viernes, 14 de octubre de 2022

¿Quién quiere ser Lara Croft?


Desde tiempos del homo erectus, e incluso antes, hasta hoy han pasado muchos milenios, y a pesar de que podamos creer que las cosas han cambiado, y mucho, el rol del género masculino y el femenino siguen siendo los mismos. El hombre trabajaba (trabaja) para llevar comida a casa mientras que la mujer cuidaba (cuida) de su hogar y de sus hijos. Este es el papel que deben jugar ambos sexos si no se quiere ser etiquetado por una sociedad que todo lo que sea diferente a esto lo tacha de “anormal”. Este es el papel que deben jugar ambos sexos en el marco social si no se quiere ser etiquetado por una sociedad que tacha de "anormal" todo lo que le es diferente.

Desde pequeños, primero los padres y después los agentes externos y las instituciones, se nos socializa para cumplir este rol milenario. Las espadas y las muñecas de madera de antaño han sido sustituidas por pistolas de plástico y muñecas con microchips, pero el mensaje sigue siendo el mismo: aventura y audacia en su profesión para él, sumisión y destreza en el hogar para ella. Azul para el niño, rosa para la niña, fútbol o ballet. La socialización primaria no se ha diferenciado en el tiempo que el hombre pisa la tierra, una ley no escrita que condiciona nuestros actos desde que nacemos. Son pues los padres los primeros culpables de inculcar en la sociedad tal machismo, aunque inconscientemente, porque ellos han sido criados de la misma manera. La sociedad actúa cohesionando a sus integrantes para mantenerse unida. Una educación individualizada comportaría la separación de los individuos y la desaparición de la sociedad que forman. Un ejemplo de esto es la institución de la Iglesia. Lejos de los dogmas católicos en sus principios que llevaron al Papa a ser la figura más importante de Europa, hoy día, al margen de sectores como protestantes, evangelistas, mormones, etc., la unidad eclesiástica corre peligro al establecerse debates en su foro interno como el del matrimonio de un cura, la homosexualidad, el preservativo, la enseñanza de la religión y otras. Una postura negativa hacia estos temas hace que los sectores implicados abandonen sus creencias por no sentirse identificados y a la vez ser marginados por los que integran la comunidad católica.

En la etapa de aprendizaje más importante para un ser humano, su infancia, los roles cohesionadores juegan un papel primordial en la integración del niño en la sociedad. Los niños absorben como esponjas las enseñanzas de sus progenitores, lo único verdadero para ellos. Pero si un sujeto se desvía de lo estereotipado, es etiquetado por la sociedad y llevado a un conflicto interno que puede causar una ruptura social y su consiguiente resocialización en su adolescencia o madurez para poderse sentir nuevamente integrado en la sociedad. Si a un niño le gusta jugar con muñecas es "rarito" y si a la niña le gusta jugar con el balón se le llamará "machorra". Estos conceptos hacen que el niño que juega con muñecas se sienta diferente desde su infancia al resto de niños sin comprender por qué. A medida que crece, su incertidumbre aumenta, al igual que aumenta su marginación en la sociedad. Esto puede llevar al adolescente a una situación extrema de inseguridad y rechazo hacia él mismo que pueden provocar soluciones drásticas y degradables. 

Actualmente la ruptura de roles de hombría-niño y feminidad-niña cambia en la adolescencia. Se han realizado estudios que identifica a la mujer como la que se labra un futuro dedicando horas a los estudios mientras es el adolescente hombre quien abandona tempranamente la enseñanza para refugiarse en el hogar paterno. Pero este cambio de rol adolescente es un mero espejismo de un cambio ya obligado en nuestra sociedad. Al llegar la mujer a su madurez, predispuesta a concebir hijos, ésta rechaza profesiones etiquetadas para hombres (científicos, altos ejecutivos, etc.) para buscar un empleo que le permita compaginar trabajo y hogar. El personaje de ficción animado Lara Croft (arqueóloga intrépida, independiente y soltera) se convierte a los 30 en Jane, la obediente y sufridora esposa de Tarzán. La selva ya no es sinónimo de aventura sino de cobijo y protección. Así, aunque la mujer esté sobradamente preparada para ocupar puestos que generalmente poseen sólo hombres, el rol femenino vuelve a mostrarse en su fase originaria y prima el deseo de ser madre a un reconocimiento profesional y público. La rebeldía ha durado poco. La socialización secundaria estuvo cerca de imponerse a la primaria en la adolescencia, pero el rosa y la cocinita de juguete han ganado nuevamente la partida. Mientras, el hombre, tras pasar un tiempo confuso en su pubertad, en su madurez se da cuenta de que si quiere ser "normal" tendrá que conseguir un buen trabajo para poder sustentar a su futura familia si no quiere ser tachado por su entorno de afeminado. La espada de madera que empuña la sociedad se ha impuesto a los videojuegos y el ocio. Deberá convertirse en Tarzán.

Cierto es que el etiquetaje no se debería dar en un mundo que se jacta de ser moderno, igualitario entre sexos, pero padres, abuelos, colegios, cine y televisión educan al sujeto para que cumpla su rol social dependiendo del sexo que tenga. La socialización primaria es la más influyente en el ser humano y los roles y etiquetas muy difíciles de eliminar de nuestra conciencia. Aunque a partir de la I Guerra Mundial el mundo asumió la posible incorporación de la mujer al mercado laboral, igualándola después al hombre en derechos sufragistas, aún hoy día se le regala de pequeña cochecitos para pasear a bebés de plástico mientras su hermano juega a policías y ladrones. Y si no es así se comienza con mal pie. El héroe de la peli siempre salva a la muchacha indefensa, la modelo invita a la espectadora a ponerse guapa para su marido, la mujer sueña con un fornido bombero salvándole de las llamas, el hombre no. El hombre con éxito tiene coches, mujeres y nunca está solo, a Miss Daisy no la soporta ni su chófer. El diferente es siempre el malo de la película o muere el primero. Se le señala con el dedo, se le margina, se le infravalora, se le impide relacionarse con la gente "normal", con la gente distinta a él. Y la culpa es sólo nuestra. Juzgamos y sentenciamos. Educamos como nos dicen y no como creemos. Lo siento hijo pero a ti no te puede gustar el rosa. ¿Qué diría la gente si no?


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