jueves, 28 de marzo de 2019

El ciervo de Rosseau

Imaginen una manifestación. Doscientos policías intentan evitar que mil, cinco mil o incluso cien mil manifestantes entren en el Parlamento para abuchear a sus políticos. Y lo consiguen. Metro en hora punta, cientos de pasajeros y cuatro carteristas intentando robar a turistas japoneses. Y lo consiguen. Un banco, diez empleados y veinte clientes esperando ser atendidos. Entra un ladrón con un revólver en la mano para intentar vaciar la caja. Y lo consigue. ¿Cómo es posible? Muy fácil, miedo y desconfianza. Miedo a llevarnos un porrazo, un navajazo o un tiro en el pecho. Desconfianza en el que nos acompaña porque no esperamos que nos siga. Esto lo narra muy bien el filósofo suizo del siglo XVIII Jean-Jacques Rousseau. Sus ideas políticas influyeron sobremanera en la Revolución francesa y las consiguientes teorías republicanas. Sus dos frases más célebres, una contenida en El contrato social, «El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado», la otra, presente en su Emilio, o De la educación, «El hombre es bueno por naturaleza», nos demuestran claramente qué pensaba Rosseau de la sociedad de su época. Pero el caso expuesto al principio aparece explicado en forma de alegoría en su libro Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, y dice así: <<He aquí cómo los hombres pudieron insensiblemente adquirir cierta idea rudimentaria de compromisos mutuos y de la ventaja de cumplirlos, pero sólo en la medida que podía exigirlos el interés presente y sensible, pues la previsión nada era para ellos, y, lejos de preocuparse de un lejano futuro, ni siquiera pensaban en el día siguiente. ¿Tratábase de cazar un ciervo? Todos comprendían que para ello debían guardar fielmente su puesto; pero si una liebre pasaba al alcance de uno de ellos, no cabe duda que la perseguiría sin ningún escrúpulo y que, cogida su presa, se cuidaría muy poco de que no se les escapase la suya a sus compañeros>>. 
Es decir, unos hombres rodean un ciervo. Cazarlo significa comida para todo el clan. Estos hombres deben tener confianza los unos en los otros, ya que si uno solo piensa en sí mismo y deja el grupo, el ciervo escapará por su hueco y se quedarán todos sin cena. Los integrantes del grupo cazador deben escoger entre cazar un ciervo todos o ir por su cuenta a cazar liebres. Cazar un ciervo en grupo asegura comida a todo el clan, ya que es relativamente fácil si cada uno cumple su misión. En cambio cazar por cuenta propia puede dejar a la familia del desafortunado cazador sin alimento, o a la del menos diestro en la caza. Y este egoísmo no sólo perjudica a la familia del mal cazador sino que perjudica a todo el clan, ya que el grupo puede verse reducido por la muerte de uno de sus miembros y de su familia y esto significa un hombre menos para cazar ciervos. 
Cazar en grupo tiene muchas ventajas. Una práctica muy común entre la chusma que malvive en Las Ramblas de Barcelona es la de rodear a una joven turista, si está borracha mucho mejor, y violarla. Ni las cámaras ni los testigos del maléfico corro de la patata pueden ver quién ha sido el violador y por tanto no hay castigo. Pero esto sólo sucede con la chusma de mala muerte. En su país esta chusma está acostumbrada a disparar, a pelear, incluso a matar a semejantes con sus propias manos. Aquí, en el mundo civilizado, no hemos visto una pistola en nuestra puta vida, no nos hemos peleado jamás y si nos atracan le damos la cartera, bajamos la cabeza y nos alegramos de salir vivos de tan horrible experiencia. Eso sí, luego entre amiguetes nos pegamos el vacile y decimos que si no hubiera sido por nuestra mujer, por la cámara de la sucursal bancaria, por la mierda de leyes que tenemos o por una paloma que hacía las veces de testigo le habríamos dado al atracador la paliza de su vida. ¡Mentira! Lo cierto es que nos meamos encima si alguien se nos rebota. Explicaré aquí una experiencia personal. Un día llamé la atención a tres jóvenes de unos dieciocho años por hacer algo que no debían hacer. Los tres se me rieron en la cara y visto que hablaba con gente sin educación me dispuse a seguir mi camino. Al girarme uno de ellos me insultó y reconocí la voz. Me giré, me fui para él y le dije que lo repitiera si tenía huevos. Por supuesto no los tuvo y empezó a balbucear que él no había sido e intentaba mantener la mierda dentro de su esfínter. Los otros dos no dijeron ni mu e incluso se apartaron un poco no fuera que les salpicara la sangre. Si entre los tres hubiera habido plena confianza me habría llevado una manta de palos, pero como es normal, no la había. 
El mundo en el que vivimos carece de confianza. Nadie confía en nadie, nadie ofrece su mejilla por el otro porque nadie confía en que el favor le sea devuelto. Este primer mundo en el que nos vanagloriamos de vivir es un mundo cobarde y egoísta hasta el punto que tres chimpancés con metralletas serían capaces de esclavizar toda Europa en dos meses. Aprendamos de Rosseau, de las culturas primitivas, salgamos a la calle, rodeemos al violador, al ladrón, al asesino, clavémosle la lanza y confiemos en que ninguno deje el círculo y por su hueco entre la luz, porque si es así ya podemos luchar los demás que no conseguiremos que este planeta desaparezca. Seamos valientes y honrados. Como dice Rosseau en su discurso: <<Así ocurre con el hombre mismo: al convertirse en sociable y esclavo, vuélvese débil, temeroso, rastrero, y su vida blanda y afeminado acaba de enervar a la vez su valor y su fuerza>>.

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