domingo, 10 de febrero de 2019

Los ricos y la crisis

¿Cuántas veces nos hemos preguntado por qué la crisis ha hecho más ricos a los ricos? Es una pregunta que para nosotros, los simples mortales que a duras penas entendemos lo que el presentador del telenoticias nos está contando, es difícil de responder. Yanis Varoufakis, en su libro Economía sin corbata, explica este extraño suceso que a la mayoría deja sin aliento. Claro está que el ex ministro griego lo explica desde un punto de vista económico pero me gustaría explicarles lo que yo he entendido usando el diccionario y la lógica para que no se vuelvan ustedes locos cuando oigan que en plena crisis muchas empresas han aumentado sus beneficios. Para explicarles este extraño suceso lo haré de una forma muy genérica, sustituyendo el planeta por dos pueblos, los míticos Villarriba y Villabajo. También sustituiré la infinidad de empresas que pueblan el mundo por dos empresas que fabrican móviles, aunque podrían fabricar cualquier cosa, desde coches a tomates, ustedes deciden. Bien, sabiendo esto ahora falta ponerles nombres y situarlas. Para no liarnos he decidido llamar a la empresa que tiene su fábrica en Villarriba Arribamóvil y la de Villabajo Abajomóvil. ¿Me siguen? Bien. Empieza el meollo. Esta historia empieza en Japón, donde unos cuantos japoneses han inventado una máquina que sustituye a 100 trabajadores haciendo móviles. El empresario de Villabajo, un señor bajito, regordete y bigotudo más avaricioso que un político español se entera del asunto y pide un préstamo para comprar dos máquinas. Como él tiene 200 empleados, empieza a rizarse el bigote pensando en lo que se va a ahorrar en sueldos y problemas sindicales. El dueño de Abajomóvil empieza a hacer cuentas. Los 200 empleados cobran 1000 euros al mes cada uno. Las dos máquinas le han costado 2 millones de euros, así que empieza a contar con sus rechonchos dedos y concluye que en un año ha pagado las dos máquinas y a partir de ahí todo lo que gane será para él. ¡Un chollo! Ni sueldos, ni bajas, ni vacaciones, ni descansos y ni sindicalistas. El sueño de todo empresario. Así que cuando llegan las máquinas de Japón las pone a funcionar y despide a todos sus empleados. 
El empresario de Arribamóvil, un hombre alto, atlético y apuesto, también se entera de lo de las máquinas japonesas y piensa también en despedir a sus 200 empleados que también cobran 1000 euros al mes, pero prefiere llamar a Varoufakis para asesorarse en la compra y éste le recomienda que no compre ni una sola máquina y que mantenga a sus empleados. Asombrado por tal consejo, ya que él esperaba que le recomendase hacer lo mismo que ha hecho el gordo de Abajomóvil, le pregunta por qué debe seguir tan loco consejo, a lo que Varoufakis le responde con un escueto “tiempo al tiempo”. 
En Abajomóvil la rueda se ha puesto en marcha y el dueño decide bajar los precios de los móviles de 100 euros a 50 para vender el doble y joder a la competencia, ya que las máquinas van como la seda y trabajan día y noche sin descanso. Pero en el pueblo de Villabajo la cosa no pinta tan bien. Los doscientos nuevos parados empiezan a abrocharse el cinturón y deciden prescindir de lujos innecesarios como el coche, los viajes y los móviles. Al mes el concesionario de coches cierra porque no vende coches y envía al paro a cinco vendedores y diez mecánicos. Lo mismo pasa con la agencia de viajes y la tienda de electrónica. 
En Arribamóvil la cosa no anda bien, las ventas han bajado porque el de Abajomóvil está reventando el mercado y su dueño decide preguntar a Varoufakis si puede comprar ya la máquina japonesa y despedir a sus empleados para ganar dinero. Varoufakis le responde que ni pensarlo. El apuesto empresario flipa. ¿Por qué?, le pregunta, a lo que Varoufakis le vuelve a responder que “tiempo al tiempo”. Aún así el dueño de Arribamóvil no las tiene todas consigo y decide despedir a 100 trabajadores y pagar al resto 750 euros al mes. Los trabajadores se quejan, pero al final hacen valer eso de más vale pájaro en mano… 
Mientras, Abajomóvil vuelve a bajar el precio de sus móviles, ya que las ventas han disminuido. Por suerte puede permitírselo pero ahora tendrán que pasar dos años para obtener los tan ansiados beneficios. Mientras, el pueblo se las apaña como puede. Los comercios siguen cerrando. En estos momentos sólo quedan abiertos el supermercado y una tienda de ropa. Ambos también han tenido que bajar precios porque muchos ciudadanos han decidido cultivar tomates y patatas en su propia casa y fabricarse su misma ropa, ya que el dinero del paro no da para más. La crisis amenaza con acabar con Villabajo. 
En Arribamóvil el apuesto empresario decide bajar los sueldos nuevamente pero no despide a nadie, un acto de misericordia. 500 euros al mes. Las pérdidas son cuantiosas, si la crisis sigue así en poco tiempo tendrá que cerrar la empresa. Menos mal que no compró las máquinas japonesas, si hubiera sido así ahora estaría llorando en la puerta del banco rogando al jefe de la sucursal le conceda un nuevo crédito. Los trabajadores aceptan a regañadientes, pero aceptan. Más vale poco que nada. Además, cuando se cruzan por los caminos con sus vecinos de Villabajo, éstos les cuentan sus penas y les dicen que por lo menos ellos tienen trabajo, que son unos afortunados. Y así lo creen. 
Abajomóvil no puede más. Los bajos precios a los que venden sus celulares y las pocas ventas no dan para pagar la letra de tan fabulosas máquinas japonesas que iban a convertir a su dueño en el nuevo rey Midas. El banco aprieta, ahoga más bien. Reclama el dinero que le dejó al gordo y bigotudo empresario y éste ya no sabe de dónde sacar la pasta. Lo único que le queda para no acabar mendigando en la calle es vender la empresa. 
El apuesto y aseado dueño de Arribamóvil se entera de la venta y decide explicarle a Varoufakis la desdicha de su colega. ¿Qué debo hacer?, le pregunta al economista calvo. No quiere acabar como el de Villabajo. Varoufakis le dice que compre la empresa. ¿Cómo? ¿Qué? ¡Este hombre se ha vuelto loco!, se dice. Varoufakis niega con la cabeza. Le razona la propuesta diciéndole que ahora puede comprar dos máquinas japonesas al precio de una porque el de Abajomóvil malvender su empresa. Y no sólo eso. Se haría también con el monopolio de los móviles en ambas ciudades, tiene a sus trabajadores cobrando la mitad que antes de la crisis y podría contratar a 50 empleados desesperados de Villabajo a 250 euros al mes. El empresario no se lo piensa dos veces y compra Abajomóvil. La empresa cambia de nombre y se pasa a llamar Únicomovil. Con los pocos ahorros que le quedaban y con el dinero que se ha ahorrado en los sueldos, el apuesto empresario se hace con el mercado celular. Con las máquinas japonesas puede permitirse el lujo de vender móviles a 50 euros y la mano de obra barata de ambas empresas la utiliza para hacer carcasas, relojes o cualquier otra cosa que le dé beneficios. 
Vamos a hacer cuentas. Las dos empresas antes de la llegada de las máquinas japonesas a la comarca  empleaban a 400 trabajadores que cobraban 1000 euros al mes cada uno. Es decir 400000 euros al mes se dejaban sólo en sueldos. Ambas empresas vendían los móviles a 100 euros y los beneficios no eran para tirar cohetes, ya que la competencia era dura y no vendían más de 5000 móviles al mes entre las dos. Tras la llegada de las máquinas que sustituyen al hombre ambas empresas se fusionan y crean un monopolio, es decir, ya no hay competencia. Únicomovil vende todos los móviles de la comarca, emplea a 150 trabajadores en los que se deja 62500 euros al mes. Es decir, los gastos en sueldos son seis veces menor que antes de la crisis y al ser un monopolio puede poner el precio que quiera a los móviles que vende. Así pues, esas máquinas que tanto miedo nos dan no nos han hecho perder el trabajo pero sí nos han bajado el sueldo y han eliminado la competencia y por lo tanto el rico se ha hecho más rico aún en plena crisis. 
Siempre han existido tiempos en los que se inflaba tanto la burbuja que acababa petando. En la antigüedad fue el trigo, después el hierro, el oro colonial, la bolsa en 1929, el petróleo en los 70, la crisis de las punto com en los 90, la burbuja inmobiliaria, y más que vendrán. Siempre hay quien gana y quien pierde en una guerra. Y la banca siempre gana. Las máquinas puede que algún día nos sustituyan en el trabajo pero si los empresarios y los banqueros son tan inteligentes como nos creemos no dejarán que eso suceda. Ambos poderes necesitan que el dinero corra porque si no hay dinero no hay gasto y si no hay gasto no hay producción y si no hay producción no hay dinero. Eso sí, todo está pensado para que el trabajador cobre lo justo, para que los ricos se hagan más ricos y que nosotros nos conformemos con lo poco que podemos tener. No sé explicarlo bien pero esos que mandan saben como esclavizarnos haciéndonos creer que somos libres. No somos libres, todo está planeado y nosotros caemos en la trampa porque somos unos ignorantes de aúpa, aunque siendo realista la verdad es que tenemos poco margen de maniobra. Yo sólo sé que cada día una empresa grande se come a otra pequeña y que poco a poco, por lo que he explicado, el mundo se va convirtiendo en un juego cuyos árbitros son unos pocos. Ya veremos como acaba esto pero lo que sí puedo decir es que en unos años los inteligentes de clase media malvivirán, los tontos pobres morirán de hambre y los tontos ricos se mearán de risa a nuestra costa. Y vuelta a empezar.

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