domingo, 23 de septiembre de 2018

La mafia por Fernando Bermejo

Todos, o la mayoría de nosotros, hemos visto películas como Gangs of New York, El Padrino o Donnie Brasco y nos podemos hacer una idea de qué es un mafioso, de cómo actúa la mafia y las grandes sumas de dinero que se mueven en ese oscuro mundo. Fernando Bermejo trata esto y mucho más en su libro Breve Historia de la Cosa Nostra. Lo de breve es un decir, porque el “sindicato del crimen” da para mucho. Y este libro sólo trata de Cosa Nostra, luego está La Camorra napolitana, La N'drangheta calabresa, La Yakuza japonesa, los cárteles colombianos, etc. Pero lo preocupante es que el crimen organizado se ha globalizado. Los italianos ya no actúan por cuenta propia y en su región, o los colombianos, o los rusos. Hace muchos años que todos ellos se aliaron para sacar más tajada y no matarse entre ellos como sucedía en Sicilia hace cuarenta años. Ahora los clanes rivales no se aniquilan entre ellos sino que cooperan y se reparten territorios y beneficios. Ya en los 80 los afganos vendían el opio a los turcos, los turcos lo convertían en morfina base y ésta se enviaba por carretera a través de Bulgaria y Yugoslavia por la ruta de los Balcanes. De ahí entraba en Italia por el corredor de Trieste y seguía a Milán, depósito de distribución. De Milán se enviaba a Sicilia, donde se transformaba en heroína y de allí, directamente a Estados Unidos o a varios centros para su distribución en Europa, principalmente Múnich y Marsella. Desde Múnich se enviaba al norte de Europa (Stuttgart, Hamburgo y Escandinavia) y de Marsella, a Bélgica y Holanda. Los mafiosos aprovechaban la ruta en sentido contrario para pagar la droga, en parte con armas rusas que salían de Italia hacia Siria, Líbano y Kurdistán cruzando el corredor de Trieste. Así pues, desde Asia a América turcos, rusos, italianos, franceses y americanos cooperan para que algún desgraciado se meta un chute que lo deje tonto varias horas. ¿El precio de todo esto? Una muerte y muchos millones de dólares. Los turcos vendían a los italianos morfina base a 6.000 dólares el kilo. Los sicilianos la refinaban y la vendían a unos 170.000 dólares a mayoristas de Estados Unidos. En el camino la heroína se mezclaba para rebajar su pureza y se vendía en la calle a un millón o millón y medio de dólares el kilo (podían obtenerse unas 33.000 dosis de un kilo de heroína pura). La DEA calculó que por cada kilo vendido la mafia se embolsaba 250.000 dólares, ¡en los años 80! Y esto lo ganaban sólo con el tráfico de heroína. Transcrime (Centro Interuniversitario de investigación sobre la criminalidad transnacional de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán y de la Universidad de Estudios de Trento) indica que entre 2007 y 2012 la mafia ganó 25 mil millones de dólares de los cuales 7730 millones provenían de la droga, 4760 millones de extorsiones, 4660 millones de la prostitución, 4540 millones en falsificaciones, 2240 millones en préstamos, 750 millones con el contrabando de tabaco, 570 millones en la recogida de residuos (contratas de recogida de basura y reciclaje), 420 millones con el juego y 100 millones con el tráfico de armas. Imagínense la de impuestos que se podría ahorrar el ciudadano de a pie si se legalizase la prostitución y las drogas blandas, como sucede en Holanda (recuerden la Ley Seca de Estados Unidos que prohibió la venda y el consumo de alcohol y la de dinero que ganó Al Capone con la cerveza). Si a eso le sumásemos mano muy dura contra la corrupción, creo sinceramente que los jubilados podrían tener pensiones muy dignas, ¿no creen? ¿Y por qué no lo hacen? Porque el primo de, el amigo de, o el cuñado de algún que otro político listillo, incluído el político listillo, no tendría en Suiza lo que usted y yo nos dejamos en luz y agua. En España mismo se instaló a comienzos de los años ochenta los supervivientes del clan Badalamenti. Los hermanos Grado se establecieron en Benidorm para proseguir sus negocios de venta de heroína a Estados Unidos (no sé si tendrán algo que ver estos señores con Terra Mítica, el GP de F1 de Valencia o los trajes Armani). Actualmente se han asentado en España familias de mafiosos que trafican con cocaína y hachís. En Barcelona por ejemplo se sabe que está instalada una familia siciliana y en Canarias otra (para más información lea el libro de Bermejo). Ahora me explico por qué algunos catalanes desean para ellos solitos la gestión del Puerto de Barcelona. 
Pero lo que más me fascina, además del dinero que manejan los grandes delincuentes, es la vida que llevan y lo que arriesgan. Les dejo aquí un párrafo del libro ya mencionado, resumido, de lo que se jugaban los mafiosos de la época: 
<<Parece ser que todo comenzó el 14 de noviembre de 1957, cuando el guarda Francesco Riccobono sorprendió a Antonino Lo Cicero y Giulio Cracolici robando naranjas. Ambos le propusieron hacer la vista gorda y que les dejara robar un saco de fruta a la semana… Francesco decidió denunciar el robo a los carabinieri, pero sin dar nombres… Dos días después del incidente Francesco Riccobono fue asesinado frente a su casa: un disparo penetró en su oído y la bala le atravesó la cabeza, pero los asesinos se ensañaron y le asestaron además cuarenta cuchilladas… Dos hijos del difunto, Gaetano y Natale Riccobono, decidieron tomarse la justicia por su mano: el 10 de febrero de 1958 asesinaron a Giulio Cracolici y un mes más tarde intentaron matar en Sferracavallo a Giuseppe Lo Cicero, que sin embargo logró escapar herido. El 4 de junio Natale Riccobono asesinó en Sferracavallo a Michele Pedone, quien se jactaba de su amistad con los Lo Cicero-Cracolici, y al día siguiente mataron a tiros de lupara a Giulio Cracolici (homónimo del asesinado el año anterior) mientras conducía un carro. Le dispararon cuatrocientos perdigones, muchos de los cuales impactaron en su cabeza. El caballo siguió tirando del carro hasta la casa de los Cracolici, transportando su macabra carga hasta la puerta.
>>Tras su absolución, Antonio Lo Cicero, uno de los asesinos de Francesco Riccobono, salió de prisión el 12 de septiembre de 1959, pero le mataron al poco de pisar la calle. Meses después los Lo Cicero-Cracolici emprendieron la contraofensiva y el 12 de agosto de 1960 Giuseppe Riccobono fue masacrado mientras esperaba su cena sentado en un bar: recibió dieciséis disparos de revólver… Posteriormente Natale Riccobono mató a tiros a Giuliano Cracolici y en otra emboscada dejó lisiado a Paolo Lo Cicero, hermano de Antonio. Los Lo Cicero-Cracolici se vengaron y colgaron de un árbol con alambre de espino a Giovanni Riccobono, en el monte Bigliemi; el cadáver quedó a la vista de todo el pueblo. 
>>Giovanni Chifari e Isidro Cracolici volvieron a actuar y el 18 de enero de 1961 asesinaron en el monte a Paolino Riccobono, pastor de trece años, hijo pequeño de Francesco. Según el periodista Fava, lo ataron a una estaca y le asestaron al menos diez disparos… 
>>Tras casi exterminar a los Riccobono, la vendetta se extendió contra los Messina, sobrinos de Francesco Riccobono e hijos del capomafia Giuseppe Messina.
Salvatore Messina fue asesinado en junio de 1961. Al asomarse a la ventana, recibió un tiro en la boca y otro en el ojo. Su asesino permaneció cuatro horas sentado en la rama de un olivo esperando a que su víctima apareciera en su campo de tiro. Veinte días después dispararon a su hermano Antonino desde un coche en marcha, pero este consiguió esquivar las balas con gran agilidad. Sin embargo, al día siguiente desapareció, víctima de la lupara bianca.
>>Finalmente, en 1962, Pietro Messina fue abatido en la calle por cuatro disparos de lupara. Pietro sabía del peligro que corría y pensaba emigrar a Umbría, pero su madre se negaba a moverse del pueblo y no quiso dejarla sola. Finalizaba así una guerra de exterminio que se había iniciado por el robo de un saco de naranjas.>>
Increíble. Pero no sólo se mataban entre sí. Las víctimas de la mafia van desde niños a mujeres, políticos contrarios y afines, jueces, periodistas, empresarios, policías y algún que otro pobre desgraciado que se encontraba en el lugar inadecuado en el momento inoportuno. Todo aquel que molestaba o podía molestar en un futuro era aniquilado. Y no sólo los del otro bando, los del propio bando también. A la mínima sospecha de traición o sombra ¡zasca!, al pozo. Terrible. El hecho es que los mafiosos vivían con el miedo en el cuerpo, temerosos por sus vidas y por las de sus familias y su vida no era tan glamourosa como nos la ha pintado el séptimo arte. Por poner un ejemplo, el todopoderoso Totò Riina, jefe absoluto de Cosa Nostra en la década de los 80, estuvo fugitivo veintitrés años antes de ser apresado, de los cuales los últimos cinco años estuvo recluido en una villa de Uditore, barrio de Palermo. Ganaban millones de dólares pero ni siquiera podían disfrutarlos. Y yo me pregunto, ¿vale la pena ser rico pero vivir con miedo a ser asesinado o a acabar en prisión? Yo creo que no. La libertad y la tranquilidad no tienen precio. Por eso mismo le digo a usted, sea quien sea que lea estas palabras, que procure vivir en la honradez porque como un conocido me dijo una vez, una vez que entras ya no puedes salir. Y si se mete espero que no sea codicioso porque quien juega con fuego se acaba quemando. Siempre habrá alguien más codicioso y con menos escrúpulos que usted, no lo olvide.

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