadas por el secuestrador, y el 22% fueron liberadas por la policía. Sólo el 6% de las víctimas logró escapar de su cautiverio sin ayuda.

Secuestro de una víctima infantil.
La víctima es casi siempre una mujer, menor de dieciocho años, y casi siempre se trata de un secuestrador varón. En la mitad de los casos no había una relación previa entre ambos, y en la otra mitad eran conocidos. Ese conocimiento provenía de que era una persona del entorno escolar, de juego o de la familia de la niña. En algunos casos, el contacto entre el agresor y la víctima se produjo mediante internet, donde el primero se hizo pasar por otra persona o empleó otro tipo de engaño para atraerse a la chica. El lugar del secuestro fue en el 64% de las ocasiones incluyó un lugar público, como la calle, un aparcamiento, una tienda, etc. El uso de la fuerza para realizar el secuestro supuso el 36% de los casos, y las amenazas verbales el 29%. Otro 29% también hizo uso de engaños para poder realizarlo. La ayuda de un cómplice estuvo presente en un tercio de los secuestros. El 100% de los secuestradores llevó a la víctima a otro lugar de donde se encontraba. Casi todas las víctimas fueron asaltadas sexualmente. El 79% de las víctimas fue retenida menos de 24 horas. El 57% de los secuestros ocurrió entre las cuatro de la tarde y medianoche. Como en las víctimas adultas, los agresores no presentaban enfermedad mental, ni signos de psicosis como delirios o alucinaciones. La conducta fue organizada, aunque el secuestro fuera oportunista. Además del asalto sexual, el 86% de los agresores emplearon violencia física con la víctima. El resultado es que una mayoría no abrumadora de las víctimas sobrevivió al secuestro (64%). El 29% de las víctimas fueron liberadas por el secuestrador, y un 14% fueron liberadas por la policía. El 14% de las víctimas lograron escapar de su cautiverio por sus propios medios.

Indicadores de riesgo en casos de niños desaparecidos.
Menor de 13 años. Se cree que está en una zona considerada insegura para su edad o condición física o mental.
Consumidor de alcohol o drogas.
Víctima potencial de explotación sexual. Más de 24 horas perdido.
Se cree que está en compañía de alguien que puede amenazar su seguridad. Se halla en una situación que amenaza su vida.

Secuestro para obtener un beneficio .
La víctima es elegida por el beneficio, real o percibido, que espera tener el secuestrador con su captura. En la mitad de los casos no había una relación previa entre ambos, y en la otra mitad tenían una relación previa. Aun en los casos sin relación, el secuestrador había reunido información previa sobre la víctima. En algunos casos, el contacto entre el agresor y la víctima se produjo mediante internet, donde el primero se hizo pasar por otra persona o empleó otro tipo de engaño para atraerse a la víctima.
El 78% de las ocasiones incluyó un lugar residencial o privado, como la casa o el lugar de trabajo de la víctima.
El uso de la fuerza supuso el 72% de los casos, y generalmente se acompañó del empleo de un arma, como una pistola, cuchillo y otros. El 88% de los secuestros fueron cometidos por más de un delincuente. El 88% de los secuestradores llevaron a la víctima a otro lugar de donde se encontraba. En el 31% de las ocasiones la víctima fue retenida más de 24 horas, lo que refleja la necesidad de tiempo para negociar. La hora del secuestro tuvo mucha variabilidad: un 25% ocurrió entre medianoche y las ocho de la mañana. La víctima resultó dañada físicamente en el 78% de los casos. El 13% fueron asaltadas sexualmente.
Prácticamente la mitad de las víctimas no sobrevivió al secuestro (53%). El 19% de las víctimas fueron liberadas por el secuestrador, y el 25% lo fueron por intervención de la policía. Sólo un pequeño porcentaje (3%) de víctimas lograron escapar de su cautiverio por sus propios medios.

Secuestro por venganza.
La víctima es elegida por la ofensa o perjuicio que, de manera real o imaginada por el agresor, y de forma intencionada o no, ha causado al secuestrador (89%). En el resto, la persona secuestrada era alguien importante para la persona considerada responsable por el secuestrador.
El lugar del secuestro está en función del tipo de relación existente entre víctima y delincuente: en el 61% de los casos se trataba de una casa, y en el 33%, de lugares públicos.
El uso de la fuerza supuso el 61% de los casos, con un empleo de arma en torno al 50%, y el 39% de los delincuentes emplearon también o de modo exclusivo algún tipo de engaño o truco. El 72% de los secuestros fueron cometidos por más de un delincuente. En el 83% de las ocasiones la víctima fue retenida menos de 24 horas. La hora del secuestro tuvo mucha variabilidad: el 25% se produjeron entre medianoche y las ocho de la mañana. El 22% de las víctimas fue asaltada sexualmente.
La mayoría de las víctimas no sobrevivió al secuestro (78%). El 11% de las víctimas fueron liberadas por el secuestrador, y el 5% por intervención de la policía. Otro 5% de las víctimas lograron escapar de su cautiverio por sus propios medios.

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