lunes, 24 de junio de 2019

Fallar un penalti

La mayoría de hombres humanos tenemos una debilidad: los deportes. Unos son forofos del fútbol, otros del basket, otros de motos o coches, rugby, tenis, etc. Pero todos tenemos en común una cosa: nos enfadamos cuando el deportista de nuestro agrado falla. Ese fallo nos afecta de tal manera que parece que nuestro sueldo dependa de ello, nos enfada, nos entristece, etc. Lejos de comentar tan deplorable comportamiento humano, quisiera aquí criticar a aquellos deportistas que juegan con nuestros sentimientos. 
Los deportistas de élite son personas envidiadas por todos. Viven en mansiones de lujo con piscina, jacuzzi, ganchas del deporte que practican en su jardín, sala de cine en el cuarto piso y otras mil cosas con las que nosotros, sus seguidores, sólo podemos soñar. Tienen coches de lujo, todas las mujeres que deseen, preparadores físicos, masajistas, cocineros, sirvientas, banqueros… Sólo se tienen que preocupar de darle bien a una pelotita o acelerar a fondo. Para no aburrirles con innumerables ejemplos de todos los deportes que existen hablaré del deporte más popular, el fútbol. 
Además de vivir en el lujo, estos deportistas dedican todo el tiempo a entrenarse, a cuidar su cuerpo y su mente. Y cuando llega el momento de poner en práctica todo lo que aprenden día tras día en los entrenos… ¡el muy desgraciado falla el penalti decisivo! Vamos hombre, ¡no me jodas! Todo el puto día con el balón en los pies y lo único que se le pide en ese momento, que es meter la pelota dentro de un marco de 7,32 x 2,44 metros, ¡no lo cumple! ¿Ustedes han visto una portería de verdad? Es enorme. ¡Es simplemente tirarla a un lado! Es lo más fácil que tiene el fútbol, marcar un penalti. ¡Ojo!, hablo de fallar un penalti, de tirarlo fuera, no hablo de que el portero pare la pelota. Si es así, por lo menos uno de los dos ha hecho bien su trabajo. ¿Qué clase de taxista sería uno si no supiese encender el coche? Y si viéramos eso acto seguido nos bajaríamos del taxi y buscaríamos otro, ¿verdad? Pues con el futbolista no pasa eso. Encima lo animamos con excusas tan baratas como: los nervios le han traicionado, en momentos así la portería se encoge, fallar es de humanos, el césped estaba mal… 
Vamos por partes. ¿Nervios? ¿Nervios? Los de no llegar a final de mes no creo que sean. ¿Qué harían si su mecánico de confianza les dijese que por nervios el volante lo ha puesto como una rueda y la rueda de volante por los nervios? Dejaría de ser de confianza, ¿verdad? Es más, los nervios del mecánico son más creíbles porque se juega su sueldo en la reparación de su coche pero el deportista de élite ni siquiera se juega su sueldo porque ¡cobra por adelantado! Nervios…, no me haga reír. 
Otra excusa es la de la portería pequeña. No señor, la portería no encoge, ni el futbolista se vuelve miope de repente ni el portero engorda 500 kilos en dos segundos. No me imagino yo a un cirujano diciendo a los parientes que la operación ha ido mal porque el paciente ha encogido un metro en cuanto se ha tumbado en la camilla. ¡La demanda que le iba a caer si iba a ser pequeña! 
Fallar es de humanos, sí. Pero puedo fallar yo al pilotar un avión porque no he visto una cabina ni en película. Un tío que está doce horas haciendo su trabajo y las otras doce descansando no puede fallar. Puede fallar un barrendero si se le estropea el camión, o un camionero que lleva dos días sin dormir, pero un tío que ni siquiera tiene la responsabilidad de ir a buscar a los niños al colegio ¡no puede fallar! Y tampoco echarle la culpa al césped porque ha tenido todo el tiempo del mundo en comprobarlo antes de tirar el penalti. Y tampoco decir que el puntero láser le ha cegado porque debería acertar incluso con los ojos cerrados. ¡No hay excusas que valgan! Eres malo, no sirves para jugar al fútbol y punto. 
Pero lo peor es que el aficionado fanático lo defiende diciendo que la próxima vez será, que no pasa nada, que sólo ha perdido tres mil euros del viaje y la entrada... ¿Defendería ese aficionado a un médico que le ha diagnosticado catarro cuando realmente lo que tenía era un cáncer de pulmón de la ostia? No me lo imagino diciéndole al doctor: tranquilo hombre, no pasa nada, me podría haber salvado si no se hubiera equivocado pero son cosas que pasan, la medicina es así, no hay paciente pequeño, son once metástasis contra once, de los errores se aprende. ¡Una mierda! Un futbolista que falla un penalti, un jugador de baloncesto que falla un tiro libre, un tenista que falla un saque, etc, no pueden ser perdonados, y menos cobrando los millones que cobran. Y para colmo, si fallan el penalti, ¡se echan a llorar! ¡Hay que tenerlos así de grandes! Tíos hechos y derechos con pelos en los huevos llorando por…, ¿vergüenza?, ¿frustración? Hijo de puta, si tienes vergüenza hazte el harakiri, o cómo mínimo, con la pasta que tienes, devuélveles a esos que te aplauden lo que se han gastado en ir a ver ¡como fallas el jodido penalti! Dicen que los deportistas de élite son los gladiadores del siglo XXI. Pues no imagino yo a un gladiador llorando en mitad del Coliseo porque ha perdido la espada en el combate. Lloricas y sinvergüenzas es lo que son. ¡Gladiadores! ¡Ja! 
Es indignante y vergonzoso que en los tiempos que corren me exijan a mí hacer bien mi trabajo si quiero seguir cobrando mil euros al mes y a estos semidioses se les pague millones hagan o no hagan el trabajo por el que se les paga. Vergonzoso. Si yo fuera presidente de un club lo tendría claro. Iban a cobrar a final de temporada lo que yo creyese que se merecen, pero por supuesto, el que falle un penalti se va a la puta calle. Ya está bien de mal criar a niñatos desagradecidos que se pulen el sueldo en juergas y putas sólo por vestir de corto. Exijamos a todos, A TODOS, los profesionales que hagan bien su trabajo y que sus sueldos sean acordes con la responsabilidad que conlleva hacer mal su faena. Sinceramente, esto se nos está yendo de las manos.

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