domingo, 20 de mayo de 2018

El lenguaje corporal de Allan Pease

¿A quién no le gustaría saber qué opina su jefe, su mujer o su hijo de él? Adivinar los pensamientos de los otros es uno de los superpoderes más deseados por los humanos a lo largo de los siglos. Hoy día saber lo que los otros piensan de nosotros puede ser posible gracias a los estudios llevados a cabo por psicólogos o estudiosos del tema como el afamado Allan Pease. En su libro El lenguaje del cuerpo, Pease nos enseña que éste, el cuerpo, es un “reflejo externo de la condición emocional de la persona” y que los gestos o movimientos pueden ser la clave para descubrir una emoción concreta que nuestro interlocutor siente en ese preciso momento. Pero conociendo el lenguaje corporal no sólo sabremos las emociones que sienten otros sino que también podemos controlar las nuestras. Hay que recordar que la gente se forma entre el sesenta y el ochenta por ciento de su opinión inicial sobre una persona que acaba de conocer en menos de cuatro minutos. La primera impresión cuenta, y mucho. Intentaré resumir este bestseller en pocas líneas para que el lector se haga una idea de cómo nuestro cuerpo es el espejo del alma, aunque recomiendo su entera lectura para comprender el por qué de ese reflejo. Antes de empezar hay que recordar tres reglas básicas para interpretar los gestos corporales: los gestos deben ser leídos de forma agrupada; se debe buscar la congruencia entre lo dicho y lo expresado y en caso de no haber congruencia hacer caso a los gestos; y por último hay que interpretar dichos gestos en su contexto. Comencemos.
El espacio personal
Hay tres zonas bien diferenciadas entre dos cuerpos. Recordar que dependiendo del lugar de origen estas distancias se pueden acortar o alargar. Por ejemplo los europeos del sur solemos ser más cercanos que los ingleses. 
La zona íntima: entre quince y cuarenta y cinco centímetros de distancia entre uno y otro cuerpo.Sólo pueden entrar en ella las personas emocionalmente más cercanas a nosotros (amantes, padres, pareja, hijos, amigos íntimos y familiares y las mascotas, por supuesto).
La zona personal: entre cuarenta y seis y ciento veintidós centímetros de distancia. Es la distancia a la que nos mantenemos de los demás en fiestas de amistades, fiestas de trabajo, actos sociales y reuniones con amigos. 
La zona social: entre ciento veintidós y trescientos sesenta centímetros. Es la distancia a la que nos mantenemos de los desconocidos o conocidos pero no tanto. 
La zona pública: es superior a los trescientos sesenta centímetros. Siempre que nos enfrentamos a un grupo numeroso de gente, es la distancia en la que nos sentimos más cómodos. En lugares públicos como ascensores, colas de tiendas o transporte público debemos tener en cuenta una serie de reglas no escritas como no hablar con nadie (ni siquiera si los conocemos), evitar el contacto visual con los demás, no demostrar emociones, leer si nos es posible y si no lo es fijar la vista en un punto lejano y evitar movimientos corporales exagerados. Cabe recordar que a menor espacio personal libre mayor es nuestra irritación, por ello los habitantes de las grandes urbes son más violentos que los de los pueblos. Esta es la razón por la cual las zonas con mayor densidad de población humana son las que presentan los porcentajes más elevados de crimen y violencia. En resumen, a mayor distancia entre caderas menos afinidad tenemos con los otros. Debemos tener en cuenta también que cuando el avance hacia la  zona íntima de una persona es rechazado, esa persona da un paso atrás para reclamar su espacio. En cambio, cuando el avance es aceptado, la persona se mantiene en su lugar y permite que el intruso se quede en la zona en la que acaba de entrar. 
También es prudente saber que nuestro cuerpo es como una flecha que aún estando quietos nos indica hacia dónde quiere ir. Si, por ejemplo, estamos hablando con otra persona y el cuerpo indica hacia la puerta de salida, su lenguaje corporal nos está indicando que quiere irse y acabar la conversación cuanto antes. El cuerpo enfrentado a nuestro interlocutor refleja agresividad y desafío, en cambio si nuestro interlocutor tiene el cuerpo a 45 grados de nosotros lo veremos como una persona amistosa y no amenazadora. Si el hombre se enfrenta a la mujer y traspasa su zona íntima es que la está cortejando. En ese momento deberemos tener en cuenta si la mujer da un paso atrás para rechazarnos o se queda quieta para que prosigamos con el cortejo.

Cabeza  
Existen tres posiciones básicas de la cabeza. La primera es la de la cabeza levantada y es la posición que adopta la persona que tiene una actitud neutral respecto a lo que se dice. Cuando la cabeza se levanta un poco más, empujando la barbilla hacia adelante, indica superioridad, ausencia de miedo o arrogancia. 
El tamaño de la barbilla depende de la cantidad de testosterona que posea la persona, por eso disparar la barbilla hacia adelante se asocia con poder y agresividad y es más común en hombres que en mujeres. 
La segunda posición es la cabeza ladeada. Ladear la cabeza es una señal de sumisión porque deja la garganta expuesta y hace que la persona parezca más pequeña de tamaño y menos amenazadora. Como curiosidad podemos decir que los perros sumisos o que no tienen miedo a la persona que tienen delante levantan la cabeza para exhibir su garganta. En cambio el ser humano exhibe las palmas de las manos o ladea la cabeza. 
La tercera posición es la cabeza hacia abajo.  Cuando la barbilla está hacia abajo, indica una actitud negativa, crítica o agresiva.

Los ojos
Los ojos pueden ser la señal de comunicación humana más reveladora y exacta, porque son el punto central del cuerpo y porque las pupilas trabajan independientemente del control consciente. Cuando una persona se excita, sus pupilas pueden dilatarse hasta alcanzar cuatro veces su tamaño original. Por otro lado, un enfado o un estado de humor negativo hace 
que las pupilas se contraigan. En general, el tamaño de las pupilas aumenta cuando una persona ve algo que la estimula (observe las pupilas de la persona que le gusta y sabrá si es correspondido) y este aumento del tamaño de las pupilas se correlaciona positivamente con la actividad mental asociada con la resolución de problemas, alcanzando la dilatación máxima cuando la persona encuentra la solución. Cuando los ojos disparan hacia un lado y hacia otro podría parecer que esa persona está 
investigando la actividad que se desarrolla a su alrededor, pero lo que sucede en realidad es que el cerebro está buscando vías de escape (igual que sucede con los monos), revelando con ello la inseguridad de la persona respecto a lo que ocurre en su entorno. Cuando una persona recuerda alguna cosa que ha visto, sus ojos se mueven hacia arriba y a su izquierda y si crea (inventa, miente) mira hacia arriba y a su derecha (nuestra izquierda). Cuando recuerda alguna cosa que ha escuchado, los ojos miran hacia el lado y la persona inclina la cabeza como si escuchase. Si está recordando un sentimiento o una emoción, mira hacia abajo y a la derecha. Cuando una persona está hablándose mentalmente a sí misma, mira hacia abajo y a la izquierda. 
Pero los ojos no están solos en esto de demostrar emociones. Las cejas también son cómplices. Levantar las cejas es una señal de saludo a distancia que viene utilizándose desde la antigüedad, por ejemplo. El ser humano muestra dominio o agresión hacia los demás bajando las cejas, mientras que levantarlas muestra sumisión. La  mirada de reojo se utiliza para comunicar interés, incertidumbre u hostilidad pero cuando se combina con unas cejas ligeramente levantadas o con una sonrisa, comunica interés y lo utilizan con frecuencia, mayoritariamente, las mujeres como señal de cortejo. Si la mirada de reojo va agrupada con otros gestos como las cejas caídas hacia abajo, el entrecejo fruncido o las comisuras de la boca hacia abajo, señala una actitud sospechosa, hostil o crítica.
El pestañeo también nos ayuda en esto de conocer los sentimientos de los demás. Las personas que están bajo presión, si mienten, por ejemplo, aumentan drásticamente su pestañeo. El pestañeo continuado es un intento inconsciente del cerebro de bloquear la visión de la persona que tiene enfrente, bien porque se aburre o ha perdido el interés, bien porque se trata de una persona superior.

Diferentes tipos de miradas
-La mirada social. Experimentos realizados con la mirada revelan que durante los encuentros sociales, los ojos de la persona que mira, observan durante cerca del noventa por ciento del tiempo un área triangular de la cara de la otra persona comprendida entre los ojos y la boca. Esta es la zona de la cara que miramos en un entorno no amenazador. La otra persona nos percibirá como interlocutores no agresivos si miramos a esa zona. 
-La mirada íntima. Cuando dos personas se acercan observan en primer lugar la cara de la otra persona y la parte inferior del cuerpo para establecer, ante todo, el sexo de esa persona y luego miran una segunda vez para determinar el nivel de interés. Esta mirada va más allá de los ojos y de la barbilla para descender por el cuerpo. En los encuentros cercanos se trata del área triangular comprendida entre los ojos y el pecho, y en las miradas de lejos la mirada recorre el área que va desde los ojos a la entrepierna, o incluso más abajo (si es Nacho Vidal mucho más abajo). En estos casos el menos disimulado es el hombre. No es que los hombres sean más mirones que las mujeres, sino que la visión de túnel de ellos hace que sea más fácil pillarlos. En cambio a la mujer no se le nota tanto porque su visión periférica es mucho mejor que la de los hombres. 
Si la mirada pasa de los ojos a la boca y de nuevo a los ojos repetidamente significa que su interlocutor se muere por besarle. Esto se ve muy claramente en las comedias románticas hollywoodienses. 
-Mirada intimidatoria o de superioridad. Imagínese una persona con un tercer ojo en medio de la frente y observe la zona triangular comprendida entre los «tres» ojos de esa persona. Quien mantiene la mirada fija en esta área, sujeta firmemente a la otra persona. Siempre y cuando la mirada no caiga por debajo del nivel de los ojos, la presión seguirá estando presente. Nunca la utilice en encuentros amistosos o románticos. Pero funciona muy bien cuando se quiere intimidar a alguien.

Boca: la sonrisa
Cuando reímos todos los órganos del cuerpo se ven afectados de manera positiva. La respiración se acelera, lo que sirve para ejercitar el diafragma, el cuello, el estómago, la cara y los hombros. La risa aumenta la cantidad de oxígeno en sangre, lo que no sólo ayuda a mejorar la circulación, sino que además expande los vasos sanguíneos próximos a la superficie cutánea. Es por eso que la gente se pone roja al reír. La risa disminuye el pulso cardíaco, dilata las arterias, estimula el apetito y quema calorías. En los humanos la sonrisa comunica a la otra persona que usted no es una amenaza para ella y le pide que lo acepte a nivel personal.
Una sonrisa sincera se ve en los ojos, porque cuando se sonríe  sinceramente aparecen las tan odiadas patas de gallo. Los músculos orbicularis oculi, en los ojos, actúan independientemente de los de las mejillas y revelan los verdaderos sentimientos de una sonrisa genuina, ya que a diferencia de los otros no se pueden mover a nuestro antojo. 
Cuando los mentirosos mienten, el lado izquierdo de la sonrisa suele aparecer más pronunciado que el derecho.

Varios tipos de sonrisas. 
-Está la sonrisa con labios tensos (los labios se tensan formando una línea recta y se esconden los dientes), que envía el mensaje de que la persona que sonríe tiene un secreto o una opinión o una actitud que no piensa compartir con usted. 
-La sonrisa torcida es peculiar del mundo occidental y sólo puede llevarse a cabo deliberadamente, lo que significa que sólo pretende transmitir sarcasmo. 
-La sonrisa con la mandíbula hacia abajo trata de una sonrisa ensayada en la que la mandíbula inferior se empuja hacia abajo para dar la impresión de que la persona está riendo o jugando. 
-La sonrisa torcida con labios tensos, mirada hacia arriba y la cabeza hacia abajo denota un aspecto juvenil, juguetón y secretista de la persona, que la convierte en una sonrisa pícara y seductora. Esta sonrisa hizo famosa y querida a Diana de Gales. 
Pero cuidado, la mujer que sonríe mucho la hace parecer sumisa a ojos del hombre y puede llevar a malos entendidos. Los hombres tienden a confundir la amistad y las sonrisas con el interés sexual. La lección que aquí tienen que aprender las mujeres es que deben sonreír menos cuando traten profesionalmente con hombres dominantes o reflejar como un espejo la misma cantidad de sonrisa que esbocen sus interlocutores masculinos. Y si los hombres quieren ser más persuasivos con las mujeres, tienen que sonreír más en todos los contextos. La habilidad de hacer reír a los demás se percibe como una característica dominante, y las mujeres prefieren hombres dominantes, mientras que los hombres prefieren mujeres subordinadas. 
Un apunte sobre el beso. El beso aéreo, con el sonido que lo acompaña, se da en lugar de un beso de verdad que tampoco se apetece dar. Ténganlo en cuenta.

Brazos
Hacia los seis años de edad aprendemos a cruzar los brazos tensamente sobre el pecho siempre que surge una situación amenazadora.
Cuando cruzamos uno o ambos brazos sobre el pecho formamos una barrera que no es más que un intento inconsciente de bloquear lo que percibimos como una amenaza o unas circunstancias no deseadas. Esta barrera imaginaria puede irse disimulando con el paso de los años pero aún así cuando una persona adopta una actitud nerviosa, negativa o defensiva, es muy probable que cruce los brazos firmemente sobre el pecho. Y cuando cruzamos los brazos nuestra credibilidad se reduce drásticamente. Igualmente, si nuestra audiencia se cruza de brazos cuando hablamos nos está diciendo que no está de acuerdo con lo que escucha. Una forma sencilla pero efectiva de romper la posición de los brazos cruzados es darle a la persona que escucha algo que sujetar con las manos o algo que hacer. Entregar a esa persona un libro, un lápiz, un folleto, una muestra o cualquier objeto, la obligará a desplegar los brazos y a inclinarse hacia adelante. Esto la hará pasar a una posición más abierta y, por lo  tanto, a una actitud más positiva. 
El conjunto de gestos que incluye los puños cerrados y un cruce de brazos completo indica hostilidad y postura defensiva. Si además se combina con una sonrisa con los labios tensos o con los dientes apretados y una cara colorada podría producirse un ataque verbal o incluso físico.
Otro gesto de cruzarse de brazos es con ambos dedos pulgares señalando hacia arriba. Este gesto demuestra que la persona se siente orgullosa de ser quien es y que controla la situación. Es un gesto de seguridad en uno mismo. 
El cruce de brazos parcial es aquel en el que un brazo cruza la parte frontal del cuerpo para sujetar o tocar el brazo opuesto, formando con ello una barrera y dando la sensación de abrazo. Las barreras de brazo parcial suelen observarse en encuentros en los que una persona es completamente desconocida para el resto del grupo o carece de confianza en sí misma.
Un hombre ansioso o tímido será visto también ajustándose la correa del reloj, comprobando el contenido de su cartera, frotándose las manos, jugando con el botón del puño de la camisa o utilizando cualquier gesto que le permita cruzar los brazos por delante de su cuerpo. La utilización de barreras camufladas por parte de las mujeres es menos visible que en el caso de los hombres porque las mujeres pueden sujetarse a cosas como bolsos o carteras cuando se sienten tímidas o inseguras.
También con los objetos se pueden formar barreras. Por ejemplo, una persona que está sentada en una mesa, si bebe y coloca el vaso al lado contrario forma una barrera que nos dice que está incómoda. Cuando esa persona esté aceptando lo que se le dice, colocará el vaso o taza en el lado del cuerpo correspondiente a la mano con que la sujeta, mostrando con ello una actitud abierta o de aceptación. 
En situaciones de discusión con otra persona tocarle el codo con destreza puede multiplicar por tres la probabilidad de obtener lo que queremos. Esta técnica funciona por tres motivos: en primer lugar, el codo está considerado como un espacio público y queda muy alejado de las partes más íntimas del cuerpo; en segundo lugar, en la mayoría de los países no se considera aceptable tocar a desconocidos, de modo que ese toque genera una impresión; y en tercer lugar, un contacto con el codo de tres segundos de duración genera un vínculo momentáneo entre dos personas. Tocar el codo y la mano, siempre que se haga con discreción, llama la atención, refuerza un comentario, aumenta su influencia sobre los demás, subraya un concepto, hace que los demás lo recuerden mejor y genera impresiones positivas.

Manos
Dos actos primordiales con las manos: palmas hacia arriba indican sinceridad, honestidad, vasallaje y sumisión; palmas hacia abajo indican agresividad, poder, autoridad. 
Las manos en los bolsillos nos indican que no se quiere tocar el tema que se está tratando. Señalar con el dedo con la mano cerrada a nuestro interlocutor es una forma simbólica de golpearle. Subconscientemente este movimiento evoca sentimientos negativos en los demás porque es lo que precede a un bofetón, un movimiento que muchos primates utilizan en el ataque físico.
La persona que presiona el dedo índice contra el pulgar para realizar un gesto tipo «OK» mientras habla dejará la impresión de ser una persona autoritaria, pero no agresiva. Los políticos suelen utilizar mucho este gesto en mítines. 
Frotarse las manos es una manera de comunicar expectativas positivas. La velocidad del gesto de frotarse las manos nos indica quién cree la persona que hace el gesto que saldrá beneficiada de la situación. Si se las frota rápidamente los beneficios serán para su interlocutor, si la fricción es lenta los beneficios serán para él mismo. Fíjese en el vendedor la próxima vez que se compre un piso. 
El gesto de las manos unidas muestra una actitud reprimida, ansiosa o negativa. Es la posición que asume la persona que tiene la sensación de no estar convenciendo a su interlocutor o de estar perdiendo en la negociación. El gesto de las manos unidas tiene tres posiciones principales: las manos unidas delante de la cara, las manos unidas descansando sobre la mesa o sobre el regazo y, estando de pie, las manos unidas delante de la entrepierna. Cuanto más alta sea la postura de las manos mayor frustración. 
El gesto de las palmas unidas y dedos estirados y juntos, como si se rezara, suelen utilizarlo las personas que ostentan un estatus superior cuando dan instrucciones o consejos a sus subordinados y es particularmente común entre contables, abogados y directivos. La persona que tiene confianza en sí misma tiende a utilizar este gesto y, al hacerlo, indica con él su actitud confiada. Este gesto debería evitarse cuando intentamos ser convincentes o ganarnos la confianza de los demás, pues a veces podría interpretarse como presunción o arrogancia.
Una mano encima de la otra apoyando la barbilla en ellas es un gesto de coqueteo, al igual que juguetear con el pelo. 
Las manos unidas a la espalda se asocian a la superioridad, la confianza, el poder, ausencia de miedo y autoridad.
El gesto de la mano que sujeta la muñeca comunica una emoción distinta a la de las manos unidas a la espalda.  Es una señal de frustración y un intento de autocontrolarse. Una mano sujeta en la espalda la muñeca o el brazo contrario, como si un brazo intentase evitar que el otro saliese hacia adelante para golpear a su contrincante. Cuanto más arriba sujete la mano el brazo contrario, más frustrada o enojada se sentirá la persona.
Cuando la persona que escucha empieza a utilizar la mano para apoyar la cabeza es señal de que ha empezado a aburrirse. El gesto suele iniciarse únicamente con el dedo pulgar sujetando la barbilla y, a medida que el interés decae, es el puño entero el que la sujeta. Una falta de interés extrema queda demostrada cuando la mano sujeta por completo la cabeza, mientras que la señal de aburrimiento definitivo se produce cuando ambas manos sostienen totalmente la cabeza. 
El repiqueteo de los dedos sobre la mesa y los golpecitos en el suelo con los pies son señales de impaciencia.
Cuando se está evaluando una propuesta se demuestra apoyando la mejilla o la barbilla sobre la mano cerrada, muchas veces con el dedo índice señalando hacia arriba. Cuando el dedo índice señala verticalmente hacia la mejilla y el dedo pulgar sostiene la barbilla (forma de L), significa que esa persona tiene pensamientos negativos o críticos acerca de la persona que habla o el tema que está desarrollando.
Acariciarse la barbilla es la señal de que la persona que escucha está llevando a cabo un proceso de toma de decisiones. Con piernas o brazos cruzados la decisión será no, con brazos abiertos y tirado hacia adelante la respuesta será sí. También se evalúa cuando el sujeto muerde un bolígrafo o la patilla de las gafas. 
Cuando una persona desaprueba la opinión o la actitud de los demás, pero no quiere mencionarlo, es probable que se produzcan gestos de desplazamiento, es decir, gestos aparentemente inocentes que revelan una opinión reprimida. Uno de estos gestos es el de sacudirse de encima una pelusa imaginaria.
Cuando nos apoyamos sobre una persona o un objeto lo hacemos para enunciar una posesión territorial sobre esa persona u objeto. El gesto de apoyarnos en algo se utiliza también como método de dominio o intimidación en el caso de que ese objeto pertenezca a otra persona. 
El gesto de darse la mano a modo de saludo proviene de los romanos. En la antigua Roma la práctica de llevar una daga oculta en la manga para protegerse era tan común que los romanos desarrollaron como saludo habitual el gesto de  coger por el antebrazo para saber si su interlocutor ocultaba malas intenciones. Si una persona le ofrece la mano con la palma hacia arriba le está profesando vasallaje. En cambio si le saluda con la palma hacia abajo le está indicando que él está por encima de usted. Para contrarrestar este saludo debe dar un paso adelante con el pie izquierdo en el mismo momento en que alarga usted el brazo para estrechar la mano. A continuación, dé un paso adelante con la pierna derecha, colocándose delante de la otra persona y entrando en su espacio personal. Finalmente cruce la pierna izquierda por delante de la derecha para completar la maniobra y estreche la mano de esa persona. Esta táctica le permite enderezar el apretón de manos o incluso pasarlo a la posición de sumisión. También puede responderle adoptando con su mano la posición de la palma hacia arriba y luego colocando su mano izquierda sobre la derecha de esa persona para formar con ello un apretón de manos doble y enderezarle la mano. Tenga en cuenta por eso que el apretón doble es como un abrazo en miniatura y es sólo aceptable en circunstancias en las que también sería aceptable un abrazo. La intención de cualquier apretón realizado con las dos manos es intentar demostrarle al receptor sinceridad, confianza y sentimientos profundos. En un saludo con ambas manos debe saber que la mano izquierda se utiliza para comunicar la profundidad de sentimientos que el iniciador quiere transmitir y esta es relativa a la distancia a la que la mano izquierda del iniciador se sitúa sobre el brazo derecho del receptor. Cuanto más cerca del hombro se sitúa la mano izquierda más amistoso es el saludo. En resumen, no utilice ningún saludo a dos manos a menos que tenga algún tipo de vínculo personal con la otra persona.
En un abrazo las palmaditas en la espalda se utilizan para decirle a la otra persona que acabe con el abrazo y rompa la unión.
Otros saludos son el apretón de manos llamado “quebrantahuesos” (marca de la casa de la personalidad extremadamente agresiva que, sin previo aviso, busca la ventaja previa e intenta desmoralizar a su oponente haciéndole papilla los nudillos), el apretón con el brazo rígido (igual de agresivo que el “quebrantahuesos”) o el apretón desde la lejanía o con la mano flácida (ambos saludos denotan inseguridad). 
Hay que tener en cuenta que en el mundo profesional la mujer que saluda con la mano floja o exhibe con exageración sus atributos (grandes escotes, faldas cortas o tacones de aguja) pierde credibilidad ante sus homólogos.

Los pies y piernas
Los pies son muy significativos en el lenguaje corporal y nos indican hacia dónde quiere una persona dirigirse aunque esté parada. También mover los pies es un intento del cerebro de huir de la situación que está experimentando.
El pie adelantado indica siempre hacia la dirección que a nuestra cabeza le gustaría seguir, como si estuviéramos a punto de echar a andar. En una situación de grupo apuntamos con el pie adelantado hacia la persona más interesante o atractiva, pero cuando lo que queremos es irnos, apuntamos hacia la salida más próxima. Lo mismo sucede con los cruces de piernas en forma de cuatro (el tobillo sobre la rodilla de la otra pierna). En cambio el cruce de piernas cerrado denota estar a la defensiva, igual que los brazos cruzados. Mientras que las piernas abiertas demuestran abertura o dominio, las piernas cruzadas demuestran una actitud cerrada, sumisa o a la defensiva, ya que simbólicamente niegan el acceso a los genitales. Los estudios demuestran que la gente a quien le falta confianza adopta también las posiciones de  piernas cruzadas. Cuando una persona cruza tanto piernas como brazos significa que se ha retirado emocionalmente de la conversación. Intentar convencer a alguien cuando ha adoptado esta posición suele ser inútil. Los hombres que se sientan con las piernas en forma de cuatro, no sólo son percibidos como más dominantes, sino que se ven también más relajados y juveniles. La figura del cuatro con gancho (sujetándose el tobillo) significa que esta persona no sólo adopta una actitud competitiva, sino que cierra la figura del cuatro para convertirla en una posición permanente utilizando una o ambas manos a modo de gancho. Esto indica un individuo duro de roer y tozudo que rechaza cualquier opinión que no sea la suya. En los hombres el gesto que cruza los tobillos y que se acompaña con puños apretados sobre las rodillas o con las manos sujetando fuertemente los brazos de la silla exhibiendo la entrepierna denota que está reprimiendo una emoción negativa, incertidumbre o miedo. En la versión femenina las rodillas se mantienen unidas, los pies pueden estar hacia un lado y las manos descansar juntas o una encima de la otra sobre los muslos. Normalmente los pies se retiran hacia debajo de la silla, indicando que esa persona tiene, además, una actitud retraída. En las mujeres la posición de piernas enroscadas es una marca característica de timidez e introversión (por no mencionar el contorsionismo). La parte superior de uno de los pies se cierra en torno a la pierna opuesta para reforzar una actitud insegura. La posición 
indica que la mujer se ha escondido en su caparazón como una tortuga, a pesar de que la parte superior del cuerpo aparezca relajada. Para abrir la concha es necesario abordarla con tranquilidad, cariño y simpatía.
Las piernas abiertas o sin cruzar indican una actitud abierta o dominante, mientras que las piernas cruzadas revelan actitudes cerradas o incertidumbre. Cruzar las piernas en dirección a otra persona es un signo de interés o aceptación de esa persona, como se ha dicho anteriormente. Si esa persona se muestra también interesada, cruzará a su vez las piernas en dirección a la primera. A medida que la conversación cobra interés, las dos personas empezarán a reflejar los movimientos y los gestos de su interlocutor.

Sentado
Decir que el tipo de silla que se escoge para sentarse nos indica el estatus de su poseedor. Cuanto mayor sea el respaldo de la silla mayor estatus tiene o cree tener su propietario. No hay más que ver los tronos papales o reales. Además las sillas giratorias tienen más poder y estatus que las sillas fijas, pues permiten a su usuario libertad de movimientos en aquellos momentos en los que pueda sentirse presionado. Las sillas con apoyabrazos, las que se echan hacia atrás y las sillas con ruedas tienen más poder. En el otro extremo están los taburetes y las banquetas. 
Cuando uno se sienta a horcajadas el respaldo de la silla actúa a modo de escudo de protección del cuerpo y puede transformar la personalidad y tornarla agresiva y dominante. Los hombres, además, tienen las piernas abiertas y realizan una importante  exhibición de la entrepierna, sumándole determinación viril a la posición. El hombre que adopta esta posición suele ser discreto y puede pasar a la misma sin que prácticamente nadie se dé cuenta de ello. La forma más fácil de desarmar al hombre sentado a horcajadas es poniéndose en pie o sentándose detrás de él. 
La posición sentada llamada catapulta se trata de la versión sentada de la posición de llevarse las manos a las caderas cuando uno está de pie, aunque en este caso las manos se sitúan detrás de la cabeza y los codos señalan de forma amenazante hacia fuera sentado con las piernas en forma de 4. Una vez más, se trata básicamente de un gesto masculino que se utiliza para intimidar a los demás o que implica una actitud relajada cuyo objetivo es engatusar al interlocutor dándole un falso sentido de seguridad antes de tenderle una emboscada. Se trata de un gesto típico de profesionales como contables, abogados, directores de ventas o gente que se siente superior, dominante o confiada en algún tema. Lo usan mucho también los sabelotodo, los engreídos, vamos los sobrados. 
Los gestos de estar preparado y que indican el deseo de dar por concluida una reunión, incluyen el de inclinarse hacia adelante con ambas manos sobre ambas rodillas y el de inclinarse hacia adelante con ambas manos agarradas a la silla como si se estuviera a punto de iniciar una carrera. A este gesto se le llama la posición de salida. 
Vistas las distintas formas de sentarse en una silla, se debe analizar también la disposición de las sillas frente a la mesa. Cabe destacar que las mesas cuadradas son ideales para conversaciones breves y concretas o para crear relaciones de superior o subordinado, mientras que la mesa redonda crea una atmósfera de informalidad relajada y es ideal para fomentar la discusión entre personas de igual estatus, ya que todos los sentados pueden reclamar la misma cantidad de territorio en la mesa. 
El puesto de la esquina consiste en sentarse uno frente a otro justamente al borde de la mesa para que ésta no nos haga de barrera.Este es el puesto que utiliza la gente que desarrolla una conversación amistosa y desenfadada. Permite un buen contacto visual y la oportunidad de utilizar numerosos gestos y observar el lenguaje corporal de la otra persona.
El puesto cooperativo consiste en colocar las sillas en un lado de la mesa en un ángulo de 45 grados haciendo un triángulo respecto al borde de la mesa con ambos asientos. Es la posición que normalmente se produce cuando dos personas piensan de modo similar o trabajan conjuntamente en una tarea. El cincuenta y cinco por ciento de la gente define este puesto como el más cooperativo y lo asume, intuitivamente, cuando se le pide que realice un trabajo en equipo con otra persona.
En el puesto competitivo-defensivo los competidores se sitúan el uno frente al otro, igual que los pistoleros del oeste. Sentarse en una mesa frente a una persona puede crear un ambiente defensivo y competitivo y desembocar en una situación en la que cada parte asume un punto de vista firme gracias a que la mesa se convierte en una sólida barrera entre ambos contendientes. En el ambiente restaurantil es una posición que funciona para las parejas, pues permite un buen contacto visual y subraya,  sutilmente, las diferencias de sexo, al estar ambos miembros en lugares «opuestos». Pero en el entorno profesional, son los puestos que adoptan las personas que compiten entre sí o que discuten por algún motivo. 
El puesto en diagonal es el que adopta la gente que no quiere interactuar con los demás. Se produce entre desconocidos en lugares como bibliotecas, los bancos de los parques o los restaurantes, y es la posición a la que nos referimos cuando decimos que estamos «diametralmente opuestos» a una idea.
En el sector estudiantil se ha comprobado que los alumnos sentados a la izquierda del profesor rinden mejor en pruebas de lenguaje que los sentados a la derecha y que los sentados a la izquierda reciben menos regañinas que los sentados a la derecha. Una investigación llevada a cabo por Pease y su equipo descubrió también que en el mundo de los negocios es más probable cerrar tratos cuando el vendedor se sienta a la izquierda del cliente. Aún estando de pie, cuando dos líderes se colocan el uno junto al otro para posar para la prensa, intentan parecer iguales tanto en tamaño físico como en código de vestir, pero el que posa a la izquierda de la fotografía es percibido por los espectadores en una posición dominante. Quédense con esto la próxima vez que en las noticias vean al presidente del gobierno recibiendo al líder de la oposición o a cualquier mandatario autonómico en la Moncloa.

La mentira 
Cuando los niños mienten o esconden alguna cosa, suelen esconder las manos en la espalda. De adultos seguimos esta tónica de ocultación pero algo más sofisticada. Para decirlo de forma muy simple, cuando vemos, decimos u oímos mentiras o engaños, tendemos a taparnos la boca, los ojos o los oídos con las manos. Cuando mienten, tanto hombres como mujeres aumentan el número de veces que tragan saliva, aunque es un gesto que normalmente sólo puede observarse en los hombres, ya que su nuez de Adán es de mayor tamaño microgestos. Destacan en la mentira los movimientos musculares, la dilatación y la contracción de las pupilas, la sudoración, el enrojecimiento de las mejillas, el aumento del parpadeo de los habituales diez parpadeos por minuto (hasta incluso cincuenta) y muchas otras microseñales que indican que estamos engañando.

Los gestos que delatan la mentira son:
-Taparse la boca de cualquier manera, sea total o parcialmente o simular tos. Si la otra persona se tapa la boca mientras usted habla podría dar a entender que  usted está escondiendo alguna cosa. 
-Tocarse la nariz. La mentira intencionada provoca un aumento de la presión arterial. Esta tecnología indica que la nariz humana aumenta su volumen en sangre cuando se miente. Es lo que se conoce como «efecto Pinocho». Este aumento produce picor. Idéntico fenómeno se produce cuando una persona se siente molesta, ansiosa o enfadada. También aumenta de tamaño el pene de un hombre cuando miente por el aumento del riego sanguíneo, aunque evite mirar esa zona mientras algún hombre le habla, es de mala educación. Igual que con el gesto de  taparse la boca, el de tocarse la nariz es un gesto que puede utilizarlo tanto la persona que habla para esconder su propio engaño, como la persona que escucha, que duda de las palabras de quien le habla.
-Frotarse el ojo es un intento por parte del cerebro de bloquear la visión de un engaño, de una duda o de algo desagradable, o de evitar tener que mirar a la cara a la persona a la que se le dice la mentira. Las mujeres no utilizan tanto este gesto y lo que hacen es utilizar pequeñas caricias delicadas debajo del ojo, bien porque de pequeñas se han visto condicionadas a evitar los gestos fuertes, bien porque no quieren echar a perder su maqullaje; pero también evitan la mirada directa con su interlocutor. 
-Tocarse la oreja o acariciarse el lóbulo se trata de un intento simbólico por parte de la persona que escucha de no «oír lo malo», de intentar bloquear las palabras que está escuchando. Se trata de la versión adulta del gesto de las manos sobre ambas orejas que utiliza el niño cuando quiere bloquear las reprimendas de sus padres.Tocarse la oreja puede ser también una señal de que la persona que la práctica ya ha escuchado demasiado o que tal vez desea hablar. Igual que con tocarse la nariz, tocarse la oreja es un gesto utilizado por las personas que experimentan ansiedad.
-Rascarse el cuello es una señal de duda o incertidumbre y es característico de la persona que quiere decir: «No estoy segura de sí estoy de acuerdo con esto». Es un gesto muy perceptible cuando el lenguaje verbal lo contradice, por ejemplo, cuando la persona dice algo así como «comprendo cómo te sientes», aunque el gesto de  rascarse el cuello indica que no es así.
-Tirar del cuello de la camisa. Desmond Morris fue uno de los primeros en descubrir que las mentiras provocan una sensación de picor u hormigueo en los delicados tejidos de la cara y del cuello, que invitan a rascarse; y esto no es sólo la causa por la que las personas inseguras se rascan el cuello, sino que además explica muy bien por qué hay personas que recurren al gesto de  tirar del cuello de la camisa cuando mienten y sospechan que las han pillado. Este gesto se produce también cuando una persona se enfada o se siente frustrada y necesita alejar el tejido del cuello para que circule el aire fresco.
-Los dedos en la boca. Se trata de un intento inconsciente de volver a la seguridad del niño que se alimentaba del pecho de su madre y se produce cuando una persona se siente bajo presión. El niño sustituye el pulgar o una manta por el pecho de su madre y, de adulto, se lleva los dedos a la boca y chupa cigarrillos, pipas, bolígrafos, masca chicles o se lleva a la boca la patilla de las gafas. Las gafas también pueden significar evaluación o atención (volver a ponérselas), deseo de terminar una conversación (doblarlas y guardarlas) o rechazo de una propuesta (arrojarlas sobre la mesa). Las personas que llevan gafas de sol en las reuniones se consideran sospechosas, recelosas e inseguras, mientras que las personas que las llevan en la cabeza se consideran relajadas, juveniles y modernas. 
Según estudios el maquillaje (que no sea excesivo) proporciona a la mujer una imagen más inteligente, confiada y sexy, y la combinación de gafas y maquillaje en el entorno profesional es la que un impacto más positivo tiene entre los observadores.

El cortejo
Las mujeres inician cerca del noventa por ciento de los encuentros románticos, pero lo hacen con tanta sutileza que los hombres creen que son ellos quienes toman la iniciativa. Las mujeres manipulan a los hombres para que les enseñen las cartas de su baraja y lo hacen emitiendo señales erráticas y ambiguas durante las primeras fases. Esta es una de las causas por las que a las mujeres les cuesta a veces atraer a los hombres: los hombres se sienten confusos y no se atreven a abordarlas.

Fases del cortejo. 
Fase 1. Contacto visual: Ella echa un vistazo a la sala y detecta al hombre que le gusta. Espera hasta que él se percata de su presencia y mantiene la mirada durante cinco segundos, para apartarla acto seguido. Él sigue observándola para ver si ella vuelve a hacerlo. Antes de que el hombre se percate de lo que sucede, la mujer tiene que mirarlo tres veces, como media. Este proceso de miradas puede repetirse varias veces y marca el inicio del proceso de flirteo. 
Fase 2. Sonrisa: Ella le regala un par de sonrisas fugaces. Se trata de una media sonrisa rápida cuyo objetivo es dar luz verde al hombre para que inicie la aproximación. Desgraciadamente, muchos hombres no responden a estas señales y la mujer se queda con la sensación de que la potencial pareja no siente ningún interés por ella. 
Fase 3. Pavoneo: Ella se sienta bien erguida para realzar sus pechos y cruza las piernas o los tobillos para mostrarse lo más atractiva posible. En el caso de estar de pie, ladea las caderas y la cabeza hacia un hombro, dejando expuesto su cuello desnudo. Juguetea con el cabello durante un espacio de tiempo que llega hasta los seis segundos (sugiriendo con ello que está peinándose para su hombre). Puede también humedecerse los labios, tocarse algunos mechones del pelo y colocar su ropa y sus joyas en su debido lugar. Él responderá con gestos como el de ponerse bien erguido, meter estómago, hinchar el pecho, ponerse bien la ropa, acariciarse el pelo y esconder los pulgares en el cinturón. Ambos mueven los pies o el cuerpo entero en dirección al otro. 
Fase 4. Conversación: Él se aproxima e intenta iniciar la charla utilizando clichés como «me parece que te conozco de algo» y otras frases hechas cuya pura intención es romper el hielo. Ella le seguirá la corriente. 
Fase 5. Contacto: Ella busca una oportunidad para tocarle brevemente el brazo, sea o no «accidental». Tocar la mano indica un nivel superior de intimidad que tocar el brazo. Los contactos van repitiéndose por niveles para comprobar con ello si la otra persona se siente cómoda con los diversos niveles de intimidad y hacerle saber que el primer contacto no ha sido accidental. Un suave roce en el hombro del hombre sirve para comunicar que la mujer está interesada por su estado de salud y su aspecto. Estrecharse la mano es una forma rápida de pasar a la fase de contacto. El resto ya se supone.

Los trece gestos de flirteo de las mujeres 
1. Agitar la cabeza y mover el cabello
Agita la cabeza hacia atrás para que el cabello caiga por encima de los hombros o se aleje de la cara para mostrarse a su pretendido. 
2. Humedecerse los labios y hacer morritos, abrir ligeramente la boca a lo Marilyn. 
3. Tocarse
Cuando una mujer se acaricia lenta y sensualmente el muslo, la nuca o el cuello, quiere decir que si el hombre juega bien sus cartas podrá tocarla de la misma manera.
4. Dejar la muñeca muerta
Caminar o sentarse dejando la muñeca muerta es una señal de sumisión que utilizan exclusivamente las mujeres y los hombres gay.
5. Acariciar un objeto cilíndrico
Acariciar cigarrillos, un dedo, el borde de una copa de vino, un pendiente o cualquier objeto de forma fálica es una señal, inconsciente, de lo que puede estar pasando por la cabeza de la mujer. Quitarse un anillo del dedo y volverlo a poner repetidamente puede ser también una representación mental del acto sexual.
6. Exponer las muñecas 
La mujer interesada irá exponiendo, de forma gradual, a la potencial pareja la superficie suave y delicada de la parte inferior de sus muñecas y aumentará el porcentaje de exhibición de las mismas a medida que su interés vaya en aumento.
7. Mirada oblicua por encima del hombro levantado.
8. Contonear las caderas.
9. Ladear la pelvis. 
Esto provoca que la proporción cintura cadera se aproxime al 70%. Según estudios hechos a hombres esta es la proporción ideal para los gustos masculinos. 
10. El bolso cerca
El bolso de una mujer es un objeto personal que ella considera casi como una extensión de su cuerpo y que, por lo tanto, se convierte en una fuerte señal de intimidad cuando ella lo sitúa cerca del hombre. Alejarlo del hombre indica distancia emocional.
11. Señalar con la rodilla 
Se coloca una pierna bajo la otra para que la rodilla señale hacia la persona que encuentra más interesante.
12. La caricia del zapato 
Balancear el zapato en la punta del pie indica también una actitud relajada y tiene el efecto fálico de introducir y sacar el pie del zapato.
13. Enroscar las piernas
Es la forma de sentarse más atractiva de la mujer. Es un gesto que las mujeres utilizan conscientemente para llamar la atención hacia sus piernas.

¿Qué miran las mujeres en un hombre? 
1. Espaldas anchas y pecho y brazos musculosos. 
Las mujeres se sienten atraídas por un cuerpo masculino con un torso bien definido, aunque a la mayoría no le gusta el aspecto de «musculitos» del culturista, ya que con un hombre así la mujer tiene la sensación de que al hombre le interesa más su propia belleza que ella. Y comúnmente no les falta razón. 
2. Culo pequeño, y firme. 
3. Caderas estrechas y piernas musculosas. 
Un truco para ellos. Si es usted hombre y quiere averiguar a qué mujer le gusta, vístase con traje y corbata, pero cuidando de colocar la corbata ligeramente ladeada y de colocar algún hilillo encima del hombro de la americana. La mujer que lo encuentre atractivo no podrá resistir la tentación de sacudirle ese hilillo o de ponerle la corbata en su debido lugar.
Si la cosa ha ido bien llegará el momento de ir a cenar. Sobretodo intente que su pretendida pareja se siente dando la espalda a una pared sólida o a algún tipo de cortina o pantalla. Las investigaciones demuestran que la respiración, el latido cardíaco, las frecuencias de las ondas cerebrales y la tensión sanguínea aumentan rápidamente cuando la persona se sienta dando la espalda a un espacio abierto, sobre todo cuando hay gente moviéndose de un lado a otro.
Para relajar los sentidos lo mejor es tener una iluminación tenue y música de fondo suave.
La mejor alternativa en cuanto al tipo de mesa es la redonda, y si Ío que pretendemos es captar toda la atención de nuestro interlocutor deberá conseguir que la visión de la otra persona quede oscurecida por algún tipo de cortina o de plantas.

Hablar en público 
Hablar en público es una de las cosas que más aterrorizan a los mortales. En primer lugar, nunca explique al público que se siente nervioso o intimidado porque, de hacerlo, su audiencia empezaría a buscar señales de 
nerviosismo en el lenguaje de su cuerpo y a buen seguro daría con ellas, desatendiendo así a lo que dice. En segundo lugar, hable utilizando gestos de confianza, por aterrorizado que esté. Utilice el gesto del campanario (posición con las palmas de las manos abiertas y cerradas), los pulgares hacia fuera de vez en cuando y mantenga los brazos descruzados. Evite señalar hacia el público, cruzarse de brazos, tocarse la cara y agarrarse al atril. Cuando se dirija a la zona izquierda del público (la parte de la derecha desde el escenario), su información tendrá un efecto más potente sobre el hemisferio derecho del cerebro de los componentes del público, el lado emocional. Cuando se dirija a la zona derecha del público (la parte de la izquierda desde el escenario), impactará sobre el hemisferio cerebral izquierdo del público. El hemisferio izquierdo se caracteriza por presentar un funcionamiento mucho más analítico, detallista y aritmético. Como se enseña en las academias de interpretación, haga reír al público desde la izquierda y hágalo llorar desde la derecha. 
Otra cosa, si desea que una persona capte de verdad el mensaje, colóquela en primera fila. Está demostrado que las personas sentadas en las últimas filas o en los extremos captan peor el mensaje y no atienden tanto como las primeras filas.

Mundo profesional
Cómo actuar en una entrevista de trabajo 
Como ya debe saber la primera impresión lo es todo. Vaya limpio y bien vestido. Tenga en cuenta que los demás se forman el noventa por ciento de su impresión sobre usted en el transcurso de los primeros cuatro minutos y que entre el sesenta y el ochenta por ciento del impacto que genere será no verbal. Cuide su vocabulario. La persona que se encuentra en el extremo superior de la escala de estatus utiliza su amplio vocabulario para comunicar sus intenciones, mientras que la persona menos cultivada, menos habilidosa y de estatus inferior confía más en los gestos que en las palabras para transmitir su mensaje. Evite coletillas, repeticiones y onomatopeyas. Sea claro y conciso. En la zona de recepción despójese del abrigo y, si es posible, entréguelo a la recepcionista. Evite entrar en una oficina cargado con trastos que puedan llevarle a meter la «pata» o tropezar. Permanezca siempre  de pie en la zona de recepción, no se siente nunca.Permanezca de pie con las manos cruzadas en la espalda (confianza) y balancéese lentamente sobre sus pies (confianza, control) o utilice el gesto del campanario. Este lenguaje del cuerpo es un recordatorio constante de que usted sigue allí, esperando. Su entrada en el despacho del entrevistador explica a los demás cómo espera ser tratado. Cuando la recepcionista le ponga el semáforo en verde para poder entrar, hágalo sin dudarlo. No se quede clavado en el umbral de la puerta como un colegial travieso que espera la reprimenda del director. Cuando cruce la puerta del despacho del entrevistador, mantenga la velocidad. Aunque su entrevistador esté hablando por teléfono, rebuscando en los cajones o atándose los cordones de los zapatos, acérquese directamente y confiado con paso regular. Deje el maletín, carpeta o lo que pueda llevar donde pueda, estreche la mano del entrevistador y tome asiento de inmediato. Permita que esa persona vea que usted está acostumbrado a entrar con confianza en los despachos y a que no le hagan esperar. Las personas influyentes y las que llaman la atención caminan ágilmente con un paso de ritmo medio y zancadas normales. Mantenga la palma de la mano en línea recta y devuelva la presión que reciba. Deje que sea la otra persona la que decida cuándo dar por finalizado el saludo. Cuando se aproxime colóquese a la izquierda, si la mesa del despacho es rectangular, para evitar recibir un apretón de manos con la palma hacia abajo. Nunca estreche la mano directamente por encima de la mesa. Utilice dos veces el nombre de su entrevistador durante los primeros quince segundos y nunca hable más de treinta segundos seguidos. Si se ve obligado a sentarse en una silla baja directamente enfrente de la otra persona, gírela en un ángulo de cuarenta y cinco grados para evitar quedarse clavado en la posición de «reprimenda», o sea, frente a su entrevistador. Si no puede situar la silla en ese ángulo hágalo con su cuerpo. Considérelo un signo positivo si recibe la invitación de tomar asiento en una zona informal del despacho del entrevistador, pues el noventa y cinco por ciento de los rechazos profesionales se dan desde detrás de una mesa de despacho. Nunca se siente en un sofá bajo que se hunda hasta proporcionarle el aspecto de un par de piernas gigantes coronadas por una cabecita. En caso de necesidad, siéntese erguido en el borde para poder controlar sus gestos y el lenguaje de su cuerpo y colóquese formando un ángulo de cuarenta y cinco grados con el entrevistador. Las personas frías, tranquilas, dueñas de sí mismas y que controlan sus emociones, utilizan movimientos claros, poco complicados y deliberados. Los individuos de estatus elevado utilizan menos gestos que los de estatus inferior. Se trata de una antigua estratagema de negociación: las personas con poder no tienen necesidad de moverse mucho. Refleje como en un espejo los gestos y las expresiones de su entrevistador, siempre y cuando sea apropiado. Respete el  espacio personal de su entrevistador, que será mayor en los primeros minutos de la reunión. Si se acerca demasiado, la persona responderá sentándose más hacia atrás, inclinándose hacia atrás o utilizando gestos de repetición, como tamborilear con los dedos. Una vez finalizada la entrevista, guarde sus cosas con tranquilidad y deliberadamente, sin prisas, estreche la mano si es posible, dé media vuelta y salga. Si la puerta estaba cerrada cuando entró, ciérrela a sus espaldas al marchar. La gente siempre observará su espalda cuando usted se marche, de modo que, si es usted hombre, asegúrese de llevar bien brillante la parte trasera de los zapatos. Es un área que muchos hombres descuidan y que las mujeres critican mucho. Cuando una mujer decida marchar, apuntará el pie hacia la puerta y ajustará la parte trasera de sus prendas y su cabello para crear una buena impresión de espaldas al marchar. Cuando llegue a la puerta vuélvase lentamente y sonría. Es mucho mejor que recuerden su cara sonriente que su trasero.
En negociaciones de trabajo lleve a cabo de pie todas aquellas reuniones en las que se deben tomar decisiones a corto plazo. Las decisiones que se toman de pie son decisiones rápidas y concretas, en las que nadie pierde el tiempo con charlas de tipo social o preguntas como «¿Qué tal la familia?». Siente a los competidores dando la espalda a la puerta. No separe los dedos. La gente que no separa los dedos cuando habla utilizando las manos y que mantiene las manos por debajo del nivel de la barbilla es la que más llama la atención. Eche los codos hacia fuera cuando esté sentado en una silla o mantenga los brazos sobre el reposabrazos del asiento. Las personas sumisas y tímidas mantienen los codos pegados al cuerpo para protegerse, lo que da la percepción de que son miedosas e inseguras. Utilice palabras de poder. Las palabras más convincentes del lenguaje hablado son:  descubrimiento, garantía, amor, demostrado, resultados, ahorrar, fácil, salud, dinero, nuevo, seguridad y usted. Practique utilizando estas palabras. Lleve un maletín delgado con una cerradura con combinación. Esto se relaciona con una persona interesante, preocupada sólo por los detalles finales. Observe los botones de su abrigo. El análisis de confrontaciones grabadas, por ejemplo, entre sindicatos y empresarios demuestran que el acuerdo se alcanza más a menudo cuando la gente lleva el abrigo o la chaqueta desabrochada. Cuando en una reunión una persona se desabroche repentinamente la chaqueta puede dar por supuesto que también se ha abierto para captar ideas.
El hecho de esperar a alguien puede acabar con nuestros nervios. Si alguien le hace esperar durante más de veinte minutos, significa que esa persona es desorganizada o que está intentando practicar un juego de poder. Tener esperando a alguien es una manera efectiva de disminuir su estatus y mejorar el de la persona que hace esperar. Lleve siempre consigo un libro, una agenda electrónica, un ordenador portátil o trabajo de la oficina, lo que sirve para demostrar que es usted una persona ocupada y que no está dispuesta a que le rompan el ritmo.
Cuando haga su aparición la persona que le haya hecho esperar, déjele hablar primero, levante la cabeza lentamente de lo que esté haciendo y salúdela, luego guarde sus cosas sin perder la calma y con confianza. Otra buena estrategia cuando nos hacen esperar es empezar a sacar documentos contables y una calculadora y ponerse a hacer cálculos. Cuando le reclamen, diga: «Estoy enseguida... un momento que acabo estos cálculos». O puede dedicarse, mientras espera, a realizar sus llamadas pendientes por el teléfono móvil. El mensaje que transmitirá claramente es que usted es una persona muy ocupada y que la desorganización de los demás no le incomoda.
Si la otra persona acepta una llamada durante la reunión o hace su entrada una tercera persona e inicia lo que parece que va a ser una larga conversación, coja su libro o su trabajo y póngase a leer.

Conclusiones 
Conocer el lenguaje del cuerpo puede sernos de gran ayuda tanto social como profesionalmente. El hecho de saber cuándo retirarse a tiempo, cuándo insistir o lo que piensan de nosotros puede evitarnos más de una desgracia. Y si lo desean pueden ganar algunos euros apostando con sus amigos si José logrará ligarse a la morenaza o ésta le dará calabazas. 
He intentado abreviar lo máximo posible tan interesante libro. De todas formas les recomiendo hacerse con un ejemplar y leerlo observando también los dibujos a modo de ejemplo, les será de mucha ayuda. Espero que les haya gustado.

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