sábado, 21 de marzo de 2020

El libro de los espíritus de Allan Kardec


Las instrucciones dadas por los Espíritus de orden elevado sobre todos los asuntos que interesan a la humanidad, las respuestas que dieron a las preguntas que les fueron propuestas, habiendo sido recogidas y ordenadas con cuidado, constituyen toda una ciencia, toda una doctrina moral y filosófica bajo el nombre de Espiritismo. Por ello, el Espiritismo es la doctrina fundada sobre la existencia, las manifestaciones y las enseñanzas de los Espíritus. Esta Doctrina se halla expuesta de manera completa en «El Libro de los Espíritus» para la parte filosófica, en «El Libro de los Médiums» para la parte práctica y experimental y en «El Evangelio según el Espiritismo» para la parte moral». 
Doctrina Espiritista
Introducción

Hippolyte-Léon Denizard Rivail nació en Lyon el 3 de octubre de 1804. Hizo sus primeros estudios en Lyon y luego en Yverdon, Suiza, a fin de estudiar en el Instituto del célebre pedagogo Johann Heinrich Pestalozzi. De vuelta a París, Rivail alcanzó el grado de Maestro, tanto en Letras como en Ciencias. Hablaba italiano, alemán y algo de español. En su época de maestro escribe obras como «Curso teórico y práctico de aritmética», «Gramática francesa clásica», y programas de física, química, astronomía y fisiología. En 1854 oye hablar de las mesas giratorias a su amigo Fortier, quien lo invita para asistir a una reunión de las mesas parlantes. El 30 de abril de 1856, un mensaje fue destinado específicamente a él. Un Espíritu llamado Verdad le reveló la misión a desarrollar. Esa misión consistía en crear una nueva doctrina que vendría a dar luz a los hombres, a esclarecer conciencias, removiendo y transformando al mundo entero. Ya como Allan Kardec, nombre de una vida anterior suya, afirmó que no se consideraba un hombre digno para una tarea de tal envergadura, no obstante haría todo lo posible por desempeñar las obligaciones que le encomendaran. El 18 de abril de 1857 publica «El Libro de los Espíritus», 1019 preguntas realizadas a través de diferentes médiums a Espíritus Superiores. En 1858 edita la «Revista Espírita», el 1 de abril ese año funda la primera Sociedad Espírita, Société Parisienne des Études Spirites, y publica «El Libro de los Médiums», al que sigue «El Evangelio según el Espiritismo», «El Cielo y el Infierno» y «La Génesis». A estos cinco libros se les conoce como el Pentateuco Kardecviano. Allan Kardec desencarna el 31 de marzo de 1869, dejando sobradamente cumplida su misión.
Pero la doctrina no murió con Kardec. Otros muchos continuaron sus investigaciones como Daniel Dunglas Home (levitación), Eusapia Palladino (materializaciones), Cesare Lombroso (gran criminalista italiano), Florence Cook, Sir William Crookes (quien llegó a comprobar la realidad de los fenómenos de materialización del espíritu Katie King), Léon Denis, Gabriel Delanne, Camille Flammarion, Alexandre Aksakof, Gustave Geley, Sir William Barret, Sir Oliver Lodge, Ernesto Bozzano, Albert de Rochas, y el destacado Nobel de Fisiología Charles Richet. En el siglo XX el movimiento espiritista recibe un nuevo empujón de la mano de Chico Xavier. 
Francisco Cándido Xavier (Pedro Leopoldo, Minas Gerais, Brasil, 2 de abril de 1910 - Uberaba, 30 de junio de 2002), popularmente conocido como Chico Xavier, fue un famoso médium y divulgador del espiritismo en Brasil y en el resto del mundo. Escribió 451 libros, de los que se vendieron más de 40 millones de copias traducidas a 33 idiomas y 30 libros en braille. El más importante fue «Parnaso de Extra Tumba», obra maestra de la literatura mediúmnimica, que incluye poemas de poetas luso-brasileños con el mismo estilo que los caracterizó en vida. Sus obras se han traducido a 33 idiomas y sólo en Brasil se han editado más de 18 millones de ejemplares. Aun y así, Chico Xavier admitió no ser el autor de esos textos, sino que se limitaba únicamente a escribir lo que los espíritus le pedían. Por ese motivo, no recibió dinero alguno por la venta de sus libros y donó los derechos de autor a diferentes instituciones sin ánimo de lucro, entre ellas la Federación Espiritista Brasileña. Su infancia no fue como la de un niño normal. A los cuatro años y medio ya registraba la presencia de espíritus que le decían cosas incomprensibles para su mentalidad infantil. A sus cinco años pierde a su madre, a la que veía desencarnada en el patio de la casa de su madrina y que le recomendaba tener paciencia para afrontar el maltrato físico de ésta. En la escuela pública, en donde efectuó los estudios primarios, escuchaba a los espíritus que le dictaban versos y composiciones sobre los temas más variados. El 8 de julio de 1927 recibió el primer mensaje escrito, firmado por un espíritu amigo, y a partir de ese momento no cesaron sus actividades en el campo mediúmnimico de la psicografía hasta su muerte. Antes de Chico Xavier también fueron mediadores entre los humanos y los espíritus personajes tan señalados como Juana de Arco, Teresa de Ávila, Sir Arthur Conan Doyle o Emmanuel Swedenborg.
La doctrina espiritista intenta responder las preguntas como:  ¿Quién soy?; ¿quién era antes de nacer?; ¿qué seré después de la muerte?; ¿por qué estoy en este mundo?; ¿por qué unas personas sufren más que otras?; ¿por qué algunos nacen ricos y otros pobres?; ¿por qué son algunos ciegos, paralíticos, débiles mentales, etc., mientras otros nacen inteligentes y saludables?; ¿por qué Dios permitiría tan grande desigualdad entre sus hijos?; ¿por qué hay tanta miseria en el mundo y la tristeza supera la alegría?; ¿por qué los malos sufren menos que otros que son buenos? El Espiritismo nos dice que Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas. Nuestra alma es inmortal e inteligente. Somos creados simples e ignorantes y es el espíritu el que crea su propio destino usando el libre albedrío. Su progreso es consecuencia de las experiencias adquiridas en diversas existencias, evolucionando constantemente, tanto en inteligencia como en moralidad. La creencia en el espiritismo ayuda a mejorarse fijando las ideas sobre ciertos puntos del porvenir; apresura el progreso de los individuos y de las masas, porque les permite hacerse cargo de lo que algún día serán, es un punto de apoyo, una luz que les guía. El espiritismo enseña a soportar las pruebas con paciencia y resignación; aparta de los hechos que pueden retardar la dicha futura.  Pero el espiritismo nos recuerda que no es una creencia absolutista, sino que también nos dice que sin conocerlo también se puede prosperar. Y en este sentido se distancia mucho de la Iglesia.
Hay diferentes mundos en el Universo que acogen espíritus y sirven de escuela durante el camino evolutivo, entre ellos la Tierra. Los espíritus, a través de los médiums pueden comunicarse con el mundo material y unos nos ayudan a evolucionar y otros nos lo impiden. La moral espiritista está basada en las enseñanzas de Jesucristo, antes de Jesucristo estuvo Moisés como primera revelación personificada y la tercera revelación, la actual, es colectiva, diseminada simultáneamente sobre La Tierra, entre miles de personas de todas las edades y condiciones, a fin de servir algún día a todos como punto de unión. Hay que recordar también que no sólo en el cristianismo hay mensajeros de Dios. Buda, Krishna, indios americanos y un largo etcétera se han comunicado con el más allá y han proclamado sus enseñanzas. Pero no debemos olvidar que a mediados del siglo XIX en Francia la religión principal era el Catolicismo y que por eso los espíritus comunicantes hablan de las enseñanzas de Jesús al ser conocidas por el público europeo. Pero sobretodo, una de las enseñanzas que han perdurado en el tiempo y que proclama cualquier religión benigna es también la máxima espiritista: no hacer a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti.


Alma

Quiere esto decir, que la cara particularmente refleja el alma: porque una persona excesivamente fea tiene empero, algo que gusta, cuando sirve de envoltura a un espíritu bueno, prudente y humano, al paso que hay caras muy bonitas que nada dicen, y que hasta inspiran repulsión.
Allan Kardec


El alma es un ser que reside en nosotros mismos, independiente de la materia y que sobrevive al cuerpo. Es un espíritu encarnado que antes de unirse al cuerpo es uno de los seres inteligentes que pueblan el mundo invisible y que toman temporalmente una envoltura carnal para purificarse e ilustrarse. Está compuesta por dos envolturas. La más ligera e inapreciable es el periespíritu, que une el alma con la segunda envoltura, el cuerpo, su parte material y más pesada. A modo de ejemplo se podría comparar con un fruto, donde el alma es la semilla, el cuerpo es la piel y el periespíritu la parte comestible que une el interior con el exterior. El alma es inmortal y se reencarna de cuerpo en cuerpo para expiarse y mejorar hasta ser un espíritu puro, lo que vulgarmente se conoce como ángeles. El alma o espíritu también tiene su desarrollo, tiene una creación por un ser supremo, que aquí llamaremos Creador o Dios, y que se va reencarnando hasta llegar a su máximo esplendor. Así, por ejemplo, las almas más jóvenes (las que se han reencarnado pocas veces) son primitivas moralmente hablando y suelen ser personas dominadas por las peores pasiones y de poca inteligencia. Las almas no reencarnadas son almas errantes que según su estado evolutivo pueden ayudar o desean ser ayudadas. A este respecto podemos añadir la pregunta de Kardec a un espíritu por el significado de alma en pena, a lo que responde que es «un alma errante que sufre, incierta de su porvenir, y a la cual podéis procurar algún alivio, que con frecuencia solicita cuando con vosotros se comunica». Después profundizaremos en este tema.


Dios y la creación 

Aquel que cada noche, recordase todas sus acciones de durante el día y se preguntase el mal o el bien que ha hecho, suplicando a Dios y a su ángel guardián que le iluminasen, adquiriría una gran fuerza para perfeccionarse, porque, creedlo, Dios le asistiría. Proponeos, pues, cuestiones, y preguntaos lo que habéis hecho, y el objeto con qué, en circunstancia tal, habéis obrado; si habéis hecho algo que en otro hubieseis censurado; si habéis ejecutado alguna acción que no os atreveríais a confesar. Cuando estéis indecisos acerca del valor de una de vuestras acciones, preguntaos cómo la calificaríais, si fuese de otra persona.
Allan Kardec

 
Hemos dicho que el alma o espíritu es creado por un ser cuya definición Kardec nos dice así: «…[el Creador o Dios] es eterno, inmutable, inmaterial, único, todopoderoso, soberanamente justo y bueno. Creó el universo que comprende todos los seres animados e inanimados, materiales e inmateriales. Los seres materiales constituyen el mundo visible o corporal y los inmateriales el invisible o espiritista, es decir, el de los espíritus». Es decir, según Kardec, o los espíritus que hablaron con él, Dios existe y es el creador de todo lo conocido y de lo desconocido tal como se narra en La Biblia. También nos comenta la existencia de una Trinidad, aunque ésta difiere bastante de la mencionada por la Iglesia. Según Kardec, o sus contactados, la verdadera Trinidad está compuesta por el espíritu, la materia y Dios. Una materia que está compuesta por un solo elemento primitivo que forma todos los elementos restantes, conocidos y aún por conocer, con infinidad de combinaciones. Así pues, pueden distinguirse en la Creación de Dios: primero los seres inanimados formados únicamente de materia, sin vitalidad ni inteligencia (plantas, árboles, rocas, etc.); segundo, los seres animados que no piensan, formados de materia y dotados de vitalidad pero faltos de inteligencia (animales); y tercero los seres animados que piensan, formados de materia, dotados de vitalidad y que tienen además un principio inteligente que les da la facultad de pensar (humanos y seres de otros planetas). 
Quiero aclarar que el Dios de Kardec difiere mucho de nuestra idea actual de Dios. Los mismos espíritus le dicen a Kardec que nuestro primitivo lenguaje no posee palabras para definir al creador de todo. Su Dios es totalmente incomprensible para nosotros. A lo largo de los siglos hemos creído aquello que gente más inteligente (entre comillas) que nosotros ha promulgado sin cuestionar sus afirmaciones. Hoy día creemos con absoluta certeza en la teoría del Big Bang o que La Tierra es el único planeta de nuestro sistema solar que alberga vida, pero estas ideas no olviden que están propuestas por seres humanos cuya estrecha mira y primitiva sabiduría no da para entender los misterios del Universo, o por el contrario, seres muy inteligentes que nos ocultan la verdad “por nuestro bien”. Por eso, antes de avanzar más, les propongo que olviden todo lo que supuestamente conocen y liberen su mente de dogmas religiosos y científicos. No den nada por hecho, recuerden que a Galileo se le tomó por loco cuando dijo que nuestro planeta giraba alrededor del Sol. No sabemos nada del funcionamiento del Universo, de otros planetas, de la muerte, etc. Nuestra verdad es únicamente nuestra y existirá si decidimos creer en ella. Las ideas no nos crean a nosotros, nosotros creamos nuestras ideas. Sólo lo inimaginable es imposible, el resto puede ser verdad. Y por supuesto hay una verdad por cada humano que existe, porque lo que para uno es blanco para otro puede ser negro y ambos pueden tener razón. Abran su mente.


Espíritu 

Todos los espíritus más o menos buenos, una vez encarnados, constituyen la especie humana, y como nuestra tierra es uno de los mundos menos adelantados, se encuentran más espíritus malos que buenos, y he aquí por qué vemos en ella tanta perversidad. Esforcémonos, pues, por no volver a este mundo, después de la presente residencia, y por merecer ir a descansar en otro mejor, en uno de esos mundos privilegiados donde el bien reina sin rival, y en el cual no recordamos nuestro tránsito por la Tierra más que como un período de destierro.
Allan Kardec


La definición que se da en el libro de Kardec de los espíritus es que «…puede decirse que los espíritus son los seres inteligentes de la creación. Pueblan el universo fuera del mundo material. Los espíritus son creación de Dios. Dios nunca cesa de crear espíritus. Los espíritus no tienen fin». «El mundo espiritista es el normal, primitivo, eterno, preexistente y sobreviviente a todo. Tienen su propio mundo, que nosotros no vemos, están por todas partes según su grado de evolución (hay lugares donde los menos avanzados no pueden ir), influyen en nuestra vida, caminan a nuestro lado. Tienen forma de destello o llama y su brillo es proporcional a su evolución. Un espíritu no puede dividirse; pero cada uno de ellos, es un centro que irradia en todas direcciones, pareciendo por esto que se encuentra en muchos lugares a la vez. Los espíritus pueden tomar la forma que deseen dependiendo del mundo al que van (por ejemplo cuando visitan la Tierra se visten de humanos), pueden hacerse visibles e incluso palpables. Desprendidos de la materia, el lenguaje es entre ellos rápido como el pensamiento, puesto que el mismo pensamiento sin intermediario es el que se comunica. En este sentido su comunicación es sincera, ya que como se transmiten el pensamiento no pueden pensar una cosa y decir otra. 
Los espíritus pertenecen a diferentes clases y no son iguales en poder, inteligencia, ciencia o moralidad. Los más avanzados son los del primer orden. Son los espíritus superiores, que se distinguen de los demás por su perfección, conocimientos, proximidad a Dios, pureza de sentimientos y amor al bien. Son los ángeles o espíritus puros. Las otras clases se alejan más y más de semejante perfección, estando los de los grados inferiores inclinados a pasiones como el odio, la envidia, los celos, el orgullo, etcétera, y se complacen en el mal. También los hay que no son ni muy buenos, ni muy malos, son simplemente más embrollones y chismosos que malvados. A estos se les llaman duendes o espíritus ligeros. Los espíritus no pertenecen perpetuamente al mismo orden, sino que todos se perfeccionan pasando por los diferentes grados de la jerarquía espiritista. Esta evolución se da en las distintas reencarnaciones, pasando las pruebas que Dios les pone para mejorarse moralmente. Se podría decir que Dios desea la perfección de todos sus “hijos” y para ello deben pasar numerosas pruebas en los distintos mundos y numerosas reencarnaciones, como sucede con nuestros hijos cuando dejamos que se levanten por ellos mismos cuando caen para que adquieran conocimiento y experiencia. Si esto no fuera así, ¿qué sería de nosotros? Imaginen que usted lleva a su hijo siempre en brazos, le da la comida, le hace los deberes, lo viste, lo ducha... Al cabo de los años ese niño no será más que un ente, un cuadro colgado en la pared. Nuestra misión como padres es enseñar a volar a nuestros hijos, no llevarlos a lomo. Dios hace lo mismo con nosotros. Tiene su lógica.
Por supuesto que el tiempo de perfección no es el mismo para todos. Unos llegan a la perfección más rápidamente que otros y algunos se extravían por el camino cogiéndole el gusto a hacer el mal. Esto dependerá siempre de las decisiones que tomemos.


Tipos de espíritus 

Esto es lo que nos dice Kardec sobre los grados espirituales, del más avanzado al menos.

Espíritus puros
Caracteres generales. Influencia de la materia, nula; superioridad intelectual y moral absoluta con respecto a los espíritus de los otros órdenes. Primera y única clase. Han recorrido todos los grados de la escala y se han despojado de todas las impurezas de la materia. Habiendo alcanzado la suma de perfección de que es susceptible la criatura, no han de sufrir pruebas ni expiaciones, y no estando obligados a la reencarnación en cuerpos perecederos viven la vida eterna en el seno de Dios. Gozan de una dicha inalterable, porque no sienten las necesidades ni están expuestos a las vicisitudes de la vida material; pero aquella dicha no consiste en la ociosidad monótona de una contemplación perpetua. Son mensajeros y ministros de Dios, cuyas órdenes, acerca de la conservación de la armonía universal, ejecutan; mandan a todos los espíritus que les son inferiores, les ayudan a perfeccionarse y les señalan su misión. Para ellos, es ocupación agradable la de asistir a los hombres en sus apuros y excitarlos al bien o a la expiación de las faltas que les alejan de la felicidad suprema. Se les designa a veces con los nombres de ángeles.

Espíritus de primer orden
Espíritus superiores. Reúnen la ciencia, la prudencia y la bondad. Su lenguaje, que sólo benevolencia respira, es constantemente digno, elevado y a menudo sublime. Su superioridad los hace más aptos que los otros para darnos las nociones más exactas acerca de las cosas del mundo incorporal, dentro de los límites de aquello que es lícito saber al hombre. Se comunican voluntariamente con los que de buena fe buscan la verdad y cuya alma está bastante emancipada de los lazos terrestres para comprenderla; pero se separan de los que sólo obran por curiosidad, o a quienes la influencia de la materia distrae de la práctica del bien. Cuando, por excepción, se encarnan en la tierra, es para realizar una misión de progreso y nos ofrecen el tipo de perfección, a que puede aspirar la humanidad en este mundo.

Espíritus de segundo orden
Pueden hacer el bien con ciencia o con prudencia y bondad, pero aún les falta pasar pruebas. Espíritus buenos. Carácteres generales. Predominio del espíritu sobre la materia y deseo de hacer bien. Sus cualidades y poder para practicarlo están en proporción del grado a que han llegado, poseyendo unos la ciencia, otros la prudencia y la bondad, y reuniendo los más adelantados el saber y las cualidades morales. No estando aún completamente desmaterializados, conservan más o menos, según su jerarquía, los vestigios de la existencia corporal, ora en la forma del lenguaje, ora en sus costumbres, en las que se llega a descubrir algunas de sus manías, y a no ser así, serían espíritus perfectos. Comprenden a Dios y el infinito, y gozan ya de la felicidad de los buenos; son dichosos cuando hacen el bien e impiden el mal, y el amor que los une es para ellos origen de una dicha inefable no alterada por la envidia, por los remordimientos ni por ninguna de las malas pasiones que atormentan a los espíritus imperfectos; pero todos han de sufrir pruebas hasta que alcancen la perfección absoluta. Como espíritus, suscitan buenos pensamientos, alejan a los hombres del camino del mal, protegen, durante la vida, a los que se hacen merecedores de protección y neutralizan la influencia de los espíritus imperfectos en aquellos individuos que no se complacen en tolerarla. Las personas en quienes se encarnan son buenas y benévolas para con sus semejantes y no ceden al orgullo, al egoísmo y a la ambición, y no sienten odio, rencor, envidia ni celos, practicando el bien, porque es el bien. 

Espíritus de tercer orden
En los de tercer orden los hay que no desean ni el bien ni el mal, simplemente son ignorantes, pero están también los que disfrutan haciendo el mal. Sufren, pues, verdaderamente no sólo por los males que han experimentado, sino que también por los que han ocasionado a otros, y como sufren por largo tiempo, creen que sufrirán siempre, permitiendo Dios, para castigarlos, que conserven esa creencia. Semejantes espíritus ven la dicha de los buenos, siéndoles este espectáculo un tormento incesante, puesto que experimentan todas las angustias que pueden producir la envidia y los celos.  En las manifestaciones se les conoce por su lenguaje, pues la trivialidad y la bajeza de las expresiones, así en los espíritus como en los hombres, es siempre indicio de inferioridad moral, si no intelectual. Los seres vivientes a quienes animan, durante la encarnación, son dados a todos los vicios que engendran las pasiones viles y degradantes, tales como el sensualismo, la crueldad, la maulería, la hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia. Hacen el mal por el placer de hacerlo, sin motivo la mayor parte de las veces, y por aversión al bien escogen casi siempre sus víctimas entre las personas honradas. Cualquiera que sea el lugar social que ocupen, son azote de la humanidad, y el barniz de la civilización no los libra del oprobio y de la ignominia. (Estos espíritus nos inducen a hacer el mal por celos de no haber merecido estar en el lugar que los buenos ocupan. Su deseo no es otro que impedir a los espíritus inexpertos el llegar al bien supremo. Quieren hacer sufrir a los otros lo que ellos sufren. Lo vemos cada día y algunos lo sufren).
Hay otros espíritus en este tercer orden que son lo embaucadores o duendes, que disfrutan engañando y chismorroteando. Son ignorantes, malignos, inconsecuentes y burlones, y en todo se entrometen, y responden a todo sin cuidarse de la verdad. Se complacen en ocasionar pequeños pesares y alegrías, en chismear, en inducir maliciosamente en error por medio de engaños y en hacer travesurillas. A esta clase pertenecen los espíritus llamados vulgarmente duendes, trasgos, gnomos y diablillos, todos los cuales dependen de los espíritus superiores, que frecuentemente les ocupan, como nosotros a nuestros criados. En las comunicaciones con los hombres, su lenguaje es a veces ingenioso y chistoso, pero casi siempre superficial, y aprovechan las extravagancias y las ridiculeces que exponen en frases mordaces y satíricas.

Espíritus golpeadores y perturbadores
Propiamente hablando, no forman una clase distinta, si se toman en consideración sus cualidades personales, y pueden pertenecer a todas las clases del tercer orden. A menudo anuncian su presencia por efectos sensibles y físicos, como golpes, movimiento y desarreglo anormal de los cuerpos sólidos, agitación del aire, etc. Parece que están más apegados a la materia que los otros.

El Creador, según nos cuenta Kardec en su libro, crea a todos los espíritus «sencillos e ignorantes, es decir, faltos de ciencia», y da a todos y cada uno de ellos una misión para que progresen y lleguen a la perfección y a la felicidad eterna por medio del conocimiento de la verdad y así tenerlos algún día a su lado. Estas misiones o pruebas que Dios impone se aceptan para evolucionar más rápidamente. El que sufre con desgana estas pruebas permanece más tiempo en su nivel. Cabe decir que los espíritus no retroceden en niveles. Esta enseñanza se podría comparar con la escuela, si eres buen estudiante pasas curso, si eres mal estudiante repites curso.
Al conocer el bien y la felicidad que proporciona, un espíritu en su siguiente reencarnación no deseará hacer el mal. Es cierto que al olvidarse las vidas anteriores podría recaer en el mal, pero es el cuerpo material el que no recuerda (el cerebro), el espíritu conoce su pasado y su misión para seguir progresando. A esto cabe decir aquí que hay muchos y muy buenos hipnotizadores que pueden darnos a conocer nuestras vidas pasadas (todos hemos oído casos, los creamos o no) comunicándose con nuestro espíritu. Recomiendo para saber más de la hipnosis el libro Hipnosis para principiantes de William W. Hewitt. Por lo tanto, nuestro espíritu, o si se prefiere nuestra conciencia interna, sabe perfectamente distinguir entre el bien y el mal y qué nos espera si hacemos una u otra cosa. ¿Se han preguntado alguna vez por qué han devuelto dinero a alguien pudiéndoselo quedar sin ninguna mala consecuencia? Correcto, es nuestro espíritu que no nos deja retroceder. A la pregunta de Kardec de si los espíritus pueden retroceder, el espíritu interrogado lo explica así: «no, pues a medida que progresan comprenden lo que les alejaba de la perfección, y terminada una prueba poseen el conocimiento de ella y no lo olvidan. Pueden permanecer estacionarios; pero no retroceden». Así también, como hacer el bien, hacer el mal es un acto voluntario. «La sabiduría de Dios consiste en la libertad que a cada uno concede de elegir, porque así tiene cada uno el mérito de sus obras». Es decir, Dios no crea espíritus buenos o malos, simplemente nos impone pruebas y nos deja libre albedrío para que escojamos nuestro camino. Una comparación es cuando al ser padre le compramos un juguete a nuestro hijo y dejamos que juegue con él. Dependerá de él si quiere jugar, guardarlo o estrellarlo contra la pared, y dependerá de nosotros comprarle otro si lo ha tratado bien o no comprarle más si lo trata mal. Dios es nuestro padre espiritual y en consecuencia nos trata. Si nos portamos bien, la siguiente misión será más benevolente, si nos portamos mal sufrimos en otra vida lo que hemos causado en esta. «Mientras menos imperfecto es, menos tormentos sufre, y el que no es envidioso, celoso, avaro, ni ambicioso, no sufrirá los tormentos que de estos defectos se originan».
Cabe destacar aquí el significado de Infierno. En la religión católica como en otras muchas religiones o en las distintas mitologías (el Hades, por ejemplo, en la mitología griega) hay un lugar donde el alma sufre eternamente por nuestros pecados. Es curiosa la similitud entre el mundo visible y el invisible. En mi opinión, y en la de muchos otros, todas estas creencias beben de una única fuente cuyo riachuelo se ha ido ramificando según la cultura y la geografía del planeta. Y dicen que si el río suena es que agua lleva. En su libro, un espíritu se refiere al infierno así: «No hay descripción posible de los tormentos morales con que son castigados ciertos crímenes. El mismo que los experimenta tendría trabajo en daros una idea de ellos; pero el más horrible indudablemente es la creencia de estar eternamente condenado». 
Por otro lado se nos dice en el Catolicismo que el elegido podrá sentarse a la derecha del Señor. Esto casa con lo que nos cuentan los espíritus de Kardec, cuando nos dice que Dios quiere a los espíritus puros a su lado. Nuevamente considero que La Biblia es una recopilación escrita de leyendas y conocimientos antiguos que fueron pasando de boca en boca hasta la transcripción bíblica. Imaginen que se tuviera que escribir hoy día el cuento de Caperucita Roja. Caperucita vestiría minifalda o shorts rojos, iría a casa de su abuelita a comer porque su madre estaría trabajando, andaría por el bosque distraída con su móvil y el lobo sería uno de tantos hombres salidos que hay en el planeta. De ahí que se crea en algunos sectores que La Biblia es sólo un compendio de enseñanzas antiguas escritas para que el lector de la época las entendiese. Sólo hay que ver la semejanza entre los elegidos por Dios para traer el bien al planeta en las distintas religiones y distintos momentos históricos.


Relación entre los espíritus

Hay un dicho que dice “Dios los cría y ellos se juntan”. Cierto. Al igual que en vida, nuestros espíritus se unen por simpatía. No sólo depende la simpatía, sino la evolución de cada espíritu para unirse a otros. Los espíritus más evolucionados no se “juntan” con los menos evolucionados, que a su vez sí se “juntan” entre ellos. No es descabellada la idea, ya que en La Tierra pasa exactamente lo mismo. Las personas “malas” se unen entre sí buscando hacer el mal. Es posible que una persona buena quiera acercarse a una mala para hacerle entrar en razón e intentar que deje esa mala vida, pero si no lo consigue, ambas personas seguirán su camino.
Los espíritus se reconocen entre ellos en estado desencarnado. Recordemos que en estado desencarnado el espíritu conoce sus vidas pasadas, reconociendo así a aquellos espíritus que han estado con él en diferentes vidas. Si simpatizan se vuelven a reunir en el más allá. «La unión de los espíritus que simpatizan para el bien es para ellos uno de los mayores goces; porque no temen ver perturbada esa unión por el egoísmo. Forman, en el mundo completamente espiritual, familias de un mismo sentimiento, y en esto es en lo que consiste la dicha espiritual, como en vuestro mundo os agrupáis por categorías, y disfrutáis de cierto placer cuando os veis reunidos. El afecto puro y sincero que experimentan y de que son objeto es origen de felicidad, porque no hay en ella amigos falsos e hipócritas». A la hora de encarnarse, esta simpatía que sienten unos por otros hace que los espíritus decidan vivir juntos. Así, tu hijo puede haber sido tu padre en otra vida, una amante, esposa, marido, mejor amigo, etc... Es cierto que, encarnados, los espíritus no se reconocen entre sí pero se sienten atraídos por otra persona sin saber por qué. Piensen en ello. Seguro que en alguna ocasión le ha sucedido que ha visto a alguien por primera vez en su vida y siente como si se conociesen de siempre. Se conocen, pero usted no lo sabe. Los espíritus afines se buscan en la encarnación y lo que nosotros podemos pensar que es una casualidad o un capricho del destino no tiene por qué serlo. La reunión de espíritus afines puede crear familias enteras en próximas vidas si su evolución es la misma, sea ésta superior o inferior. Esto provoca una teoría un poco descabellada pero posible. Dado que los espíritus afines se reúnen en familias y amigos, a medida que esta unión se extiende pueden formar poblados, ciudades e incluso países con la misma moral entre sus habitantes. Esto explicaría por qué hay países como Japón o Suecia en los que su población está más avanzada éticamente que otros países como por ejemplo algunos países de Centroamérica o África.
También la repulsión que sentimos hacia otras personas sin saber por qué viene dada de vidas anteriores, de espíritus inferiores que hemos conocido en otra vida y que nos han podido hacer la vida imposible. En esa situación es nuestro espíritu el que nos dice que no debemos fiarnos de tal o cual persona, o al contrario. Esos espíritus inferiores que nos buscan pueden querer venganza por algo sucedido en tiempos pasados y por tanto nuestra conciencia nos aleja de ellos. Eso sí, estos vengativos espíritus, una vez muertos, reconocen su injusticia para con nosotros pero Dios puede ponerlos a nuestro lado para probar nuestra fortaleza y su arrepentimiento. Los espíritus inferiores sienten antipatía hacia cualquiera que puede descubrirlos y eso se torna en odio, en celos, y por eso intentan hacer daño al espíritu que puede desenmascararlos. A estos espíritus se les puede orar y así les devolvemos bien por mal, progresando así nuestra moral. Recordemos que en todas las culturas y en todas las religiones el mayor bien que tiene un hombre es el saber perdonar. El espíritu superior siente igualmente repulsión hacia el espíritu inferior porque sabe que no será comprendido y no tiene los mismos buenos sentimientos que él. Aun y así, no lo odia porque su evolución moral se lo impide. Lo esquiva y lo compadece. Por ello deberíamos escuchar y hacer caso en más ocasiones a esa voz interna, a ese instinto que nos habla y nos aconseja. Y hay que recordar que la mala suerte que nos persigue no es tal, la mayoría de veces nuestro infortunio está ligado a nuestras acciones. Si erramos en nuestras decisiones las consecuencias también serán malas. Si acertamos, nuestra buena fortuna nos seguirá allá donde vayamos. Dejemos de compadecernos de nuestra mala suerte e intentemos aprender y hacer las cosas bien, prestando atención y siendo consecuentes con nuestros actos. Tampoco el mal de ojo, según Kardec, existe. La explicación viene dada por los malos espíritus que acompañan a aquellos que hacen daño a los demás por envidia. Estos espíritus le ayudan en su labor y en ocasiones puede parecer que algo del más allá nos impide ser felices y es una prueba que debemos superar. Otro tema es la tan escuchada frase de vender tu alma al diablo. Recientemente algunos cantantes de rock han admitido que vendieron su alma al diablo para ser famosos y ricos. Esta venta de alma tiene dos versiones. La primera es la versión de que estos cantantes venden su conciencia a los Iluminatti, a los que manejan el mundo, a cambio de dinero y sumisión. La otra versión, dada por Kardec, es que antes de encarnarnos nuestro espíritu solicita a Dios ser rico y poderoso y Dios se lo concede para ponernos a prueba, progresando si ayudamos a los demás con ese poder o nos convertimos en el tío Gilito y repetimos curso en la siguiente vida. De nosotros depende lo que queramos hacer con nuestro dinero, pero la conciencia está ahí y posiblemente no podamos dormir muy tranquilos por las noches. Allá cada uno.
Al haber distintos tipos de espíritus, también hay distintas relaciones. Por ejemplo los espíritus burlones o duendes se ríen de nosotros con sus travesuras, los espíritus buenos se compadecen de nuestro infortunio y buscan ayudarnos y los espíritus malos nos incitan a ser como ellos y hacer el mal. Todo esto son instrumentos de Dios para probar nuestra constancia, nuestra fe y nuestro progreso. Por ejemplo, si una persona es propensa a asesinar, estará rodeada por espíritus que fomentarán en ella esa idea. De todos es conocido que ha habido muchos asesinos que aseguraban oír voces en su cabeza que les incitaban a matar. Para algunos serán unos chalados de la vida, para otros serán personas listas que dicen eso para ingresar en un psiquiátrico y librarse de la cárcel, y para otros dirán simplemente la verdad. Todo es posible. Pero también nos rodean espíritus avanzados que nos inculcan el bien, aunque si sucumbes al mal, éstos nos abandonarán. En última instancia, es el espíritu encarnado el que decide qué hacer, a qué voces hacer caso y qué camino seguir. El libre albedrío. Lo ideal, según Kardec, es desconfiar de los malos pensamientos, de esa voz que enaltece nuestro orgullo, la avaricia, el egoísmo, etc...
Seguro que estarán pensando en nuestros seres queridos muertos. ¿Están a nuestro lado? ¿Nos protegen? Pues según Kardec, sí. Nuestros amigos y familiares muertos nos acompañan y nos protegen según su poder, son sensibles a nuestras oraciones hacia ellos pero olvidan a los que les olvidan. Algunos se comunican con aquellos que les oyen, otros simplemente nos vigilan, otros pueden ser nuestra conciencia y otros simplemente se van y no vuelven. Además de éstos, hay un espíritu particularmente encargado de guiarnos en nuestro aprendizaje. Kardec lo llama el hermano espiritual, pero nosotros lo conocemos vulgarmente como nuestro ángel de la guarda. Su misión es como la de un padre a un hijo, llevarnos por el buen camino, guiarnos, aconsejarnos, consolarnos y sostenernos en las múltiples pruebas de la vida. Nos ayuda a levantarnos si caemos y nos apacigua si nos exaltamos. Nuestros hermanos o ángeles de la guarda no nos pueden abandonar, ya que esta función ha sido aceptada por ellos con la salvedad de que únicamente escogen a espíritus encarnados que les son simpáticos. Pero aunque su misión sea de obligado cumplimiento también pueden abandonarnos si hacemos caso omiso de sus consejos. Como un padre hacia su hijo, tal cual. Si el padre ve que el hijo le hace caso seguirá dándole consejos, pero si sus numerosos consejos caen siempre en saco roto, el padre deja de aconsejar a su hijo porque ve que su faena es en vano y entonces deja al hijo que se estrelle por su cuenta. Pero igual que el padre, nuestro ángel de la guarda no nos abandona nunca del todo, sólo se aleja, y vuelve cuando nosotros le solicitamos, cuando nos arrepentimos de nuestros malos actos y estamos dispuestos a escucharle. Arrepentirse es progresar, es reparar las faltas, querer mejorarse. Y aunque nos lo neguemos, sabemos siempre qué hacemos bien y qué hacemos mal y sufrimos por ello en la muerte, porque una vez muertos sentimos el mal que hemos hecho a los demás. Hay espíritus que les cuesta arrepentirse de sus actos y se empecinan en seguir por el mal camino, pero tarde o temprano reconocen su error por medio de pruebas difíciles. El arrepentimiento sincero en vida favorece el progreso espiritual pero son nuestros actos después de arrepentirnos lo que nos expiará de nuestros pecados terrenales. Y esta redención no se repara con donaciones de lo que no nos hace falta, o con perdones. Nos dice Kardec que Dios no hace caso al arrepentimiento estéril, fácil y que no cuesta otro trabajo que llorar o golpearse el pecho, y que un dedo perdido haciendo un servicio puede borrar más faltas que llevar el cilicio años enteros, ya que esto es por nuestra propia conveniencia. «Sólo con el bien se repara el mal, y ningún mérito tiene la reparación, si no afecta al hombre, ni en su orgullo ni en sus intereses materiales». Y estos espíritus que nos rodean pueden ayudarnos si les preguntamos sinceramente cómo podemos expiar nuestras faltas. «El que pide a Dios el perdón de las faltas que ha cometido, no lo obtiene sino mudando de conducta. Las buenas acciones son la mejor oración; porque valen más los actos que las palabras».
¿Por qué no los vemos, si los espíritus pueden dejarse ver? La respuesta que nos da Kardec es que si se dejasen ver, nosotros no obraríamos por nuestra cuenta y no avanzaríamos. Imaginen a ese hijo que vive con sus padres y que éstos le hacen todo lo que él necesita. ¿Aprendería algo? Por supuesto que no. Es preciso que el hombre adquiera experiencia para progresar en la vida. Sin experiencia no seríamos más que autómatas inútiles, zombis, almas en pena que no progresarían nunca y que se quedarían estancadas en su niñez. Además, añado yo, si no queremos ver una cosa no la veremos aunque la tengamos a un palmo de nuestras narices. Creer es ver.
Otro tema muy interesante que aborda Kardec en su libro son las relaciones paterno-filiales. Lo primero decir que Dios concede la infancia porque es necesaria para que el niño tenga inocencia y se adapte a su nuevo mundo. La infancia también tiene la utilidad de hacer al niño flexible y accesible a los consejos de aquellos que deben hacerles progresar en su moral. Esta misión recae principalmente en los padres y tutores legales del niño. Éstos deben reprimir las malas inclinaciones de sus protegidos para que progresen y si no lo hacen deberán rendir cuentas en el más allá. Pero tenemos que ser conscientes de que nuestros hijos no son nuestros hijos en realidad. Los padres sólo dan a sus hijos el físico, ya que su carácter, su espíritu, es un ser individual que no está vinculado a los padres psíquicamente. Recordemos que la sucesión de las existencias corporales establece entre los espíritus lazos que se remontan a sus anteriores vidas y de aquí proceden con frecuencia las causas de simpatía entre ellos. Estos lazos vienen dados básicamente por la atracción moral de los espíritus. Así, los padres ponen el espermatozoide y el óvulo que será fecundado y las características genéticas, pero es el espíritu el que escoge a sus padres dependiendo de la misión que deba realizar una vez encarnado. Un espíritu malo puede pedir buenos padres con la esperanza de que sus consejos le hagan prosperar. Los hijos malos son una prueba para los padres y los padres malos son una prueba para los hijos, esto depende de los pecados en la vida anterior. Por ejemplo, un asesino de niños puede reencarnarse en un niño nacido en un país en guerra para purgar sus pecados de una vida anterior. Recordemos que cuanto más se sufra en una vida, y se soporte ese sufrimiento, más rápido se progresa. La paternidad es una misión y un deber, como deber es también encauzar al espíritu malo en la buena senda, y cuanto más malo sea el niño más difícil será la misión de los padres y más progresarán ambos si se supera dicha prueba. También hay que decir que cada uno de nosotros tiene unas aptitudes naturales que Dios nos ha concedido para nuestra vocación carnal. Es responsabilidad de los padres ver esa aptitud, potenciarla y apoyar al menor en su misión. Hay por ejemplo un mal endémico en nuestra sociedad actual que es que el padre desea para el niño lo que él no pudo ser de joven, por ejemplo futbolista profesional. Da igual que el niño sea un portento en música o matemáticas, el padre egoísta hará que el niño haga una actividad para la que no sirve a pesar de las futuras consecuencias. Nuestro hijo es un ser independiente, es un espíritu que ha venido a progresar y si nosotros, sus padres, le ponemos la zancadilla para aumentar nuestro ego estamos impidiendo tanto su progreso como el nuestro.
Ser padres es una misión que estamos obligados a cumplir, ya que Dios no cesa de crear espíritus para los diferentes mundos. Para que ayudemos a otros espíritus a progresar se creó el matrimonio. Si hacemos caso de lo que nos cuentan las tablillas sumerias traducidas por el investigador Zecharia Sitchin, en los tiempos antiguos los “dioses caídos del cielo” crearon al hombre para usarlo como esclavo. Al no tener educación, el hombre creado, que no dejaba de ser un cruce entre un extraterrestre y un mono, se dedicó al fornicio y dejó de trabajar para sucumbir al vicio del sexo. Por ello se creó la institución del matrimonio, para hacer del hombre un padre y de la mujer una madre. Si no fuera por el matrimonio, o habrían muchos hijos sin padres o usando métodos anticonceptivos no habrían hijos y el sexo se nos iría de las manos. La leyenda dice que eso mismo sucedió en Sodoma y Gomorra y que los “dioses caídos del cielo” destruyeron esas ciudades para acabar con el vicio y educar a su creación para que trabajase y se mantuviera en casa cuando era la hora de descansar. En el otro extremo, Kardec nos recuerda que el celibato no es un estado de perfección como la Iglesia quiere hacernos creer, ya que los célibes desagradan a Dios por su egoísmo para con el universo. Aun y así, la raza humana tal como la conocemos hoy en día desaparecerá, como han desaparecido multitud de culturas y razas antes de nuestra “creación” por los hombres de las estrellas. Las razas siguientes serán más avanzadas, más perfeccionadas, como nosotros somos en teoría más avanzados que las razas primitivas. El origen de las razas se pierde en el tiempo pero las distintas razas humanas de este y otros planetas han podido cruzarse y producir nuevos tipos de humanos, más avanzados que los anteriores. Si creemos las tablillas sumerias, el hombre actual es una mezcla de extraterrestre y mono, así que si seguimos esa progresión posiblemente algún día nuestro planeta albergue vida inteligente que no lo destruya y no se destruyan sus habitantes entre sí. Porque la tierra produciría lo suficiente, ya sea vegetal o animal (Kardec nos recuerda que comer carne es necesario, ya que aporta unas vitaminas que otras frutas y hortalizas no nos dan) para mantenernos a todos si el terrícola se contentase con lo necesario y no crease necesidades ficticias y caprichosas que únicamente enaltecen nuestro insaciable ego.
Volviendo a la vida humana, alguno de ustedes se preguntará por qué Dios crea seres humanos enfermos, tullidos o retrasados mentales si todos somos hijos suyos y lo único que quiere es nuestro progreso. Bien, los espíritus de Kardec nos cuentan que Dios ha creado por igual a todos los espíritus pero es su experiencia y su expiación de pecados que los diferencia. Por eso la desigualdad social es obra del hombre y esta desigualdad desaparecerá cuando desaparezca el orgullo y el egoísmo, es decir, el mal. A los que en una vida anterior utilizaron su físico para hacer el mal, por ejemplo, en su siguiente reencarnación Dios los hace feos, o ciegos de nacimiento, o cojos, etc. Si en una vida anterior tu sabiduría la empleaste para enriquecerte y no ayudaste al prójimo, Dios te hará nacer deficiente mental, o pobre. Es por esto que hay niños que nacen con enfermedades físicas o psíquicas y otros no. Todos tenemos que expiar nuestros pecados de la vida anterior en esta. Esto lo veremos ampliamente más adelante pero por poner un ejemplo, podemos nacer en una familia adinerada y hacer un mal uso de nuestra herencia o podemos utilizar nuestra fortuna para ayudar a los demás. Otra vez el libre albedrío. Y eso que algunos políticos se empeñan en nombrar una y otra vez, la igualdad social, no es posible, ya que no puede el listo cobrar lo mismo que el tonto o el trabajador igual que el vago. Para que haya una igualdad social plena, primero tendría que haber igualdad de facultades y caracteres del ser humano, y desgraciadamente estamos muy lejos de conseguirlo.


Muerte

La eterna pregunta, ¿hay vida después de la muerte? A Kardec también le intrigaba el tema y por supuesto hizo numerosas preguntas al respecto. Lo primero que debemos saber es que la muerte para el espíritu es una liberación, ya que se desprende de su cuerpo material. La muerte es un placer para el espíritu, que ve llegar el fin de su destierro y comenzar su paz. No teman a la muerte. En cambio para aquellos espíritus materialistas la muerte es un suplicio, ya que dejan en el mundo terrenal todo aquello que desean poseer, como el dinero por ejemplo. Así pues, debemos alegrarnos por aquellos que parten, que se despojan de la materia y vuelven a su estado natural. Llorar por un difunto es algo egoísta, lloramos porque no lo volveremos a ver más. Si fuésemos altruistas nos alegraríamos por ellos y les rezaríamos después para que pudieran ver que seguimos acordándonos de ellos y los añoramos en la felicidad y no en la tristeza. Por eso mismo, da igual el sitio donde recordemos a nuestros seres queridos fallecidos. Mucha gente se acerca a los cementerios a orar por sus muertos, pero cabe entender que ellos ya no están allí, sólo su cuerpo material, sus cenizas o sus huesos. Su espíritu nos oye estemos dónde estemos y lo que realmente importa es orar por ellos, no el lugar dónde se haga. Eso sí, hay que evocarlos con respeto. Si lo hacemos así, los espíritus a los que oramos vendrán a nosotros porque son felices con nuestro recuerdo y escuchándonos. E incluso algunos nos hablarán o podremos tocarles.
Otro asunto importante y muy escuchado es la reunión con tus parientes fallecidos después de muertos. Esta reunión depende del grado de elevación tanto de ellos como de nosotros para poder reunirnos. Ya hemos dicho antes que los espíritus simpatizan siempre y cuando tengan el mismo progreso moral. Pero lo que sí es cierto es que los espíritus que simpatizan con nosotros nos vienen a buscar una vez muertos para darnos la bienvenida al otro mundo y guiarnos en el paso de lo material a lo espiritual. Una vez muertos, el espíritu encuentra inmediatamente a los que ha conocido en su encarnación y que han fallecido antes que él. También, la privación de la vista de nuestros seres queridos puede ser en ocasiones un castigo que Dios nos haya impuesto por nuestros actos en la encarnación. Hay que tener en cuenta que después de la vida, el amor que hemos sentido por otra persona aún perdura, si este amor se ha basado en lo psíquico y no en lo físico.
Puede ser que alguna persona prevea su muerte. Esto no es porque sean adivinos, sino que en su interior sienten una voz que les advierte de su liberación. Esto viene dado porque el propio espíritu, que ya conoce su destino, prepara al cuerpo para la fatídica situación y esta intuición suele ser en estados de duermevela. Yo mismo viví esta situación de un amigo que murió y que días antes presintió algo y le dio instrucciones a sus padres de cómo quería que se le enterrase. En muertes inesperadas y violentas, en el primer momento el espíritu está sorprendido, como aturdido, y no cree estar muerto, ya que sigue viendo todo lo que sucede a su alrededor. Esto se explica porque la sorpresa de la muerte inesperada aturde al muerto, ya que él sigue viendo y oyendo todo lo que sucede a su alrededor, considerándose aún vivo, aunque vea su cuerpo sin vida. Es más, se ve con un cuerpo parecido al suyo y al creerlo sólido le extraña que no pueda palparse. Hasta que el muerto no es consciente de su muerte no se le pasa la turbación. En la película de Ghost tenemos un buen ejemplo. En los hombres honrados esta “transformación” es tranquila y sosegada, pero en el impuro de conciencia este “despertar” le llena de congoja y angustia y aumenta a medida que se reconoce muerto.
Quiero hacer un inciso aquí respecto a Hollywood. Muchos de nosotros no nos creemos lo que suceden en según qué películas por el simple hecho de ser películas, pero en muchas ocasiones las películas son una copia exacta de la realidad. Hace poco leí en el libro de David Icke, Hijos de matrix, que George Lucas, el padre de Star Wars, supo por gente poderosa (reptilianos) cómo funcionaba el universo, las distintas especies extraterrestres, las luchas entre el bien y el mal, etc… Todo ello quiso plasmarlo en una película y de ahí surgió la saga más famosa del cine mundial. Es más, se asegura que los Jedi existen y que su función es la misma que en las películas. También la saga Star Trek está basada en la realidad y sus leyes cósmicas son auténticas, como por ejemplo la ley que dice que una raza más avanzada no puede entrometerse en el porvenir de otra raza menor porque podría modificar su avance y conocimiento, y así también su futuro y su destino. Tiene lógica. Imaginen que podemos viajar en el tiempo, ¿salvarían ustedes a Jesucristo de la crucifixión secuestrándolo, por ejemplo? ¿Imaginan cómo sería el mundo a su vuelta a la época actual? Un simple gesto puede cambiar la historia de un zarpazo y no sabríamos si sería para mejor o peor. Por ejemplo, las fuentes conspiranóicas afirman que Hitler tuvo ayuda extraterrestre para crear armas que estaban muy avanzadas a su época. Lo que sí es verídico es que Hitler tenía a punto la bomba atómica pero sus científicos huyeron de Alemania y la acabaron de crear para el ejército estadounidense, y nadie es capaz de decir de dónde sacó tan avanzados conocimientos. Kardec pregunta por qué los espíritus no nos pueden revelar el futuro, nuestro futuro, y recibe una respuesta de lo más lógica. Si el hombre conociera su futuro descuidaría la idea y no actuaría en libertad. Podría o bien no hacer nada para impedir lo que está por llegar porque así se le ha revelado, o intentaría cambiarlo por todos los medios. Es más, el futuro se revela pero como no ha sucedido aún no se puede dar por seguro que pase. Hablando de Hollywood, en la película  de Tom Cruise, Minority Report, se plantea esa duda; ¿hay que juzgar a alguien por un acto que se sabe que va a cometer pero que aún no ha cometido? ¿Podemos, al conocer el futuro de antemano, cambiarlo? Ahí lo dejo.
Volvamos a la muerte. Dependiendo del grado de elevación del espíritu, y de su materialismo, éste tarda más o menos tiempo en darse cuenta de su muerte. En otras ocasiones el alma puede abandonar al cuerpo antes de su muerte física. Esto sucede así cuando el espíritu da por sentado que su cuerpo no tiene cura y que su muerte es irremediable (enfermos en coma o moribundos que las máquinas los mantienen con vida). En el momento de nuestra muerte el alma experimenta según lo que hayas hecho en vida. Si has hecho el mal, tu alma se avergüenza de ello, en cambio si has hecho el bien el alma se encuentra aliviada porque no teme las consecuencias de sus actos carnales. En el momento de la muerte todo es confuso y el alma necesita tiempo para reconocerse porque está como aturdida. La memoria de vidas pasadas le vuelve a medida que se extingue la influencia de lo material. Este aturdimiento es variable y puede durar desde unas horas hasta muchos años, como hemos dicho antes, y dependerá del apego a lo material del muerto. Por esto hay espíritus que siguen en este mundo haciendo el mal, porque todavía no se han despegado de lo material. Comprender que uno está muerto es esencial para no quedarse “atrapado” en la Tierra, aunque sea en otro plano dimensional.
Otro tipo de muerte es el suicidio. La muerte por suicidio es una rendición del alma frente a las pruebas que le somete Dios para expiar sus pecados anteriores. El espíritu valiente no cede a su voz interna de suicidio por muy mal que le vayan las cosas y prolonga su vida para cumplir su misión. Sólo Dios tiene derecho a disponer de nuestra vida, así que el suicida es castigado por ello, por cobarde. El suicidio no es siempre voluntario, ya que el demente que se mata no sabe lo que hace y por ello su castigo es menor. Toda la vida es una prueba y para evolucionar hay que llegar hasta el final. Dios ayuda a los valientes y abandona a los cobardes que por cualquier causa deciden acabar con su sufrimiento carnal, por pequeño que sea. El que se suicida por vergüenza de una mala acción o por arrepentimiento también es condenado, ya que es preciso vivir para sufrir las consecuencias de nuestros actos. La expiación de nuestros pecados debe hacerse en vida, cabe recordarlo. De todas formas, si nuestro arrepentimiento es sincero, Dios disminuirá los rigores del castigo. Esta manera de ver el suicidio es muy católica. Recordemos que la Iglesia no aprueba el suicidio y que hasta no hace mucho aquellos que se suicidaban no se enterraban en campo santo. Aquellos que se suicidan por “amor”, por no soportar la pérdida de un ser amado, se pueden encontrar con un resultado muy distinto al que esperaban, ya que «en vez de reunirse con el objeto de su afecto, se alejan de él por más tiempo, porque Dios no puede recompensar un acto de cobardía, y el insulto que se le hace dudando de su providencia. Pagarán ese instante de locura con pesares mayores que los que creen abreviar, y no tendrán para compensarlos la satisfacción que esperaban», nos dice Kardec.
Entonces, ¿el destino está escrito? Kardec nos dice que sí. Es posible escaparse de una muerte “programada” pero automáticamente le acontecerá otra. Nuestra hora llega, sí o sí. Nuestra muerte está escrita y llegada tu hora de marchar nada puede librarte. Si tomamos precauciones para no morir es porque éstas nos son sugeridas por espíritus que nos acompañan y que simpatizan con nosotros para no morir porque no es nuestra hora, ya que nuestra misión en la Tierra no ha acabado. Cierto es que nuestro espíritu sabe antes de encarnarse qué clase de vida nos espera porque él la ha elegido y así se expone a una muerte temprana si ha escogido nacer en el Congo, por ejemplo, o tardía si ha escogido nacer en un país desarrollado y dentro de una familia acomodada. Aún así, no sabe de qué manera morirá porque seguimos teniendo el libre albedrío y es nuestra decisión ir por un camino u otro. «El hombre, y no el espíritu, es quién teme a la muerte, y el que la presiente piensa más como espíritu que como hombre».
Hemos hablado de la voz de la conciencia. Bien, esa voz interior, lo que llamamos la voz de la conciencia, son espíritus que se comunican con nosotros. Si pensamos en que algo es blanco o negro, una opción la ponemos nosotros y la otra los espíritus que nos acompañan. Podemos equiparar esto a lo del ángel y el diablo que nos hablan cuando tenemos que decidir algo. «El presentimiento es el consejo íntimo y oculto de un espíritu que os quiere bien. Se halla también en la intuición de la elección que se ha hecho; es la voz del instinto. Cuando estés incierto, invoca a tu espíritu bueno, o suplica al Señor de todo, a Dios, que te envíe a uno de sus mensajeros, a uno de nosotros». En ocasiones son los espíritus que nos inspiran la idea de no coger el coche, por ejemplo, o apartarnos al caminar por la acera para salvarnos de la muerte si no es nuestra hora.


Reencarnación 

El castigo de los que sin ser malos hacen desgraciados a otros expiarán su pecado viendo a aquellos a los que han hecho sufrir y será para ellos un reproche. Además, en otra existencia sufrirán lo que han hecho sufrir en esta.
Allan Kardec

Como se ha dicho, nuestra evolución espiritual se completa en las distintas reencarnaciones. La reencarnación está presente en la mayoría de religiones y se define como la esencia individual de las personas (ya sea mente, alma) que empieza una nueva vida en un cuerpo o forma física diferente después de la muerte biológica. También se le ha conocido en distintos tiempos y culturas como metempsicosis (que viene del término griego meta (después, sucesivo) y psyche (espíritu, alma)); transmigración (migrar a través); reencarnación (volver a encarnar); o renacimiento (volver a nacer). Todos estos términos aluden a la existencia de un alma o espíritu que viaja o aparece por distintos cuerpos a fin de aprender en diversas vidas las lecciones que proporciona la existencia terrenal, hasta alcanzar una forma de liberación o de unión con un estado de conciencia más alto y puro. La reencarnación ha estado presente en todas las religiones y todas las culturas tanto antiguas como modernas. Hagamos un repaso.

Hinduismo
En el hinduismo se afirma que la reencarnación existe en un ciclo sin fin (rueda del karma), mientras las buenas acciones o métodos religiosos (buen fin o propósito o dharma) no sean suficientes para causar una liberación o cese de este ciclo. Dependiendo de las acciones buenas o malas (Karma), el alma se reencarna en una existencia superior, intermedia o inferior. La calidad de la reencarnación viene determinada por el mérito o la falta de méritos que haya acumulado cada persona como resultado de sus actuaciones pasadas. Las almas de los que hacen el mal, por ejemplo, renacen en cuerpos “inferiores” (como animales, insectos y árboles), o en estados aún más inferiores de vivencia infernal, o en vidas desgraciadas. El peso del karma se puede modificar con la práctica del yoga, las buenas acciones (generosidad, conservar la alegría interior, responder bien por mal...), el ascetismo (privarse de lo que abotarga los sentidos e impide el crecimiento del alma, o impide la comunicación de los seres superiores con el individuo) y el ofrecimiento ritual (valor del agradecimiento y de la generosidad). En el pensamiento religioso hinduista, la creencia en la transmigración aparece por primera vez en forma doctrinal en los textos religiosas indios llamados Upanishad, que reemplazaron a los antiquísimos textos épicos no filosóficos llamados Vedas (entre el 1500 y el 600 a. C.). Los Upanishad fueron escritos entre el 500 a. C. y el 1600 d. C. La liberación de la reencarnación en el hinduismo o liberación del samsara, se consigue después de haber expiado o superado el peso de su karma, es decir, todas las consecuencias procedentes tanto de sus buenos como de sus malos actos. Este proceso es continuo hasta que el alma individual, Atman, está completamente evolucionada y se identifica o alcanza a Brahmá, el creador del mundo, en donde es salvado de la desgracia de la necesidad de más renacimientos. Esta identificación sucede mediante prácticas yóguicas y/o ascéticas.
Un inciso aquí sobre el ascetismo que también menciona Kardec en su libro. El ascetismo no implica progreso. El que vive sólo por huir de la humanidad buscando a Dios en la oración es doblemente egoísta ya que primero mira por su salvación y segundo no ayuda a los demás. Para progresar hay que ayudar a los demás, no basta con no hacer el mal, hay que hacer el bien en la medida de nuestras posibilidades. Muy diferente es vivir aislado cuidando ovejas, porque el pastor trabaja para los demás. Este es el ideal del ascetismo espiritual.

Jainismo 
El jainismo es otra religión posterior al hinduismo y que surgió al mismo tiempo que el budismo. En el jainismo, las almas van recogiendo los frutos de sus buenas o malas acciones a través de sucesivas vidas. Cuando un jainista acumula suficiente buen karma, la pureza de su alma puede hacer que se reencarne en un deva o entidad semidivina, si bien esta situación no es permanente, por lo que los jainistas buscan una liberación definitiva.

Sijismo
En el sijismo la reencarnación es una creencia central. Los sijes creen que el alma tiene que transmigrar de un cuerpo a otro como parte de su evolución. Esta evolución finalmente resultará en una unión con Dios mediante la purificación del espíritu. Si uno no realiza buenas acciones, el alma continúa reencarnándose para siempre. Desde la forma humana, si alguien realiza buenas acciones propias de un gurmuja, entonces consigue la salvación con Dios. El alma se purifica mediante la recitación del naam (nombre de Dios), teniendo presente al waheguru (maestro espiritual) y siguiendo el camino del gurmat.

Budismo
El budismo surgió del hinduismo extendiéndose por los países orientales pero incluyó una gran reforma de sus puntos de vista hasta constituir una nueva religión. Tiene una noción distinta de la reencarnación, ya que por un lado la niega y por otro la afirma. Niega que exista una entidad en el individuo que pueda reencarnarse (ni alma, ni mente, ni espíritu) llamado anatman. Pero la afirma al decir que un nuevo individuo aparece en función de las acciones de uno anterior. Esta noción de reencarnación está más cerca de la palingenesia que de la transmigración. Los budistas creen que mediante la realización del nirvana, el estado de total liberación, se logra también el cese del renacimiento. Dentro del budismo, la tradición tibetana utiliza muy frecuentemente la reencarnación, mientras que otras, como la tradición zen, la ignora en buena medida. Así, la tradición tibetana indica que ha de pasarse por el bardo, que significa literalmente “estado intermedio” o “estado de transición”, inmediatamente después de la muerte que duraría 49 días según el Libro tibetano de los muertos. 

Shintoismo
El shinto no se identificó a sí mismo como religión hasta la llegada del budismo a Japón, por lo que se vio influido en sus creencias. Siendo una mezcla de animismo y chamanismo, ya tenía presente la noción de reencarnación en forma de espíritus o almas que se relacionaban con los vivos. El shinto no tiene por tanto una soteriología clara de salvación, sino que los japoneses acuden para esto al budismo. Con la absorción de nociones budistas, el shinto convertirá a algunos de sus elementos míticos como los llamados kami, en seres que se reencarnan con misiones diversas.

Taoísmo
El taoísmo es una visión filosófica de la vida y la naturaleza, cuya faceta religiosa se caracteriza por métodos de vida, salud y meditación. Según el taoísmo, el tao es un principio supremo que impregna todo el universo, y por tanto su naturaleza es inmortal y eterna. La reencarnación existe ya que nada muere al estar todo lo vivo fluyendo con el tao. El taoísta no busca acabar con la reencarnación directamente, sino que sigue el camino del tao cuya culminación es volverse uno con el tao, y por tanto, conseguir la inmortalidad.

Antigua Grecia
En la antigua Grecia ya Diógenes Laercio describe una anécdota en la cual Pitágoras reconoce a un amigo fallecido en el cuerpo de un perro que había sido golpeado. También Diodoro Sículo opinaba que Pitágoras creía en la transmigración de las almas, y consideraba el consumo de carne como algo abominable, diciendo que las almas de todos los seres vivos pasaban después de la muerte a otros seres vivos. Y en cuanto a sí mismo, solía manifestar que recordaba haber estado en Troya en los tiempos de Euforbo, hijo de Panthus, que fue asesinado por Menelao. Pero es Platón el principal exponente de la reencarnación en los griegos antiguos. En la obra Fedro, escribe cómo el alma humana, de acuerdo al descubrimiento de la verdad que haya alcanzado, nacerá en un tipo de cuerpo o en otro. Estas existencias suponen pruebas para que las almas se perfeccionen. En su libro La República explica cómo el mítico guerrero Er muere en el campo de batalla pero regresa al cabo de diez días, durante los cuales ve a las almas de los hombres esperando renacer. Cabe destacar la similitud entre lo opinado por Platón y la doctrina espiritista. A Sócrates le preguntaron: «¿De dónde nacen los vivos?, y él contestó preguntando a su vez: ¿De dónde nacen los muertos? Los muertos nacen de los vivos, y los vivos de los muertos».
Pitágoras, como ya se sabe, no es autor del sistema de la metempsicosis sino que lo tomó de los filósofos indios y egipcios entre los cuales existía desde tiempo inmemorial la idea de la transmigración de las almas. Era ésta una creencia vulgar, admitida por los hombres más eminentes de la antigüedad.

Los celtas
En el siglo primero antes de Cristo, Alejandro Polyhistor escribió de los celtas: La doctrina pitagórica prevalece entre los Galos, enseñando que las almas de los hombres son inmortales, y que tras un determinado número de años vuelven a entrar en otro cuerpo. Julio César registró que los druidas de la Galia, Bretaña e Irlanda, tenían a la trasmigración como una de sus doctrinas principales.

Judaísmo
En el judaísmo, la reencarnación no es admitida como doctrina oficial, si bien aparece dentro de la Cábala. En el Zohar (2.99b) se lee: «Todas las almas están sujetas a la transmigración, y los hombres que no conocen los caminos del Señor, que sean bendecidos; ellos no saben que están siendo traídos delante del tribunal, tanto cuando entran en este mundo como cuando salen de él. Son ignorantes de las muchas transmigraciones y pruebas secretas que deben de pasar».

Cristianismo
El cristianismo rechaza la reencarnación de manera mayoritaria por considerarla una doctrina contraria a la Biblia, difícilmente armonizable con la creencia en la resurrección y ajena a la concepción salvífica que mantiene esta religión. No obstante algunas denominaciones cristianas han aceptado la creencia en la reencarnación; entre ellas las denominadas espiritistas, quienes aseguran que tales doctrinas se pueden encontrar en la Biblia o en la tradición cristiana primitiva como en el Evangelio según San Mateo 17-12. En él se habla de San Juan Bautista, puesto que Juan Bautista era Elías, hubo, pues, reencarnación del espíritu o del alma de Elías en el cuerpo de Juan Bautista. Las mismas palabras de Jesús también en el Nuevo Testamento no dejan duda sobre el tema que nos ocupa. He aquí lo que se lee en el capítulo III del Evangelio de San Juan: 3. Jesús respondiendo a Nicodemo, dice: «Pues en verdad, en verdad te digo, que quien no naciese de nuevo, no puede ver el reino de Dios». 4. Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Puede volver otra vez al seno de su madre para renacer?» 5. «En verdad, en verdad te digo, respondió Jesús, que quien no renaciera del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es: mas lo que ha nacido del espíritu, es espíritu. Por tanto, no extrañes que te haya dicho: os es preciso nacer otra vez».
Se dice también que la Iglesia Cristiana al principio, hasta el siglo V o VI d. C., creía en la reencarnación pero los creyentes vasallos, el pueblo llano, empezó a suicidarse para reencarnarse en otro ser con más fortuna, ya que tanto los señores feudales como la Iglesia los explotaban en sus distintos trabajos. Este aumento de suicidios hizo que muchos campos quedasen sin hombres que los conreasen y por lo tanto sus dueños se fueran a la quiebra. Para parar los numerosos suicidios de los desgraciados campesinos, la Iglesia no tuvo otro remedio que negar la reencarnación y prohibir el suicidio, y enviar a todo aquel que no creyese en su Dios o no hiciera lo que ella decía al infierno. Este infierno católico se asemeja mucho al infierno espiritual en el sentido de que el alma sufre tormento, aunque no hay ni diablo ni llamas, ni calderos, etc. El purgatorio cristiano trasladado al mundo espiritual se puede traducir como dolores físicos y morales en tiempo de expiación. La expiación es encarnada en la Tierra, ese es nuestro purgatorio. La Iglesia lo sabe, pero si eso se sabe, nadie tendría miedo a morir y por tanto la Iglesia perdería todo su poder.
Gnosticismo
Gran parte del gnosticismo, pero no en su totalidad, aceptó la doctrina de la reencarnación, ya que se trataba de una creencia muy extendida en el contexto cultural de los primeros siglos después de Cristo.

Antiguo Egipto
Los antiguos egipcios creían que los hombres podían reencarnar. Todo hombre cuando moría tenía una prueba que transcurría en el "Aduat", suerte de purgatorio, era un lugar donde se pesaba el corazón del difunto en una balanza, y se le hacía una serie de preguntas a las que debía contestar. Aquellos que eran suficientemente sutiles podían llegar al Amen-Ti, o sea, la Tierra de Amón,... Pero aquellos que, careciendo de esta fuerza espiritual, quedaban presos en las ansias de volver a la tierra, no podían pasar el Aduat y tenían que regresar otra vez a las experiencias terrestres.

Aztecas
En América, entre los aztecas, existía la creencia de que el alma volvía de nuevo a este mundo. Decían que los hombres que morían, pero que estaban muy aferrados a la tierra, quedaban presos del encanto de la tierra. Pero sostenían que las almas, que ya no tenían apegos en el mundo, iban a lo que hoy llamaríamos la fotósfera del sol, es decir, que iban a vivir en la Luz, como colibríes bajo la forma de Huitzilopochtli. Esto mismo es muy parecido al espíritu desprendido de lo material narrado por Kardec.

Hermetismo
Dentro de La doctrina del alma en el hermetismo se encuentra que: El alma es el recipiente donde son vertidas las faltas de los hombres, y una vez el cuerpo se disuelve, podrán elevarse o ser castigadas por su impiedad y apego a las pasiones corporales. Las almas atravesarán los elementos en un proceso de purificación progresiva, reencarnándose hasta alcanzar el coro de los dioses, pues éste es el premio que espera a los que viven en la piedad con Dios y atienden al mundo con diligencia. Pero quienes no lo hagan y vivan en la impiedad, verán denegado su retorno al cielo y comenzarán una migración ignominiosa e indigna de un espíritu santo, encarnados en cuerpos ajenos (Asc. 12).  Así pues, es curioso como en religiones tan distintas y tan distanciadas en el tiempo, los dogmas sobre la reencarnación son tan parecidos. Cuando el río suena es que agua lleva, eso dicen.

Visto esto, Kardec aborda la reencarnación como un castigo en algunos casos y un aprendizaje a la vez para llegar al estado puro. Kardec nos dice que «…al abandonar el cuerpo, el alma vuelve al mundo de los espíritus, de donde había salido, para tomar una nueva existencia material» para purificarse. También dice que «los espíritus se encarnan siempre en especie humana, y sería erróneo creer que el alma o espíritu pueda encarnarse en el cuerpo de un animal», ya que no se puede retroceder en conocimiento. Recordemos que las existencias corporales son siempre progresivas y que la rapidez del progreso depende de cada individuo. El espíritu encarnado está bajo la influencia de la materia o de lo material y el hombre que vence esta influencia se aproxima su espíritu a la purificación. Por el contrario, el que se deja seducir por lo material, por ejemplo el dinero, se aproxima a los espíritus impuros, dando así predominio a su instinto animal. Sobre nuestro instinto animal ya he hablado en este mismo blog, algunas veces en reseñas de libros de Vicente Garrido y otros y otras veces en artículos de opinión.
No sólo en la Tierra podemos reencarnarnos. Kardec nos cuenta que hay miles, millones de planetas con vida humana, pero sí es verdad que nuestro planeta es uno de los más materialistas y cuyos habitantes están más alejados de la perfección. Más alejado aún están los habitantes de Marte en nuestro sistema solar, según Kardec, y más avanzados son los habitantes de Júpiter, más concretamente en una de sus lunas, Ganímedes. En estos avanzados mundos la comunicación es sincera, ya que los habitantes se comunican con el pensamiento, sin excluir el lenguaje, pero éste es más lento y más engañoso. Dicho esto, haremos un inciso.
Muchos de ustedes opinarán que Kardec aquí se ha vuelto loco y que no hay vida ni en Marte ni en Júpiter. Si así fuese lo sabríamos. ¡Ja! Si son seguidores de canales de misterio o de personajes públicos como Iker Jímenez, Jaime Maussan, Nacho Rojo u otros, sabrán que el pueblo llano ni tiene ni idea de lo que nos rodea. Los gobiernos, manejados por los Iluminatti, nos niegan esa información y rechazan o ridiculizan cada video en el que aparece un ovni o cada científico que asegura que la vida en otros planetas es segura. Es más, las tablillas sumerias que Zecharia Sitchin tradujo decían que Marte era una estación de abastecimiento poblada por los extraterrestres que hoy denominamos “grises”. Alguno dirá que en las imágenes que nos llegan hoy día de Marte no hay signos de población. Bien, aquí en la Tierra hay infinidad de ciudades subterráneas que datan de hace 12.000 años de antigüedad e incluso los conspiranóicos están seguros de que bajo tierra, sobretodo en bases militares secretas como el Área 51, hay ciudades enteras habitadas por extraterrestres y que sus portales de entrada suelen ser volcanes. Es más, si yo supiese que la Tierra está poblada pero no quisiese que se supiera, enviaría un robot al desierto del Sahara y si apareciese algún nómada del desierto cortaría esas imágenes antes de mostrarlas a mis súbditos. Igualmente, si el ser humano está compuesto en su 90% de agua, ¿por qué no puede haber otro ser inteligente formado por otro líquido que sea la base de vida de su planeta? Por cierto, investigaciones recientes han descubierto que en Júpiter hay ¡agua! Qué casualidad. Alguien dijo una vez que todo lo imaginable es posible, y la vida en otros planetas es muy imaginable, aunque otros intenten ocultárnoslo.
Volvamos a lo de antes. Aunque la progresión nunca es retrógrada, sí puede un espíritu vivir en un mundo inferior a su estado de progreso si se le encomienda una misión para ayudar a los espíritus menos avanzados. En este caso se me ocurren personajes como Gandhi, Vicente Ferrer, Bartolomé de Las Casas, Teresa de Calcuta, San Agustín de Hipona, Jesucristo, Krishna, Buda, etc. Muchos han sido los que nos han mostrado el camino de la bondad y muchos otros estaban muy avanzados a su tiempo como Da Vinci, Einstein, etc.
Hay un problema en la reencarnación, que no recordamos las vidas anteriores. Pero hay una razón para ello, ya que si las recordásemos no habría aprendizaje, aunque para ayudarnos el hombre reencarnado conserva un vago recuerdo en forma de ideas innatas o intuición. Los conocimientos adquiridos no se pierden, sólo se olvidan durante la encarnación para nuestro aprendizaje. «En cada nueva existencia, el espíritu toma por punto de partida aquel a que había llegado en la existencia precedente». Así, el que murió siendo un buen hombre, encarnará siendo un buen niño y su instinto le hará ver qué cosas son buenas y qué cosas son malas. Es extraño, por no decir imposible, que un buen hombre en una vida anterior se convierta en una vida posterior en un asesino implacable, porque su instinto, o su espíritu, no le dejaría matar a nadie porque sino retrocedería. Como el hombre no recuerda sus existencias pasadas, para él cada existencia es como si fuera nueva, pero en cada existencia tiene más inteligencia y puede distinguir mejor el bien del mal. Además, se tiene la voz de la conciencia, que no es más que el recuerdo del pasado que nos previene caer nuevamente en las mismas faltas que hemos cometido en vidas pasadas. Dependiendo de las reencarnaciones que lleva nuestro espíritu estaremos más o menos cerca de la perfección, como en la vida misma donde un niño está más lejos de la sabiduría que un anciano con experiencia. A más reencarnaciones, más experiencia y por tanto más posibilidad de perfeccionarnos. No hay un tiempo específico para volvernos a encarnar, hay almas que se reencarnan inmediatamente después de morir y otras dejan pasar años.
La reencarnación en según qué cuerpo está predestinada con antelación, cuando el espíritu se encuentra en estado errante. En estado errante significa cuando el espíritu no está encarnado, cuando vive en el mundo invisible. En este estado el espíritu “estudia” y se prepara para la siguiente prueba. Puede mejorar mucho si así lo desea, pero es en la existencia corporal donde lleva a la práctica la teoría adquirida en su vida errante. En este estado el espíritu conoce lo que le falta y busca los medios para conseguirlo, igual que sufre sus excesos de su vida pasada. El espíritu puede pedir reencarnarse a su gusto pero no siempre le es permitido. Es más, si su vida pasada ha sido pecaminosa, Dios le impondrá un castigo en su nueva reencarnación. En estado errante el espíritu escoge el género de pruebas que quiere sufrir para su progreso y en esto consiste también el libre albedrío. Kardec nos pone un ejemplo. «El espíritu escoge por ejemplo nacer entre malhechores [para expiar sus pasados pecados] pero no sabe qué tipo de vida llevará. Él escogerá el camino a medida que vaya pasando, he ahí el libre albedrío. Un espíritu, por ejemplo, puede pedir riquezas que le son concedidas, y siguiendo entonces su camino, puede ser avaro o pródigo, egoísta o generoso…». Unos pueden imponerse una vida de miseria y privaciones para intentar soportarlas con valor; otros pueden querer una vida de lujos y poder para evitar sus tentaciones y otros probarse con las luchas contra los vicios. Unos piden ser pobres, otros ricos, otros drogadictos, ninfómanos, asesinos, violadores, etc. Cuanto más dura sea la prueba y mejor la supere más rápido evolucionará. Eso sí, si se pide una prueba muy difícil puede ser que se encuentren fuera de su entorno y perderse. En algunos casos estos espíritus se suicidan para volver a empezar otra vida con una prueba menos difícil. No es descabellado pensar que aquellos que se suicidan suelen tener problemas imposibles de superar. 
Entonces, el espíritu errante escoge la prueba a pasar y Dios decide el cuerpo en el que habitará para superar esa prueba. Como castigo un espíritu puede ser obligado a reencarnarse en el cuerpo de un niño que por su condición y lugar de nacimiento merezca una vida más dura que otro niño. El espíritu conoce los peligros que le esperan en la encarnación debido a su lugar de nacimiento pero ignora si los superará, ya que existe el libre albedrío. Un ejemplo puede ser un espíritu que por castigo sea obligado a reencarnarse en un niño nacido en un país en guerra. En esa situación es muy posible que el niño muera en un tiroteo o en un bombardeo, pero el espíritu escoge cada acción que debe llevar a cabo. Si no muere de niño, ha superado la prueba, y si por ejemplo, ayuda a los demás niños salvándoles de la muerte, ese espíritu avanzará un grado más hacia la perfección. No olvidemos que todos tenemos una prueba a superar en esta vida y debemos ayudar a los demás para seguir evolucionando como espíritus.
Las misiones pueden ser pedidas u otorgadas. Todos tenemos una misión en la encarnación porque todos podemos ofrecer algo. Aquellos que sólo miran para ellos ya empiezan su vida en castigo por medio del disgusto y cansancio de la vida. Hay espíritus holgazanes que pudiendo escoger prefieren una vida que de nada les sirve y Dios se lo permite porque más tarde se darán cuenta de su inútil existencia y en una segunda encarnación pedirán una vida que les permita reparar su anterior vida. Pero el espíritu vago, en la mayoría de ocasiones, se deja llevar por la ociosidad. También pueden ustedes pensar que la posibilidad de mejorarse en otra vida puede hacer al malo perseverar en el mal camino (aquello que llamamos arrepentimiento católico, es decir, yo confieso mis pecados, hago penitencia, me perdonan y sigo haciendo el mal), pero si así piensa es que no conoce el castigo espiritual que le espera. De todas formas, en vida puede pensar así pero una vez liberado del cuerpo el espíritu piensa de un modo muy distinto porque comprende que ha calculado mal y entonces es cuando trae un sentimiento contrario en una nueva existencia. Para progresar hay que dominar el instinto animal, no tener odio, ni envidia, ni celos, ni orgullo, no dejarse dominar por el egoísmo, purificar el alma con buenos sentimientos, practicar el bien y no ser materialista. Si se siguen estas directrices en vida, al desprenderse del cuerpo el espíritu no sufrirá, no recordará los sufrimientos físicos y se considerará feliz al verse libre de la envoltura corporal. Y tener la conciencia tranquila le emancipará de todo sufrimiento moral. Cuanto más adelante un hombre en una vida, menos penosa será la siguiente. Añado yo que a este planeta le queda mucha población que albergar aún, por desgracia.
La unión del espíritu con su nuevo cuerpo se hace definitiva a las pocas semanas de gestación, pero al ser unos lazos aún débiles, fácilmente se pueden romper por voluntad del espíritu, el cual se arrepiente de la prueba escogida abandonando su nuevo cuerpo y el feto muere (abortos). Si el cuerpo muere a los pocos días de nacer significa que era una prueba para los padres. Esto viene descrito también en el libro Besos de Luz, de Marta Saurina y Juan Carlos Casermeiro. En este emotivo libro, un niño muerto les explica a sus padres, a través de una médium, el por qué de su muerte y qué sigue a la muerte. Si les gusta este tema, se lo recomiendo.
Desde el momento del nacimiento la turbación se apodera del espíritu y al niño se le borran los recuerdos del pasado y su experiencia. A partir de ahí sus cualidades morales y su aprendizaje dependerá de lo avanzado que esté el espíritu. Si es un niño de bien, es porque su espíritu es un espíritu avanzado y bondadoso, mientras que si es un niño de mal puede ser porque ese espíritu es un espíritu joven, sin muchas encarnaciones y aún muy ligado a lo material. También los espíritus duendes se reencarnan en hombres, pero estos suelen ser humanos «atolondrados, traviesos y a veces malhechores», con cuerpos imperfectos o deficientes mentales. Ese será su castigo. También los deficientes mentales suelen ser cuerpos en los que habitan un espíritu que en otra vida tuvo mucha inteligencia pero esa inteligencia fue usada en su beneficio y no en beneficio de los demás.  Durante la infancia, el espíritu es más accesible a las impresiones que recibe del resto de humanos y esto puede favorecer su progreso. Pero si el espíritu tiene unos padres, por ejemplo, o tutores que no lo educan con valores benignos no progresará y no pasará la prueba. Por tanto, también es una prueba para los padres la educación de sus hijos y dependiendo de esa educación aprobaremos o repetiremos curso. En ocasiones la prueba elegida por el espíritu del niño o su expiación es tener un padre o madre malo/a, ya que él mismo ha sido un mal hijo o mal padre en otra vida. En todo caso, los progenitores malos no pueden albergar sino un espíritu malo que trata de entorpecer al del hijo con el fin de que sucumba en la prueba que ha elegido. Si sobrevive a estos inmundos padres, el espíritu del niño será recompensado en otra vida. Es decir, los malos padres intentan atraer a los buenos hijos al mal, a su visión de la vida donde reina la mentira, los celos, la envidia y el materialismo. Por otro lado, los buenos padres tienen como misión educar a los malos espíritus para que estos logren apartarse del mal y seguir así progresando. El espíritu, una vez llegado a la adolescencia, recupera su naturaleza pasada y se muestra tal y como es, sea bueno o malo. Cuando el buen padre muere y se vuelve a reencarnar no vela por su amado hijo, pero puede pedir a un espíritu afín a él que asista a su hijo. Si el padre fue un hombre materialista, es decir, está ligado en demasía a su cuerpo, no podrá asistir a su hijo personalmente. En el caso de los hermanos es lo mismo. Pueden ser espíritus que simpatizan y por eso se atraen y nacen en la misma familia porque son felices estando juntos. Si los hermanos se llevan mal (suele suceder esto mismo en gemelos, aunque es posible también la opción de que se lleven bien), los espíritus de Kardec nos cuentan de que el hermano “malo” puede ser un espíritu encarnado que en otra vida rivalizaba con el espíritu de su hermano “bueno” y decide seguir esa lucha en otra vida.


Sueños

Cada noche morimos; cada mañana nacemos de nuevo. Cada día una nueva vida.
Edward Young, poeta inglés hijo de un deán de Salisbury

Esta frase resume a la perfección lo que Kardec, o los espíritus de Kardec, nos cuentan sobre el sueño. Al igual que en la muerte, durante el sueño nuestro espíritu abandona nuestro cuerpo y se reúne con otros espíritus que le son simpáticos en otro plano. Kardec nos dice: «El sueño es la puerta que Dios les ha abierto para con sus amigos del cielo; es el recreo del trabajo». Y sigue: «El hecho de visitar, durante el sueño, a personas que pueden seros útiles, amigos, parientes y conocidos es tan frecuente, que casi todas las noches lo verificáis». Estas visitas  no las recordamos pero se conservan en forma de intuición. Nuestro espíritu nunca está inactivo, sólo el cuerpo descansa. ¿Pero qué son los sueños? Los sueños, a menudo, son recuerdos de vidas pasadas o de lugares que hemos visitado en otra época. También podemos presentir el futuro o hablar con espíritus lejanos y desaparecidos para encontrarlos. Esto sucede por ejemplo en Uruguay, donde Marcelo Acquistapace colabora desde hace años con la policía para encontrar a gente desaparecida. Las voces que oímos en sueños suelen ser el débil eco de un espíritu que quiere comunicarse con nosotros por cualquier cosa. Algunos hombres, más sensibles o más avanzados psíquicamente que el resto, logran recordar estas conversaciones para ayudar a sus allegados. Al despertar, las ideas que tenemos y que suelen ser buenas, son resultado de la libertad de nuestro espíritu mientras dormimos y de su comunicación con otros espíritus. Seguro que han oído decir, e incluso lo han vivido, que en esos momentos de vigilia en los que aún no tenemos un sueño profundo es cuando tenemos esa inspiración que nos hace diferentes al resto. Muchos artistas y científicos corroboran esto mismo. A unos les entra la inspiración en sueños mientras que otros necesitan drogarse para entrar en ese estado de semiinconsciencia para crear sus obras. Es más, en la antigüedad los oráculos griegos también entraban en trance para hablar con el más allá y en América y África los chamanes y los brujos bebían o beben pócimas para hablar con los muertos. En los sonámbulos, por ejemplo, o los que permanecen en coma, oyen y ven con el espíritu y es el espíritu el que se apodera del cuerpo. Por eso mismo no pueden comunicarse con nosotros pero sí saben lo que sucede a su alrededor. Esto mismo prueba que no se necesita el cuerpo para oír y ver lo que nos rodea y que hay algo más en nuestro interior que ve y escucha cuando nuestro cuerpo no puede hacerlo. Así pues, podemos resumir que en los estados de vigilia nuestro espíritu abandona nuestro cuerpo y se va a otro plano, dimensión, densidad o como queramos llamarlo para interactuar con otros espíritus y así liberarse por unos momentos de esa cárcel que se llama cuerpo. No debemos por ello temer a la muerte, ya que morimos todos los días.


Cómo se progresa

Nos enseñan que el egoísmo, el orgullo, y el sensualismo son pasiones que nos aproximan a la naturaleza animal, ligándonos a la materia; que el hombre que, desde este mundo, se desprende de la materia despreciando las humanas futilidades y practicando el amor al prójimo, se aproxima a la naturaleza espiritual; que cada uno de nosotros debe ser útil con arreglo a las facultades y a los medios que Dios, para probarle, ha puesto a su disposición; que el fuerte y el poderoso deben apoyo y protección al débil; porque el que abusa de su fuerza y poderío para oprimir a su semejante viola la ley de Dios. Nos enseñan, en fin, que en el mundo de los espíritus, donde nada puede ocultarse, el hipócrita será descubierto y patentizadas todas sus torpezas; que la presencia inevitable y perenne de aquellos con quienes nos hemos portado mal es uno de los castigos que nos están reservados, y que al estado de inferioridad y de superioridad de los espíritus son inherentes penas y recompensas desconocidas en la tierra. Pero nos enseñan también que no hay faltas irremisibles y que no pueden ser borradas por la expiación. El medio de conseguirlo lo encuentra el hombre en las diferentes existencias que le permiten avanzar, según sus deseos y esfuerzos, en el camino del progreso y hacia la perfección que es su objeto final.
Allan Kardec

¿Quién no conoce los Diez Mandamientos o los Siete Pecados Capitales? Seamos creyentes o no debemos reconocer son una buena base para saber lo que debemos o no debemos hacer para vivir en paz. Los Diez Mandamientos son una base moral que Dios dio a Moisés para que la humanidad viviera en paz. Repasémoslos.

1º: Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2º: No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano.
3º: Santificarás las fiestas.
4º: Honrarás a tu padre y a tu madre.
5º: No matarás.
6º: No cometerás actos impuros.
7º: No robarás.
8º: No darás falso testimonio ni mentirás.
9º: No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10º: No codiciarás los bienes ajenos.

Jesús reconoció la validez de estos mandamientos e instruyó a sus discípulos para perfeccionarlos. Hay que reconocer que un hombre que cumpla estos mandamientos está en el buen camino de la perfección moral. Si al cumplimiento de estos mandamientos se le añaden también el no cumplimiento de los pecados capitales, pues tenemos muchas posibilidades de progresar en lo espiritual.
Los pecados capitales pueden definirse como aquellos de los cuales se ramifican los demás pecados del mundo. Es decir, los pecados más graves que puede cometer una persona según las primeras enseñanzas del catolicismo y el cristianismo. Las gentes de la Antigüedad tenían siempre muy presentes este tipo de pecados que tenían el objetivo de adoctrinar a los fieles en base a la moral cristiana. Repasemos cuáles son.

1º: La lujuria. Se basa en la excesiva presencia de pensamientos de tipo sexual y los pensamientos posesivos relacionados con otra personas, ya sean cercanas o no.
2º: La gula. Se identifica con el ansia y la glotonería. Es decir, el consumo excesivo de comida o bebida que también puede incluir el egoísmo que afecta a las relaciones interpersonales.
3º: La avaricia. Es un pecado capital que basa su máxima en el egoísmo. Es decir, la obtención de riquezas, mayormente materiales, con la finalidad de guardarlas sin compartir nada con los demás. Las personas que sienten avaricia también pueden gastar todas sus riquezas en cualquier momento sin contar con nadie para ello.
4º: La pereza. Radica en la incapacidad de una persona en realizar o aceptar algo. Un pecado que se basa en la falta de madurez y que suele perjudicar a otras personas a la hora de realizarlo.
5º: La ira. Tiene que ver con el enfado y el odio hacia los demás. Un sentimiento tan agresivo como peligroso que puede ocasionar daños irreversibles como el homicidio. La discriminación y el abuso sexual también forman parte del pecado capital de la ira.
6º: La envidia. Supone simplemente tener el continuo deseo de poseer aquello que otro tiene en su poder. En muchas ocasiones, esto se convierte en un trastorno obsesivo del que pueden desembocar múltiples enfermedades.
7º: La soberbia. Se basa en ese deseo incontrolable de intentar ser o mostrarse siempre mejor que los demás. Es decir, creerse superior de forma física e intelectual que el resto de personas. Un pecado que resulta de la sobrevaloración del yo personal.

Pues visto esto, seríamos seres perfectos si cumpliésemos estos diecisiete requisitos según el cristianismo. Pero no sólo esto. Kardec nos dice que para progresar debemos ayudar a los demás en la medida de lo posible y la máxima que se sigue es la de no hacer a los demás lo que no le gusta a uno que le hagan. Este es el principio universal que debe regir nuestra conducta. También el perdón es primordial y reconocer nuestra culpabilidad es imprescindible para avanzar en nuestro camino, como también ignorar los insultos hacia nuestra persona, ya que son palabras «que no pueden alcanzarnos». «Reconoced, pues, que una pasión se hace perniciosa desde el momento en que cesáis de poderla gobernar y origina un perjuicio cualquiera, ya a vosotros, ya a otro». Pero según los espíritus de Kardec, el vicio o el pecado más radical es el egoísmo, ya que de él arrancan todos los males. «Cualquiera que desee aproximarse desde esta vida a la perfección moral, debe arrancar de su corazón todo sentimiento de egoísmo; porque éste es incompatible con la justicia, con el amor y con la caridad; neutraliza todas las otras cualidades». Cuando cese el egoísmo, los seres humanos vivirán en paz y armonía, ya que el fuerte será apoyo del débil y no su opresor. Habrá justicia. Hay que pensar también que el egoísmo de los otros es lo que nos hace egoístas a su vez a nosotros mismos, ya que nos hace estar a la defensiva. ¿Ha recogido usted alguna vez a un hombre que hace autostop? ¿Por qué? Por egoísmo, por miedo a que le puedan robar el coche, por ejemplo, o miedo a que le hagan daño. El hombre, viendo que todo el mundo piensa en sí mismo y no en el otro, se ve arrastrado a pensar en él mismo y no en los otros. El mono que se muerde la cola. Y este egoísmo produce sufrimiento. El orgullo herido, la ambición frustrada, la ansiedad por poseer lo que no se posee, etc., todo ello es provocado por el egoísmo y atormenta al alma, tanto en vida como después de ella. El envidioso, el celoso, el avaricioso, nunca tienen reposo porque siempre desean algo que no tienen, y si lo consiguen querrán otra cosa. ¿Es deseable vivir en continua guerra con nosotros mismos y con los demás?
A medida que el espíritu progresa, su siguiente cuerpo es menos denso, aproximándose así a la naturaleza espiritista. Las necesidades físicas son menos groseras y no se tiene la necesidad de destruir a otros seres vivientes para alimentarse. En los mundos superiores a la Tierra no hay guerras, ya que no hay odio ni egoísmo. En las sociedades avanzadas las guerras no existen porque el ser humano no se deja arrastrar por sus pasiones animales pero si es necesaria se hace la guerra, aunque con humanidad. Tampoco la muerte causa temor en esos mundos avanzados porque a medida que se avanza se recuerdan las vidas pasadas y comprendes que morir es una liberación. La vida de un hombre menos denso dura en proporción al grado de superioridad física y moral de esos mundos. Así, cuanto menos material es el cuerpo, menos expuesto está a enfermedades y cuanto más puro es el espíritu menos son las pasiones que lo debilitan. Para progresar es imprescindible adquirir conocimientos científicos porque pone al individuo en disposición de ayudar a los demás y se progresa intelectualmente. No hay conocimiento inútil y el espíritu perfecto ha de saberlo todo. Pero debe tenerse en cuenta que el hecho de ser inteligente no prueba que se sea más puro. Uno puede utilizar su inteligencia para hacer el mal.
Muchas veces, aquellos que no reconocen sus errores achacan su destino a la mala suerte. Según Kardec, la suerte no existe, todo son pruebas. A aquellos que les ha tocado la lotería podemos creer que ha sido suerte, pero no es así. Esa “suerte” es una prueba para el espíritu materialista, posiblemente la prueba más difícil de superar. «El que gana como hombre pierde como espíritu. Es una prueba para su orgullo y su codicia». Además, el origen de nuestras desgracias se remonta a la primera desviación del camino. Una vez dentro es difícil salir porque el materialismo y el egoísmo se apoderan de nosotros. Los sufrimientos que acarrean nuestro mal comportamiento son proporcionales al grado de inferioridad en el que nos encontramos, pero en resumen es no poder satisfacer los goces que deseamos con lo que eso nos atormenta. Es el pez que se muerde la cola, una vez se entra en el mal es muy difícil salir, ya que el mal conlleva más mal. Sólo un hombre puro de corazón podría no dejarse tentar por tener millones en su cuenta corriente y superar el egoísmo para hacer el bien. A ejemplo de Jesucristo, los espíritus de Kardec nos dicen que el hombre debe practicar la caridad y el amor al prójimo. Sin ello no habría verdadera justicia. También, si se quiere progresar, se debe ser benevolente con el prójimo, indulgente con las imperfecciones de los otros, saber perdonar las ofensas, realzar al inferior, devolver bien por mal y dejar la venganza a un lado. No debemos despreciar la ignorancia del otro y en cambio debemos instruirle y moralizarle siendo afables. «Practicad lo mismo respecto de los seres más ínfimos de la creación, y habréis obedecido a la ley de Dios». El verdadero hombre de bien es un hombre que duerme con la conciencia tranquila, sin engañarse a él mismo, que no hace a otros lo que no le gustaría que le hicieran a él, que no pide nada a cambio por hacer el bien y no distingue razas, creencias, sexo ni intelecto. Ve a los hombres como sus hermanos, como su igual. Si Dios, el destino o la “suerte” le da poder y riqueza, el hombre de bien ve en ello una posibilidad de emplearlo en ayudar a los demás sin vanagloriarse de ello, porque sabe que si Dios se lo ha dado, también puede quitárselo. En 2018, el diario económico británico Bankrate recopiló algunos casos de personas que pasaron de la pobreza a la riqueza en un día y volvieron a empobrecerse en poco tiempo. Según el Fondo Nacional para la Educación Financiera nos dice que el 70% de los ganadores de una lotería se gastan todo el premio en sólo cinco años. Dios nos lo da, nuestra estupidez o nuestra avaricia, o Dios, nos lo quita por no ayudar al menos favorecido.
Si el orden social ha puesto hombres bajo su dependencia y usted los trata con bondad, benevolencia y justicia y emplea su poder para moralizar a sus súbditos y no aprovecharse de ellos se le tendrá en cuenta en una siguiente vida. Como predicaba Epícuro, la posesión de lo necesario, la buena conciencia y la fe en el porvenir darán la felicidad a cualquier hombre, sea de este planeta o de otra galaxia. Debemos recordar que Kardec vivió en un tiempo muy católico y algunos de “sus” espíritus nos hablan desde el lado de las ideas de Jesucristo y dando a éste la perfección moral y espiritual que puede hacer a un hombre puro de espíritu, totalmente evolucionado y desmaterializado. Según Kardec, el hombre conserva vestigios de su moralidad pasada pero puede cambiar esta moralidad dependiendo de su posición social en la nueva vida (no es lo mismo ser dueño que esclavo). Una de las peores acciones de un ser humano es imponer a sus inferiores un trabajo excesivo, porque viola la ley de Dios. El trabajo es una necesidad y una ley natural que también nos hace progresar. La naturaleza del trabajo es relativa a las necesidades de cada sociedad y cuanto menos materialista es una sociedad menos trabajan. Aun así, en sociedades avanzadas el hombre no permanece inactivo e inútil porque la ociosidad es un pecado, sino que hace lo que le gusta y lo intercambia por otras necesidades. Es decir, al que le gusta escribir, cambia sus libros por manzanas con aquel al que le gusta conrear. Son sociedades de intercambio. El hombre conoce el límite de lo necesario por intuición y por experiencia adquirida a sus expensas. Dios no castiga al que se gasta dinero sino el abuso que de él se hace. No se castiga al que busca su bienestar a no ser que sea a expensas de otros y no merma las fuerzas físicas y morales (castiga al ladrón por ejemplo y al que quema bosques o le corta las aletas a los tiburones). Dios castiga el abuso y el egoísmo.
Hemos tocado la posesión de riqueza. «La riqueza y el poder engendran todas las pasiones que nos apegan a la materia y nos alejan de la perfección espiritual», dice Kardec. Jesús dijo que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios, y posiblemente tenga razón. Hay un sector no poco numeroso entre la sociedad que pide la igualdad social y la repartición de las riquezas entre los más pobres para que todos tengamos lo mismo. Kardec, que recordemos vivía en una época de excesos reales mientras el pueblo se moría de hambre, pregunta por qué no existe la igualdad social. La respuesta de los espíritus es reveladora: «Lo que el hombre reúne por medio del trabajo honrado es una propiedad legítima que tiene derecho a defender; porque la propiedad que es fruto del trabajo es un derecho tan sagrado como el de trabajar y vivir». Ya hemos hablado del por qué de la riqueza ganada ya sea por sorteo o por herencia. Ahora lo vemos por el trabajo. Dios es justo, o así se ha vendido desde la Iglesia, entonces ¿qué clase de justicia sería que el trabajador compartiese su beneficio con aquel que no trabaja? Una cosa es la caridad, otra es que el vago viva de nuestro sudor. Y hoy día hay mucho vago que vive del sudor frontal de otros pocos y nuestros políticos lo permiten. Yo opino lo mismo que Kardec, mi dinero es mío y yo seré el que elija qué hacer con él, nadie más. Si quiero gastarlo en coches y relojes caros es mi elección, y también es mi elección no querer evolucionar. Si los políticos deciden sangrar a aquellos que trabajan para que los que no trabajan o no quieren trabajar puedan comer es su elección. Y si pueden dormir por la noche mientras guardan millones en Suiza, también es su elección. Lo que llamamos “comunismo” es algo antinatural, porque es injusto que un jardinero cobre lo mismo que un piloto de avión, ya que no tienen la misma responsabilidad ni se les exige los mismos estudios para realizar sus trabajos, y por lo tanto nadie querrá ser piloto de avión si siendo jardinero puede tener lo mismo. Eso del bienestar social y la igualdad social son términos posibles pero que se han confundido, ya que se han llevado al mundo materialista. «El bienestar de cada uno consiste en el empleo del tiempo a gusto de cada uno». La felicidad no depende del dinero y el pobre puede ser feliz al igual que el rico. Así que el bienestar social sí es posible siempre y cuando se respeten los bienestares individuales del otro. La prueba del pobre es la resignación y la del rico el uso que hace de sus bienes.
El deporte nacional de nuestro país, y de muchos otros, es el cotilleo. Telecinco lo explota al máximo y por lo visto no le va tan mal como otros desearíamos. Kardec también toca este punto y al cotilla no lo deja muy bien parado. Kardec pregunta si hay culpabilidad en estudiar los defectos de los otros. La respuesta de los espíritus es significativa: «Si es para criticarlos y divulgarlos, hay mucha culpabilidad, porque es faltar a la caridad; si es para sacar provecho del estudio y evitarlos en sí mismo, puede ser útil a veces, pero es preciso no olvidar que la indulgencia para con todos los defectos ajenos es una de las virtudes comprendidas en la caridad. Antes de reprochar a los otros sus imperfecciones, ved si puede decirse otro tanto de vosotros. Procurad, pues, tener las cualidades opuestas a los defectos que criticáis en otro, que este es el medio de haceros superiores. Le censuráis la avaricia, sed generosos; el orgullo, sed humildes y modestos; la dureza, sed amables; la pequeñez en las acciones, sed grandes en todas las vuestras, en una palabra: haced de modo que no se os pueda aplicar esta frase de Jesús: Ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo». Audiencia de Sálvame, date por jodida.
La ley de Dios es igual para todos pero el mal depende especialmente de la voluntad de hacerlo. Como la justicia, Dios también diferencia entre un asesinato y un homicidio. El hombre que comete un asesinato sabe que la vida que ha escogido puede llevarle a ello pero dependerá de él cometerlo o no. Así pues el asesinato es un gran crimen a ojos de Dios porque le quita la vida a un ser semejante privándole de poder progresar. Sólo la necesidad de matar a otro en legítima defensa puede ser excusada pero teniendo en cuenta nuestra intención. Si nuestra intención es sobrevivir sin asesinar (homicidio) es excusada pero si nuestra intención es matar para sobrevivir no es excusable. El ojo por ojo o la pena del talión es en sentido figurado en el mundo espiritual, no literal. El que ha hecho sufrir a los demás sufrirá él lo que ha hecho sufrir. Si aplicamos el ojo por ojo literal al asesino nos convierte eso en asesinos, por eso Jesús nos enseñó a perdonar a nuestros enemigos y nuestros pecados serán perdonados en virtud de lo que perdonemos.
El mal no tiene dueño, ni sabe de clases sociales, ni de religiones. La culpabilidad es proporcional al conocimiento de que se hace el mal. Así, el hombre inteligente es más culpable en hacer el mal que el ignorante que no sabe si hace el mal o no. El mal necesario no deja de ser un mal pero su pecado es más fácil de expiar  que el mal no necesario. Por ejemplo, en una situación en la que matamos nosotros o matan a nuestro hijo seguimos siendo asesinos, pero no por nuestra voluntad, sino porque las circunstancias nos han llevado a ello. Este mal que hacemos porque lo creemos necesario para prevenir una vida podemos compensarlo con buenas obras. En este caso, el asesino no es un asesino sin motivo, es un asesino por una causa mayor, y después de ello puede seguir siendo un buen hombre, atormentado, eso sí, pero buen hombre. El que no hace el mal pero se aprovecha del mal de otro es igual de culpable porque se aprovecha de esa situación creada por otro. A ojos de los espíritus de Kardec, es igual de culpable el que rompe un escaparate para robar un vestido que el que aprovecha el cristal roto para robar otro vestido. Es peor, diría yo, porque el segundo ha sido un cobarde porque se ha aprovechado del atrevimiento insensato del primero. Aprovecharse de dicha situación es aprobarla y demuestra que él también habría roto el cristal si hubiese tenido agallas de hacerlo. Menos reprochable es el deseo de robar el vestido y no hacerlo. Resistir voluntariamente al deseo de hacer el mal es una demostración de fuerza de voluntad, pero si no se hace el mal deseándolo porque la tienda cuyo escaparate han roto nos pilla lejos nos hace culpables. Es cierto eso que dicen de que el mal llama al mal o el dinero al dinero, pero esta atracción no es irresistible. Nos dice Kardec que es poseer una virtud el hecho de resistir hacer el mal y que además son un ejemplo para sus semejantes. Y hacer el bien es más o menos lo mismo, con una diferencia, el bien sí entiende de clases, porque no es lo mismo que el pobre done la mitad de lo que posee a que el rico done la mitad de lo que posee. Es muy distinto medio pedazo de pan a medio millón de euros.
El mal es necesario para comprender que hay que hacer el bien. El problema de las leyes es que los más fuertes o los más poderosos las hacen en su beneficio. A medida que la sociedad se aproxima a la verdadera justicia, las leyes humanas son más estables y la sociedad entera progresa moralmente. Una sociedad depravada necesita leyes más severas, pero por desgracia las leyes van dirigidas a castigar el mal hecho en vez de evitar hacer el mal. «Solo la educación puede reformar a los hombres y entonces no se necesitarán leyes tan rigurosas». Si se hace el bien, en la siguiente reencarnación podrá usted vivir en un mundo menos grosero, menos materialista, cosa que es una consecuencia de purificación. Es un premio a no caer en el materialismo y tener una vida libre de todo mal. Y ese premio es reencarnarse en mundos donde no existen las guerras ni la maldad.

Conclusiones
Realmente no sabemos nada de la historia de nuestro planeta, de la muerte o de vida extraterrestre en el universo, ya sea porque nos lo ocultan o porque no nos creemos las fuentes no oficiales. Pero lo cierto es que si aceptamos según qué teorías, todo cuadra. No es descabellado pensar que hubo otro tiempo, hace por ejemplo 100.000 años atrás, que nuestro planeta pudo estar habitado por seres que procedían de las estrellas y que estos seres dejaran plasmada su sabiduría en forma de leyendas o escritos religiosos. Esto explicaría por qué son tan parecidas las distintas religiones repartidas por el planeta. La mayoría de ellas tienen un Dios, tienen un mesías, su doctrina principal es la consecución de la perfección moral, todas hablan de reencarnación, de vida más allá de la muerte y de castigo si no actuamos como las leyes divinas indican. Todas tienen la misma finalidad, desde Japón hasta México, desde Suecia hasta Sudáfrica, adoctrinar a la población, a sus fieles, para que hagan el bien. Y todas ellas beben de leyendas muy antiguas, mucho más antiguas de lo que podemos probar o queremos admitir. Se sabe que hay ciudades enteras subterráneas que datan de hace más de 12.000 años de antigüedad, que las pirámides distribuidas por todo el mundo no fueron obra del hombre porque no tenían ni los conocimientos ni las herramientas para construirlas tan perfectas, que dioses bajados de las estrellas nos visitaron y luego se fueron, que hay cráneos repartidos por el mundo que no son de seres humanos, que los gigantes poblaron la tierra durante un tiempo… Hay mucho conocimiento sobre el mundo antiguo que se nos oculta sin saber por qué. Antiguamente no había internet, no era posible que un habitante de China pudiera transmitir su sabiduría a un azteca o a un africano. La gente nacía y moría en su pueblo, no viajaban y por supuesto no cruzaban océanos. Si esto es así, ¿cómo es posible que gente tan distinta y tan alejada coincidiesen en que después de la vida hay más vida? Porque es verdad. Porque es muy probable que seres de otros planetas y más avanzados que nosotros moral y científicamente quisieran enseñarnos los misterios del universo por pura bondad. Pónganse un segundo en su lugar. Ustedes tienen una nave espacial y llegan a un planeta donde la gente va en taparrabos y con lanzas de madera. Hay dos opciones: o bien son buenas personas e intentan explicarles de dónde vienen, les ayudan a mejorar sus condiciones de vida y comparten con ellos su conocimiento sobre cosas que a ellos les preocupa (como la muerte), o bien son malas personas y los esclavizan para que trabajen para ustedes y le veneren como a un Dios. Ambas cosas pudieron suceder en nuestro planeta hace miles y miles de años. Pudo haber un ser inteligente malo que esclavizase al inculto homo sapiens para su provecho y pudo haber un ser inteligente bondadoso que compartiese con ellos su conocimiento más básico como la agricultura y la construcción. Y después están los espíritus.
Que algo no pueda verse no significa que no sea real. El oxígeno no puede verse y sabemos que existe. ¿Por qué no pueden existir los espíritus? Estamos tan empecinados en creer sólo lo que vemos que no nos damos cuenta que puede haber una verdad en otro plano que nosotros no vemos. Es más, podemos tener un extraterrestre delante nuestro y negarlo porque no queremos creerlo. Todo lo que cuenta Alan Kardec en su libro no es nuevo, además está avalado por las leyendas y mitologías antiguas y hoy día por la ciencia y por personajes con una sensibilidad extrema que pueden comunicarse con los habitantes del mundo invisible. Y también hay muchas personas que están en contacto con seres de otros mundos que afirman lo que Kardec escribe en su libro. Sí, hay personas que se comunican con espíritus y con extraterrestres, aunque ustedes los vean como locos u oportunistas. Millones de personas creen en los espíritus y extraterrestres y muchas de ellas han podido comprobar su existencia. Es más, usted mismo, aunque no se lo crea, seguro que durmiendo ha oído como alguien le llamaba o ha soñado con gente que no había visto en su vida. ¿Cómo es posible que el cerebro fabrique una imagen de alguien que usted no ha visto jamás? Si yo le pregunto si es capaz de imaginar un ser hecho de hidrógeno, ¿sería capaz de hacerlo? Yo tampoco. Pero en cambio mientras dormimos nos suceden cosas muy extrañas que no podemos explicar ¿por qué? No es que no las podemos explicar, es más bien que negamos su explicación por miedo. ¿Qué pasaría si se demostrase que lo que cuentan los espíritus de Kardec es verdad? Todo se iría al garete. Las religiones las primeras, sobre todo las tres principales: el judaísmo, el catolicismo y el islamismo. Eso para empezar. Segundo, la gente no tendría miedo a morir, algo muy peligroso para las todopoderosas farmacéuticas. Tercero, sabiendo que vamos a sufrir en el más allá, muchos, no todos pero sí muchos, cambiarían de opinión y se dedicarían a hacer el bien, y eso a las todopoderosas empresas armamentísticas tampoco les interesa. Y mucho más, se compraría lo necesario, así que empresas de artículos de lujo a la quiebra. Nadie compraría artículos de oro, así que el oro cotizaría muy bajo y la economía mundial quebraría. Es más, al no tener miedo de nada ya no nos podrían esclavizar los que rigen el planeta, así que éstos también acabarían cayendo. Todo lo que conocemos se iría por el retrete en cuestión de segundos, y eso no le interesa a muchos. Como siempre digo, busquen al culpable entre los que sacan beneficio por algo. ¿Quién saca beneficio con el miedo? Los poderosos, porque si el ciudadano de a pie tiene miedo necesitará a alguien que le proteja. ¿Se acuerdan del 11-S? ¿Se acuerdan del pánico de los americanos a morir en su lindo país? ¿Cuáles fueron las consecuencias? La guerra de Irak y cámaras de videovigilancia hasta en la sopa. ¿Quién causó el 11-S según los medios no oficiales? El mismo gobierno estadounidense. ¿Quién ganó dinero con el 11-S? Los hombres que componían el gobierno estadounidense y las empresas que habían colocado en el gobierno a esos mismos hombres. Si realmente se supiera la verdad, los poderosos dejarían de tener poder, y eso no lo van a permitir. Cuando el río suena…
Durante estos últimos años me he dedicado a leer sobre lo paranormal, a ver videos de youtubers serios que dan la otra versión, a investigar sobre mitología, historia antigua, ver documentales de misterios que inundan el planeta, etc. Y mi conclusión ha sido que hay muchas cosas que cuadran, muchas, con la versión no oficialista. ¿Existe vida en otro planeta? Por supuesto. ¿Nos visitan los extraterrestres? Están entre nosotros. ¿Existe vida después de la muerte? Sí. ¿Existe la reencarnación? Sí, sino ¿cómo explicaríamos la intuición? ¿Existe el castigo divino? Claro, sino ¿cómo explicaríamos lo que comúnmente llamamos karma? ¿Nuestro futuro está escrito? Sí, pero podemos cambiarlo si queremos cambiarlo. Nosotros decidimos cómo actuar, qué creer. Tenemos el libre albedrío. ¿Podemos cambiar el mundo? Sí, simplemente hay que tratar al otro como nos gustaría que nos tratasen a nosotros y dejar el egoísmo de lado. ¿Dios existe? No lo sé, pero las enseñanzas de su hijo Jesús dieron en el clavo. Yo les invito a que se introduzcan en el apasionante mundo del misterio (el serio, no el sensacionalista) y verán las cosas de manera muy distinta a cómo son y entenderán muchas cosas que hoy por hoy no entienden. Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario