miércoles, 2 de enero de 2019

Asambleas, congresos y sus frutos.

Hablando hoy con un amigo sindicalista, sí, también hay gente maja en el mundo del sindicalismo, nos hemos tenido que despedir justo cuando tocábamos el espinoso tema de las asambleas. En este país dependiente del qué dirán, a todos nos orgullece ser, y que el vecino piense que somos, demócratas, tolerantes, comprensivos y solidarios, aunque por lo bajini nos repatea ver a nuestra hija de la mano de un marrón, nos cagamos en las segundas oportunidades a asesinos, nos la bufa lo que opine el diferente y aplaudimos si el bando contrario pierde. Por eso tanto los partidos políticos como los sindicatos se llenan la boca con la palabra asamblea. No hay nada que venda mejor a un partido político o a un sindicato que la palabra “asambleario” en su eslogan. Se hartan de decir que tienen en cuenta la opinión de las bases o de sus afiliados pero el problema es que si alguno de éstos demócratas corre el riesgo de hacer lo que le exige el inculto pueblo el tiro puede salirle por la culata. 
Me comentaba mi amigo que cuando se firmaban convenios o acuerdos sin pedir opinión a los trabajadores la gente se quejaba menos. Y es verdad. Yo mismo viví aquellos maravillosos años siendo sindicalista. Hacer asambleas o congresos abiertos a todos los afiliados, y encima pedirles opinión, puede conllevar varios riesgos. El primero es dar la palabra a cualquier energúmeno malfollado que aprovecha la ocasión para resarcirse de su miserable vida. Estos amargados, lejos de ser coherentes, lo único que hacen es calentar a otros como ellos y llevar al traste el motivo de la reunión. Además, y aquí viene un segundo problema, siempre habla quien menos idea tiene del tema y los tontos como él le jalean como si fuese un espartano sobreviviente de las Termópilas. En mi humilde opinión está muy bien informar de lo que se negocia pero no se puede pedir opinión de algo a un cenutrio por muy afiliado que sea. Es como si Valverde se girase al público y le preguntase a la afición si tiene que cambiar a Messi o a Suárez. Ridículo. Los afiliados, y los que no lo son, tenemos algo que se llaman elecciones para delegar nuestra opinión a seres, en teoría, más competentes que nosotros y que saben qué se cuece entre bambalinas. Esa es su misión, escoger a nuestro representante y si no nos gusta pues a los cuatro años votamos a otro y punto. ¿Se imaginan ustedes que Sánchez preguntase a cada españolito cuánto dinero debe destinarse a una cosa u otra? Un caos fijo. Es el entrenador el que sabe qué jugador está al cien por cien para jugar el derbi, es el político el que sabe cuánto dinero hay en las arcas públicas y es el sindicalista el que sabe cuál será el porcentaje de subida salarial máximo que la empresa está dispuesta a ofrecer a sus trabajadores. El resto, personas como usted y yo que vemos los toros desde la barrera merecemos estar informados pero nuestra opinión debe ser sólo nuestra, que por eso estamos sentados en el sofá viéndolas venir. Claro que para algunos dirigentes cobardes escudarse en la opinión del pueblo es muy satisfactorio si la caga, pero no es ético. Un líder se escoge para liderar a sus seguidores no para dejar la partida de sanidad a un alcahuete que a duras penas sabe leer supercalifragilísticoespialidoso. Y a ver si nosotros, las bases, empezamos a reconocer que de política y de fútbol entendemos lo mismo que Pinocho de sinceridad y dejamos a aquellos que escogemos hacer su trabajo y dar consejos que ni nosotros mismos escucharíamos. Por eso, en mi humilde opinión creo que únicamente se debe informar al afiliado o al pueblo de lo que se hace y de lo que se puede o no hacer pero jamás pedirle opinión como si un padre le pidiese opinión a un hijo de cómo debe educarlo, porque ya sabemos lo que nos diría: alimentarse de chuches y si te pido que me compres algo pues me lo compras y chitón. Buenas tardes.

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