viernes, 11 de enero de 2019

El lado oscuro del hombre (2a parte): ¿por qué violan los hombres?

En el mundo animal el macho más fuerte de la manada es el que posee más hembras y por lo tanto más posibilidad de perpetuar sus genes. Las luchas entre machos adultos y jóvenes son frecuentes para hacerse con el favor de las hembras en edad fértil. En el mundo primate esto no es diferente. Incluso cuando un orangután joven vence a un adulto y se hace con las hembras de su territorio, éste asesina cruelmente a sus descendientes varones básicamente por dos razones: evita la futura rivalidad y evita también el esfuerzo para mantenerlos, ya que no son hijos suyos. La antropóloga física Barbara Smuts explica que los chimpancés macho coaccionan con frecuencia a las hembras de otros clanes para que se apareen con ellos. Esta coacción va bastante más allá de las puras amenazas (la segunda táctica más frecuente utilizada por los hombres que violan a mujeres), pues incluye ataques físicos (la táctica más frecuente de los hombres). La conclusión de Smuts es que el apareamiento entre simios y otros primates suele producirse en un ambiente de coacción sexual asociado a la violencia. La misión del macho es fertilizar a cuantas más hembras mejor para conseguir tener descendencia. El problema es que los orangutanes adolescentes no tienen la fuerza suficiente para derrotar a un macho adulto, por eso espían a las hembras durante días y cuando están solas las violan. La violación es una estrategia reproductiva primaria para aquellos machos que son demasiado jóvenes para haber alcanzado una posición que les permita ser atractivos a las hembras. Así que como se puede ver, la violación no es exclusiva del hombre, sino que nuestros antepasados ya la utilizaban para poder procrear cuando su físico (y por tanto su estatus) les imposibilitaba conseguir hembras fértiles por sí mismos. 
El hombre humano no difiere mucho de esta penosa visión primate. El perfil de un violador es un varón joven (el 40% de los hombres arrestados por violación tiene menos de 25 años y la mayoría del resto rondaba la treintena), suelen ser de clase social baja, con pocos estudios, están en paro o tienen un trabajo mal remunerado e ingresos bajos. Al contrario de lo que se puede pensar, sólo un tercio de los violadores actúa bajo la influencia de alcohol o drogas. Dos tercios poseen antecedentes y el 85% de ellos en Estados Unidos es reincidente. Es decir, el violador pertenece a ese grupo de hombres que deciden utilizar la fuerza al darse cuenta de que su posición social les impide disponer de la hembra que desean. Por esto las víctimas de violación suelen tener edades comprendidas entre 12 y 35 años (edad fértil), suelen ser deseables sexualmente hablando, vulnerables y no conocen a su violador. Además, sólo un pequeño porcentaje de ellas suele denunciar los hechos a la policía, ya que la vergüenza que sienten o el temor a explicárselo a sus parejas impiden que se conozcan más datos. 
Al contrario de lo que se puede pensar, el violador no es un asesino. Según el FBI, los violadores sólo asesinan a una de cada 1596 víctimas de casos denunciados. Éstos, junto a los violadores de niñas pequeñas y ancianas no entran en el perfil de violador típico. En este sentido, Nancy Thornhill, una psicóloga especializada en violaciones, y el biólogo Randy Thornhill insisten en que esos violadores están locos: son psicóticos o psicópatas. El violador no pretende por lo general lastimar a su víctima seriamente. Un estudio puso de manifiesto que sólo el 11% de las mujeres violadas habían sufrido lesiones de consideración. Y otro estudio que se hizo a mujeres agredidas sexualmente demostró que el 73% de las mujeres que se opusieron a su violador con más fuerza, gritando y forcejeando, no llegaron a ser penetradas. Toda mujer que se protege del agresor, ya sea razonando, gritando, corriendo o luchando en contra multiplica por dos su probabilidad de evitar la violación y, al mismo tiempo, sólo hace aumentar la probabilidad de ser agredida físicamente en un 10%. Esto demuestra que el objetivo de la violación es la copulación y no la dominación de la mujer por parte del hombre, como el sector feminista, representado por la periodista Susan Brownmiller argumenta. Brownmiller insiste en que la violación no es sino un instrumento político que utilizan los hombres para someter a las mujeres y mantenerlas sometidas. Por otro lado está el sector científico que argumenta que el sexo es la única forma de procrear que tienen los hombres y, por tanto, le dan mucho valor al sexo, que la violación no es más que sexo con coacción, una copulación «robada» que puede hacer aumentar el éxito reproductivo del violador y que si hay dominación o violencia no es más que para intimidar a la víctima para que la eyaculación se lleve a cabo. El hecho de que la violación no sea una exclusiva del Homo sapiens avala la idea de que los hombres violan a las mujeres por cuestiones sexuales y no porque las odien o deseen dominarlas. Por ejemplo, algunas feministas siguen defendiendo que los hombres violan para dominar y ejercer su control sobre las mujeres por el hecho de que la sociedad los educa para ser superiores a las mujeres y para dominarlas. Si esto fuese cierto, se apreciarían tres tendencias: en primer lugar, los hombres violarían más a menudo a mujeres mayores y más poderosas. En segundo lugar, encontraríamos violadores de todas las edades y condiciones, algo que no es cierto. Por último, cuando varía la socialización, debería también variar la violación y no es así. Por ejemplo, algunas feministas sostienen que la solución definitiva es la igualdad sexual en cuanto a salarios, educación, empleo y prestigio social, de forma que se reduzca al mínimo la dominación masculina en la vida política y económica y que se equilibre el poder entre los sexos. Sin embargo, en 26 grandes ciudades de Estados Unidos en cuyos departamentos de policía se ha avanzado hacia la igualdad de los sexos, los investigadores han encontrado que las tasas de violación eran de las más elevadas, y no lo contrario. Un violador norteamericano comentaba lo siguiente al respecto: «Lo único que quería era un lugar en el que vaciarme. |…] Tenía que obligar a algunas [mujeres víctimas], pero no me gustaba hacerlo. Quería que todo se desarrollase lo mejor posible. Y si no lo facilitaban, las amenazaba, y si se creaba un gran lío y tenía que ser violento, no tenía ningún problema, pero no me gustaba». Hasta el psicótico y esquizofrénico Ken Bianchi, llamado el «violador de la colina», admitió haber asesinado, para que no hablaran, a sus 17 víctimas después de violarlas y no por demostrar superioridad. También puede ayudarnos la definición de violación que propone la mayoría de la gente y estamentos y que dice que es un acto sexual en el que un hombre penetra a la fuerza a una mujer con su pene. Por tanto, la mayoría de los hombres violan a mujeres por motivos sexuales. Como se ha comentado anteriormente, la «condición» que lleva a la violación es la incapacidad de un macho de alcanzar la consideración o los recursos necesarios para atraer a una hembra. Dos hechos avalan esta hipótesis. Primero, los hombres violan casi exclusivamente a las mujeres que son más fértiles y deseables como esposas. Segundo, la mayoría de los violadores han fracasado en el ámbito socioeconómico o, por lo menos, no han triunfado todavía, y tienen una capacidad reducida de atraer a mujeres deseables mediante el cortejo habitual. Aunque más escasos, también los hombres casados y aposentados violan a otras mujeres. Este caso es fácil de explicar. Normalmente estos hombres tienen limitaciones para establecer relaciones con otras mujeres, debido a las leyes, las tradiciones culturales, los celos de sus esposas, el rechazo de la otra mujer, o todo al mismo tiempo. Pero aunque sean profesionales que han triunfado o pequeños rateros de barrio, los hombres sólo violan cuando creen poder evitar el castigo por su agresión. Si a la reticencia de denunciar una violación por una mujer sumamos la pena laxa de uno a cinco años por agresión sexual tipificada en el artículo 178 de la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, de nuestro Código Penal, se puede comprender que muchos de los violadores reincidan. Mientras los violadores sexualmente funcionales presentan una tasa de repetición del 35 por ciento, la de los violadores castrados es sólo del 1 por ciento al 2 por ciento. Otro argumento en contra de la posición feminista de demostración de poder del hombre sobre la mujer. Michael Ghiglieri recoge en su libro esta estremecedora historia. “Seis adolescentes negros violan a una mujer en central Park. Ninguno de los seis se arrepintió, sino que incluso se sintieron orgullosos. Explicaron que querían vivir una juerga «salvaje» y que habían golpeado y violado a Patricia para dejar de aburrirse. «Era por hacer algo», afirmó uno de ellos. «Fue divertido», dijo otro encogiéndose de hombros. Esos chicos pusieron de manifiesto que las razones de su decisión de violar no eran el odio o el control, sino un intenso impulso sexual y una actitud según la cual la violencia es aceptable en un medio en el que las consecuencias de la violación incluyen, como máximo, un castigo leve para el agresor”. Increíble. 
Las estadísticas en España avalan la hipótesis de que las penas a violadores son leves y el miedo a denunciarlos es muy alto. Cada año aumenta el número de violaciones. En 2017 se registraron cuatro violaciones diarias, aunque las asociaciones de mujeres reconocen que muchas víctimas acuden a estas asociaciones sólo para ser escuchadas y que se niegan a denunciar los hechos a la policía por vergüenza. En la Unión Europea una de cada veinte mujeres ha sido violada. ¿Cómo se soluciona esto? A raíz de lo escrito mi opinión es que la solución se encuentra en tres temas claves. El primero es la educación. Desde bien pequeños se debe educar a los niñas y niños a que sean valientes e ignoren la vergüenza para denunciar a sus violadores. El segundo es el trabajo. El trabajo bien remunerado da opción a la gente joven a estar ocupada y obtener así un buen estatus social con el que poder cumplir sus expectativas sexuales. El tercero es el endurecimiento de penas. Está claro que hoy día no nos da miedo ir a prisión, ya que son hoteles de cinco estrellas. En los países donde se invierte menos dinero público en los reos su tasa de reincidencia es menor. Una pena dura y una reclusión penosa puede hacer que el violador se lo piense dos veces antes de volver a violar. Y si esto es así no estaría de más la castración química o física. Todo ser humano tiene derecho a equivocarse y a una segunda oportunidad pero por respeto a las víctimas pasadas y futuras no se le puede dar una tercera oportunidad a quien con la segunda no aprendió nada.

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