lunes, 23 de febrero de 2015

Dedazo o Democracia

En un momento donde el PSOE está desmembrado por la destitución de Tomás Gómez por parte de su Secretario General, escribo aquí un artículo en el que comento la participación del afiliado en la toma de decisiones de un partido político. ¿Dedazo o democracia en España? Juzguen ustedes.
Todos los partidos políticos buscan legitimar sus actuaciones ante sus seguidores alegando la participación de éstos en sus respectivas políticas pero, ¿realmente participan los ciudadanos en la toma de decisiones? ¿Son los partidos políticos tan participativos como presumen ser?
Por lógica participativa se entiende la participación de las bases, ya sea de gobiernos o de partidos políticos, tanto en la elección y organización de delegados como en la ratificación o modificación de las políticas a seguir. Es decir, el ciudadano o afiliado decide con su voto, emitido en asamblea o referéndum, quién quiere que represente las decisiones que puede tomar. Un ejemplo significativo de democracia participativa, o directa, es Suiza, donde las leyes propuestas por el Parlamento pueden ser impugnadas a través de referéndums por la ciudadanía o introducir enmiendas a la constitución federal por medio de iniciativas populares. Otro ejemplo de participación son las elecciones primarias, utilizadas mayormente en países americanos y donde los afiliados de un partido votan a su candidato en un sistema de listas abiertas.
Aunque la democracia participativa es desde el punto de vista político-sociológico el ideal de democracia, ejemplos como los vistos anteriormente también tienen sus inconvenientes. En el ejemplo suizo el problema recae en el utilitarismo, es decir, lo que vota la mayoría no necesariamente debe beneficiar al conjunto de la sociedad, dejando a las minorías fuera de la arena política. El segundo ejemplo tiene, si cabe, unas consecuencias más funestas para la población, ya que para costear las largas y caras campañas electorales, los políticos recurren a su financiación con capital privado y cuyo “favor” deben devolver a esas empresas una vez llegan al poder.
Aun así, el modelo participativo hace que la ciudadanía se interese más por la política, al ser ella la real legisladora y dueña de su destino. Como escribió Sir Arthur Lewis, Nobel de Economía, los afectados por una decisión deben tener la oportunidad de participar en el proceso de tomar esa decisión, ya sea de forma directa o mediante representantes electos.
El modelo representativo es, contrariamente al modelo anterior, el más utilizado y el que se cree mejor para el gobierno de un país. Los ciudadanos o las bases de partidos políticos escogen a su representante y delegan en él la organización y la política del partido o del Estado. El político, una vez elegido, se vuelve autónomo y partidista, actuando según sus convicciones, su ideología o la de su partido. Esto sucede por la aparición del elitismo en los partidos políticos y una mayor internacionalización económica e ideológica. El presidente de un gobierno o partido está sujeto a leyes internacionales, sean económicas, medioambientales..., lo que le impide legitimar sus actos mediante sufragio. Con este modelo las bases se limitan a votar cada cierto tiempo a sus representantes y dejan de participar activamente para volverse meros espectadores.
No es de extrañar que los políticos prefieran este sistema al anterior, ya que se les concede durante su legislatura el poder de hacer y deshacer según su criterio. Este modelo se caracteriza básicamente por una burocracia piramidal y una elección de sus miembros mediante listas cerradas, en las que cabe la duda que la profesionalidad y el trabajo bien hecho sean más valorados que el amiguismo, el favoritismo o la buena imagen.
La máxima representación de un partido político es su Comité Ejecutivo, formado por un Presidente, un Secretario General, Vicesecretarios, Vocales, Presidentes autonómicos y Alcaldes de grandes capitales. Este Comité tiene, entre otros cometidos, aprobar el Programa Electoral de ámbito estatal, ratificar propuestas de candidatos y listas electorales, designar candidato a la Presidencia del gobierno o convocar elecciones primarias. Los integrantes de este Comité son escogidos en sus respectivos Congresos, a nivel regional y nacional, por compromisarios que son elegidos a su vez por las bases del partido. Es decir, aunque algunos partidos se jacten de la participación de sus bases, lo cierto es que los afiliados votan únicamente a los compromisarios provinciales que les representarán en el Congreso que debe escoger a su Presidente, el cual a su vez escogerá con total libertad a su equipo de trabajo, ya sean Secretarios de partido o Ministros.
La autonomía política de la lógica representativa ofrece más desventajas que ventajas cara al ciudadano. El poder que se le concede a la clase política puede originar, y de hecho origina, una corrupción que perjudica al partido, al Estado y todos sus componentes. Casos como Gürtel, GAL, Malaya o Filesa crean en la opinión pública una desconfianza que puede convertirse en manifestaciones populares, huelgas e incluso revoluciones. Para legitimar la lógica representativa, el politólogo Eduardo Núñez Vargas, en su artículo “Representatividad e intermediación política: cuatro tesis desde la perspectiva de la reforma política necesaria y posible”, plantea tres pautas de acción:
1.    Acercar el representante al representado haciendo que éstos “tengan capacidad de influencia y contro efectivo” sobre aquel mediante listas abiertas.
2.    Transparencia en la gestión gubernamental o del partido político creando mecanismos de rendición de cuentas.
3.    Acercar al ciudadano los niveles de toma de decisiones mediante la descentralización del poder para modernizar los sistemas políticos.
Es decir, dar mayor participación al ciudadano en el gobierno de un estado para que acabe confiando en sus representantes.
Es claro que el desconocimiento por parte del pueblo de casos de corrupción política de un país daría más poder y más confianza a los gobernadores y por ello, lo que llaman el cuarto poder, juega un papel vital en la arena sociopolítica. Gracias a ellos el ciudadano está informado de cuanto sucede en las altas esferas y puede decidir si un gobernante es bueno, regular o malo. Aun así, muchos medios de comunicación están politizados, ya sea por la ideología del Director o Presidente o por la relación que éste puede mantener con el gobernante. Aunque no se sepa con certeza en algunos casos y en otros sí, sabemos que el diario “el Mundo” es de derechas, la emisora de radio COPE pertenece a la Conferencia Episcopal, que el grupo Prisa apoya a la izquierda o que la cadena “Intereconomía” apoya a la derecha. Dicho esto, los partidos políticos escogen el medio de comunicación afín para dirigirse al pueblo o para que una noticia suene mejor de lo que es (todos recordamos a Urdaci diciendo “ce ce o o”). Otro poder en el que la ciudadanía ha dejado de creer por arrimarse al fuego que más calienta.
Si me preguntan si un partido político fomenta la lógica participativa o la representativa, responderé que la segunda. Si me preguntan el por qué, responderé que el poder es adictivo, porque se deben muchos favores para llegar a la cima y porque las multinacionales, que en realidad son en mi opinión las que realmente dirigen el mundo, buscan beneficios económicos sin importarles el medio para conseguirlos. Si me preguntan si el ciudadano debe participar más en las tareas de gobierno de su país, responderé que indudablemente y si me preguntan cómo lo haría, responderé que informando al pueblo con medios independientes y haciéndole participar mediante referéndums, incluso a través de teléfonos móviles, dando su opinión y siendo ésta respetada respecto a todo aquello que le concierne. Y si me preguntan si la verdadera democracia puede triunfar en un futuro, responderé desengañado que no, que somos títeres en manos ambiciosas y sin escrúpulos. Si me preguntan si creo en los hombres, responderé que ojalá pudiese creer. 

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